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La planificación del huerto

Un hombre prepara su pequeño huerto.
photo_camera Un hombre prepara su pequeño huerto.
Existen numerosas "asociaciones beneficiosas" que pueden llegar a darse para un cultivo 

Cuando estamos planificando un cultivo, lo primero que debemos tener e cuenta, es cuál será nuestra explotación y objetivo, ¿qué queremos cultivar? Una vez tengamos claro en qué consistirá nuestro cultivo, debemos planificar el terreno del que disponemos, teniendo en cuenta el marco de plantación. Con el marco y el cultivo ya pensados solo quedaría elaborar un calendario al que recurriremos para consultar posibles acciones que necesite nuestra explotación y elegir los recipientes y el método de riego.

Para saber que cultivar tenemos que saber que necesidades tiene cada cultivo y cuales de estas podemos facilitarle. Tenemos que tener en cuenta el tamaño del huerto. Si tenemos una pequeña terraza, podemos hacer, por ejemplo, un huerto en mesas de cultivo. Para espacios pequeños van muy bien los huertos verticales o los macetohuertos, mientras que si disponemos de un pequeño jardín podemos optar por el huerto en bancales.

También es importante elegir el sistema de riego, ya que, si tenemos una explotación un poco grande, el riego manual puede ser muy tedioso. Los más recomendados y comunes en huertos ecológicos son los sistemas de riego localizado que favorecen el ahorro de agua, como el riego por goteo, la microaspersión o la cinta exudante.

El marco de plantación que mencionábamos antes, es la distancia entre cada planta del cultivo, en horizontal y vertical. Este aspecto es muy importante ya que un marco de plantación inadecuado puede resultar en malformaciones. Cada especie necesita su propio espacio de desarrollo y si hay varios individuos en el mismo, se entorpecen y se “roban” agua y minerales el uno al otro, dejándonos con dos individuos enfermos.

También hay que tener en cuenta la compatibilidad o incompatibilidad entre especies (hay hortalizas que no conviene poner juntas y otras que tienen asociaciones beneficiosas con ciertas plantas). Las necesidades de cada tipo de cultivo son distintas y se complementan, por lo que aprovechar estas diferencias mediante la asociación de hortalizas nos puede servir para minimizar la relación de competencia entre plantas que crecen juntas y la propagación de plagas y enfermedades.

Existen muchas asociaciones beneficiosas para un huerto, pero no tienen por qué darse al unísono, como, por ejemplo, el uso de leguminosas, que captan el nitrógeno atmosférico, para recuperar un terreno tras la plantación de una especie voraz como el maíz, las cucurbitáceas o la zanahoria. Existen también las asociaciones que, si han de darse al mismo tiempo para obtener los beneficios, como, por ejemplo, Asociar el cultivo de frutas y hortalizas con plantas florales y aromáticas (como la menta o la albahaca), que alejan las plagas o atraen a insectos beneficiosos que favorecen el control biológico, como la caléndula, que atrae enemigos naturales del pulgón verde.

Estas interactuaciones entre diferentes especies no son solo beneficiosas, también existen los casos contrarios. La zanahoria no hace buenas migas con el apio o la remolacha; al tomate le ocurre lo mismo con el hinojo, la patata, el pepino y la remolacha; el pimiento y la patata; la lechuga con el apio y el perejil. Estos son solo unos ejemplos de todas las asociaciones perjudiciales que se pueden dar, la mayoría causadas a la hora de plantear

una rotación de cultivo debido a las necesidades de estas especies. Si plantaste patatas en un terreno, no puedes plantar tomates después, por ejemplo, ya que la patata es una especie muy exigente que toma muchos recursos del suelo y el tomate es una especie que requiere también de muchos recursos, los cuales no va a encontrar, debido a la presencia previa de la patata.

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