Reflexiones desde la convalecencia

Mientras convalezco pacientemente de mi reciente rotura ósea del codo izquierdo, intento seguir la rutina que me marca el lento devenir de las horas, y no encuentro mejor terapia que recurrir, brazo en cabestrillo, a la desaforada lectura de todo lo que llega a mi alcance. En mi diario deambular por las páginas digitales de la noticia, esas que no dejan rastro de tinta en las manos, te topas con todo tipo de historias.
Son tantas las informaciones que te ofrece la cotidiana actualidad, que apenas tienes tiempo de procesarlas. Una vez más, compruebo que la reiteración de una misma noticia, pronto cae en el olvido y que asuntos candentes, que durante tiempo estuvieron en primera línea informativa, como los casos Bárcenas, Urdangarin y otros, sospecho que ahora mismo ya no interesan tanto al personal. Los efectos colaterales de un excesivo consumismo informativo, suele adormecer nuestras meninges.

En mis tiempos de periodista en activo, ahora ejerzo de opinador, buscaba afanosamente la noticia insólita, aquella que se aproximaba al tópico del hombre que mordía a un perro, y no al revés, que sería lo normal. Por este motivo, las amables historias de la cabra ladrona, del loro que cantaba con primor el himno del Barça y de la yegua que parió gemelos univitelinos, colmaron mis expectativas de aquellos dorados años.

En la actualidad, percibo que mis colegas periodistas, arrastrados por la vorágine de la pertinaz crisis, no están por la labor de descubrir historias tan entrañables y se dedican a sacar a la luz otro tipo de personajes; como es el caso de mi paisano Xaquín Charlín, concejal del BNG en el ayuntamiento de Cambados (Pontevedra), quien hace unos días tuvo que dimitir por llamar 'chochito de oro' a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

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