recordar es sentir mil veces

La vida. Las parejas. El amor. La familia... Algo tan simple y cotidiano, que con frecuencia se nos escapa de las manos. ¿Qué es escribir sobre la propia realidad? Capaces de las mayores proezas, los seres humanos a menudo nos perdemos en nosotros mismos y no somos capaces de entendernos. De querernos. Pequeños problemas que acaban en grandes tragedias, de las que nadie es capaz de escapar.
¿Qué parte de ficción produce el simple hecho de fijarse en los episodios claves de nuestra propia existencia? Cada día somos arrollados por percepciones de segunda mano, que no sólo ofuscan nuestro ojo, sino que lo hacen rehén de una percepción chata y equívoca de la realidad. Enfrentados a esa vendaval icónico, creemos que vemos cuando únicamente, y en el menor de los casos, lo único que hacemos es mirar imágenes que aceptamos como neutrales y que consumimos con celeridad.

Conozco a una anciana de 98 años. Estoy frente a ella y me dice: 'Julio, el otoño es una melancolía de color de calabaza que se envuelve en crema y en rutina. Y recordar, aunque sea involuntario, no es una debilidad, ni una invasión de hojas tristes, ni de gotas cansadas. Recordar es sentir mil veces. Y sentir vale la pena'.

Sobre las palabras de esta mujer pienso que nuestro pasado arrastra recuerdos donde se mezclan a menudo lo que nos ha sido contado muchas veces. El pasado es ficci´no. Rememorización. Reinterpretación. Fijación momentánea sobre una realidad supuesta. Los recuerdos huelen a aceite. A lápiz grueso. A madera húmeda. A barullo de mercado viejo. Yo cuando no puedo conciliar el sueño me aferro al pasado. Hay un dicho que dice: 'Tiempos pasados siempre fueron mejores'. Y me aferro a la realidad análoga como un náufrago a su tabla.

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