Las venas abiertas

El empeño en salpicarnos cada mañana con un escándalo que carcome las debilitadas bases de las instituciones que sostienen el estado de derecho, debe llevarnos a la reflexión.
En la obra de Mario Benedetti 'La Tregua', el viudo a punto de jubilarse narra en su diario que la parte mecánica, rutinaria de su trabajo es una labor que no le cansa, le permite pensar en otras cosas, incluso hasta soñar. Es como si se dividiera en dos entes dispares, contradictorios, independientes, uno que domina de memoria su trabajo sus variantes y recovecos, que está seguro siempre de donde pisa y otro soñador y febril, frustradamente apasionado que tuvo, tiene y tendrá con vocación de alegría, un distraído que no le importa por donde corre la pluma, ni que cosas escribe la tinta azul que al poco tiempo quedará negra. Esa parte soñadora es la que le permite surcar las horas de su agotadora jornada diaria.

Trasladando esta abstracción a nuestro cotidiano hacer, las miserias se han convertido en rutinarias, y los sueños en vez de ilusiones en pesadillas. Como si nos abrieran las venas, a modo de las que otro uruguayo Eduardo Galeano describe en 'Las venas abiertas de América Latina' y todo el expolio que sufrieron aquellos pueblos por parte del imperio. Pues eso, como si nos expoliasen las entrañas cada día, sin saber muy bien quién, ni desde dónde, a diferencia de los pueblos colonizados de América del Sur que lo tenían muy claro. Han expoliado y cercenado hasta algo tan elemental como el trabajo, los que carecen de él ¿qué sueños pueden evocar? ¿Hacia qué futuro deben transitar? ¿Quién apoya a los emprendedores de sueños que no son otros más que los empresarios que generan empleo?

Harían bien tantos impostores edulcorados de patriotas en traer las cuentas que poseen en Suiza sin ningún rubor -y mucho menos sudor- a suelos ibéricos y dejarnos de florituras con las SICAV, con las amnistías fiscales para defraudadores, y otras monsergas, mientras las colas aumentan en los comedores sociales y se sigue desahuciando gente por aquellos que generaron la crisis.

Criticamos a Chipre cuando nuestra deuda está en manos de especuladores extranjeros. ¿Qué nos queda? Lo que Benedetti sabiamente dijo: 'defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y de las definitivas'.

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