El pez gordo se come al chico. Demostrado. Pero si encima los tienes en una pecera, las posibilidades de sobrevivir de los menos desarrollados son mínimas. Deberíamos defender férreamente nuestro derecho a competir de manera natural, al igual que lo hacen las criaturas que habitan los ríos, mares y océanos. Sin compartimientos estancos. Sin peceras. Sin prohombres que nos administren la libertad a gestionar nuestros recursos económicos y sociales.
Me niego a meterme en una pecera de fabricación alemana, para ser observado y convertido en un pez cuadriculado, de diseño industrial. Quiero ser un pez libre, al estilo del salmón, que a contracorriente remonta con valentía todos los obstáculos, con el único y altivo fin de mantener su identidad; por encima de cualquier solución que no sea la de morir en el intento para mantener su libertad de elección natural.