HISTORIAS DE PRENSA Y RADIO

Hoy toros y boxeo, para variar

<p></p>
photo_camera Las plazas portátiles, toros aparte, se convertían en multiusos para las fiestas.

¡A la derecha, con calzón verde, Fulanito! El papelde presentador de veladas era muy divertido

A los veinte años de los de aquella época -años cincuenta- yo era un muchacho muy sensible. Normal. Había pasado nueve años -de los ocho a los diecisiete-, estudiando en Salesianos y eso se notaba. Porque eran los Salesianos de la postguerra, de ninguna manera los Salesianos de ahora. Misa diaria nada más llegar al colegio, y oraciones de la noche al salir; los sábados, mañana y tarde, día normal de clases. Los jueves por la tarde salíamos de paseo, en filas, por las calles hacia las afueras. ¡Mandaba truco!

Era un lamentable estudiante. Ahora que en teatro del centro, como actor, el líder más o menos. Por todo eso que os cuento, piadoso y escenario, al dejar el colegio seguí siendo bastante piadoso en la Parroquia de El Puente, Acción Católica por un lado; actuar y dirigir teatro, por otro. Porque allí el teatro lo cultivábamos casi como en el colegio.

Claro que seguir siendo piadoso, podría no ser un caso generalizado. Sin ir más lejos, internos con los que estaba muy relacionado, José Luis, de Entrimo o Tomás, de Parada de Sil -no recuerdo bien porque pasaron más de sesenta años-, o tal vez los dos, me dijeron:

- Sobrino, levo oídas misas para toda á vida.

Cuando llegaban las fiestas

Surgieron un año los toros. Y siguieron viniendo. La plaza -portátil- se montaba en donde se construiría después el Pabellón Francisco Franco (o sea, Os Remedios). Aquel recinto provisional taurino de madera era una especie de multiusos. Musicales, alguno del Dúo Dinámico y hasta de los bailarines Rosario y Antonio, baloncesto, con visitas de Vigo y Lugo; siempre sobre tierra, evidentemente. Y hasta boxeo.

Los toros aún no estaban mal vistos, como sucede ahora. Bueno, pues allí me tenéis, metido a crítico taurino, por encargo de El Pueblo Gallego, periódico de Vigo para el que colaboraba en fútbol. Pero Dorzán, el delegado, era también corresponsal de una agencia nacional y había que pasar una crónica.

Los novilleros hacían lo que podían. Generalmente no había picadores, claro, eran novilladas. Aunque muy excepcionalmente había corridas de toros, alguna con el gran Carlos Corpas. Y las reses, para los novilleros, muchas veces eran de saldo. Desiguales. Lo divertido era cuando aparecía alguna que era “como un camión” y no había manera de frenarla…

Bueno, vamos al boxeo

Rogelio, el presidente de la Acción Católica pontina, no aceptaba el boxeo. Y ponía mala cara si sabía que íbamos a verlo. “Se agreden para ganar y hacen daño a un semejante, eso no se puede tolerar”. “Pero presi, yo tengo que ir que tengo que hacer la crónica y además soy el locutor oficial de la velada”. “Eso es una barbaridad, por no decir un pecado”. Ya estamos. Como en Salesianos.

Bueno, pues estábamos listos. Porque es que a mí me encantaba. Me ponía en mi papel de presentador como mandaban los cánones. Pegado al ring. Adaptaba el tonillo al uso, imprescindible: ”¡¡Aaaatenciooooón!!! Y la masa de espectadores gritaba ¡¡bie!! ¡¡A la derecha y con calzóoon verde, Fulanito!!! Y los de la grada y las sillas del ruedo coreaban ¡¡bien!! ¡¡A la izquierda y con calzón blanco… Menganito!!, “¡¡bien!! ¡¡ En el centro, arbitro del combate, señor Tal¡¡, y aquí la masa estallaba ¡¡uuuuhhh!! No me negaréis que mi papel era divertido.

Cuando empezaba la pelea yo, para mis adentros calculaba quien iba a ganar. Por el tamaño de la nariz de los púgiles Si la tenía grande, iba a empezar a sangrar antes y llevaba las de perder. Surgían las primeras dificultades, que aumentaban cuando aparecían los hematomas, las rojeces especialmente junto a los ojos, negras enseguida. (Bien mirado, lo que decía el presidente Rogelio era verdad, aquello era bastante bestia).

A mi lado estaba el de la campana con un cronómetro y un mazo para golpear. Era en ese momento cuando yo elevaba la voz y, con el mismo tonillo, decía tajante “¡¡segundos fuera, segundo asalto!! Aquí estaba la clave. A donde voy a ir a parar. Limpiaban la sangre con esponjas. Apenas secaban. Húmedos, seguían sangrando. Puñetazo que sonaba fofo y sangre y agua salpicada al aire y por el ring. Así, un combate tras otro. Hasta que, antes o después, llegaba el final de cada uno. Por puntos, abandono, o k.o. Y subían los camilleros. (¡¡Si me ve Rogelio!!).

La misa de nueve

Era sábado y al día siguiente los de la Acción Católica teníamos que estar en misa de nueve y me metí en cama ya de madrugada. A dormir rápido de un tirón, hasta que sonó la voz de mi madre:

- Manolito, que son las nueve menos veinte y no llegas a misa.

Pegué un brinco, mojé un poco la cara, me vestí rápido con la ropa del dia anterior. Al bajar las escaleras oí el “tercer toque para misa”. Corrí hasta la Iglesia y no me gustó como me miraban un par de señoras con velo a las que adelanté y encima vi que el mendigo que estaba en la entrada no me sacaba la vista de encima. ¿Pero qué pasa hoy? Ya empezara la misa. Me colé adelante y fui a arrodillarme al lado del Presidente de Acción Católica, Rogelio. Me echó una mirada terrible, impropia de él y además, en la Iglesia.

- ¡Eres un bárbaro! ¡Fuiste al boxeo! ¿Cómo tienes el valor de entrar así a la Iglesia y presentarte así ante el Señor?

- Pero ¿qué pasa?

- ¡Como que pasa! ¿Cómo tienes el valor de asistir a misa con toda la chaqueta salpicada de sangre?

De verdad, que no recuerdo muy bien como desaparecí.

Te puede interesar