LE SEGUIREMOS LLAMANDO PRESIDENTE

El tiempo y el destino sugieren reflexiones, insinúan caminos y nos dan sorpresas. Ellos, marcan casi siempre la 'hoja de ruta' de los predilectos, y enmarcar a los elegidos. El cese de José Luis Baltar Pumar fue el pasado martes día 24, la noticia y la gran sorpresa. Impactante, aunque presentida.
Nosotros, los funcionarios de la Diputación, siempre le llamaremos 'presidente' y nosotros somos quienes más de cerca, durante 21 años, le hemos conocido. Hubiéramos deseado, sin duda, dilatar las horas y los días para poder gozar un poco más de su presencia diaria, de su dirección amable y de la aristocracia seductora de su sonrisa. Se nos va, pues, con sorpresa, pero con gesto digno y rotunda decisión medida. Se va como cuando llegó, humildemente, sin desdenes ni imposturas, dejando que sean otros los que pongas los acentos, los ecos y el ruido.

En su singladura política puede que, excepcionalmente, le haya a algunos marcado una distancia, pero yo puedo asegurar que, para nosotros fue siempre cercano, generoso, muy próximo, pródigo en confianzas y conquistador de respeto. Sólo así puede explicarse que, cuando se extendió la noticia, a muchos funcionarios/as pudiera escapársele una lágrima furtiva. Es natural, ¡Nunca hacen llorar los prepotentes!, tan sólo lo hacen los sencillos, aquellos que en larga travesía aprendieron a sintonizar y trabajar con el pueblo a pie de obra, aquellos que humildemente bajan sin capa al ruedo inclemente de la Historia, clavándose en la espina de la rosa y manchándose en los lodos del camino. Es humano y obvio que habrá tenido su capítulo de errores y también de ingratitud y sacrificios. Prefiero no abordar por mi cuenta los primeros, dejo para expertos su reseña y su disfrute. Yo pretendo tan sólo reconfortarle algo en lo segundos.

Es lógico que, como político, haya tenido amigos, adversarios y hasta algún acérrimo enemigo. A los últimos seguro que él no los conoce y curiosamente fue a muchos adversarios a quién más favores hizo.

Yo seguiré pensando y defendiendo que el 'presidente' fue un modelo de jefe y marcó una etapa irrepetible. No regateaba horas para despachar los cientos de papeles que uno a uno escrupulosamente revisaba, y antes de firmar, leía. Nunca la puerta de su despacho estuvo cerrada para nadie. Atendía a la hora que fuera y trataba de conseguir para cualquiera todo lo que estaba al alcance de su poder y de sus manos, y lo hacía sonriendo, con afán y sin medida.

Este es el saldo que a mí no se me olvida, y por todo ello, yo le seguiré llamando siempre 'presidente'.

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