rebeldía y no indignación

La razón de los que se manifiestan y también la de los que los alentamos ha de terminar siendo destructiva en la medida que no es rebeldía sino indignación, esa lamentable suerte de desesperanza, acaso de desesperación, que clama por una solución que ha de estar en nuestras manos y no en las manos del primero que nos arengue con cierta gracia y el natural desdén.
Levantémonos rebeldes y no sólo indignados, plenos y no mermados, capaces y no incapaces, poderosos, al fin, en nuestras posibilidades. No va a haber revolución porque aún no hay rebeldía sino sumisión, porque no buscamos la libertad a que nos aboca nuestra responsabilidad sino el paternalismo, y en él la figura que provee y también la que despoja, pero que nos permite seguir teniendo alguien a quien culpar.

La culpa es de todos, el que el dolor sea de muchos no nos da la razón y no lo hace porque no la hay. El mundo es injusto porque la injusticia nos ha sido en algún momento, quizá aún lo es, seguro que sí, útil. Debería sonar en la calle el discurso de Chaplin en 'El Gran Dictador' y no la charanga de 'Torrente'.

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