CON PRIMA DE RIESGO

El Brexit, la patata da Limia, la pesca y los gallegos por el mundo como invitados

Ideas sobre cómo la macroeconomía es fruto de pequeñas decisiones

El Brexit es uno de los términos de moda en este año, fruto de la decisión electoral del pueblo británico pero de consecuencias inimaginables. La historia empieza un 23 de junio de 2016 cuando 17.410.742 ingleses dicen no al proyecto europeo. Como curiosidad, ¿saben cuándo ha sido el día que más visitas con origen inglés ha tenido la web de la UE donde se explica que es el proyecto de la Unión? Pues la respuesta es: el día 24 de junio, el día después del Brexit. A mala hora ¿verdad? 

Pero Inglaterra siempre ha sido el socio díscolo de la Unión con sus reparos a la pérdida de soberanía y el recelo económico a los países más pobres. A la vez Inglaterra es uno de los países menos solidarios del proyecto. Como ejemplo, en el último acuerdo, previo al Brexit, de reparto de presupuesto, la UE aceptaba que Inglaterra recuperase todo el presupuesto que aportaba a la Unión rompiendo la máxima de la solidaridad de Europa. Paradójica situación. Actualmente Europa pide unos  60.000 millones a Londres por su salida de la Unión. Otro dato para la reflexión europeísta: territorios con gran recepción de fondos europeos, como el caso de Gales, han sido de los más proclives a la salida.

El proyecto de que Europa está claramente en crisis se lleva hablando desde el año 2012 del Grexit, la salida (expulsión) de Grecia de la UE y al final es Reino Unido, después de pertenecer 43 años al proyecto europeo, quien lo abandona por falta de “interés”. 

Pero la pregunta es, ¿por qué el Brexit? Los analistas políticos hablan de una situación donde el Reino Unido rural apostó por la salida de la Unión. La agricultura siempre es el caballo de batalla de la Unión. Los informes hablan de la fuerte oposición del sector primario (pesca y agricultura) a la pertenencia de la Unión. Alguien tendrá que explicarles dos asuntos: de un lado, las ayudas a la producción que reciben las paga Europa y no el gobierno de la Reina y en segundo lugar, y como ha sido reconocido por la primera ministra Reino Unido, esas ayudas serán perdidas porque no se pueden asumir de forma unilateral. Paradójicamente Reino Unido es un país deficitario en alimentos de los cuales el Reino de España es uno de los suministradores y que con la caída de la libra, presente y futura, ha encarecido y encarecerá los productos de la cesta de la compra de los ingleses. Por tanto la negociación del futuro Brexit tiene amplias ramificaciones, como preguntarse si la PAC está siendo gestionada de forma adecuada para los intereses de la Unión o si en las negociaciones de la salida de Reino Unido los alimentos se convertirán en armas arrojadizas entre las partes al estilo de Rusia. Rusia ese país ahora amigo de Reino Unido y que en muchos círculos se le acusa de haber “influenciado” en la campaña del Brexit. 

Pero el verdadero debate de la derrota de los europeístas es cómo Europa puede contrarrestar los efectos negativos (positivos también tiene) de la globalización. Un dato para el debate: se calcula que solo Londres, el gran baluarte europeísta, ha podido llegar a perder cerca de 700.000 puestos de trabajo que han “emigrado” a otros países del mundo. Por tanto, la duda es si es lícito la política proteccionista que el gobierno de su Majestad quiere implementar y si es una solución adecuada al problema planteado. Y sobre todo si la solución es expulsar a españoles “cualificados”. El problema del Brexit nos afecta a todos los gallegos. Galicia le vende alimentos, conservas, maquinaria, material de construcción, etc. Habrá que preguntarse si el proteccionismo de la isla es bueno, para Galicia. En el corto plazo no, la caída de la libra facilita el turismo en Londres, y mejora la competitividad de las empresas inglesas sin hacer ningún esfuerzo de ajustes como en el caso gallego. Además esa caída del cambio monetario puede mejorar la posición competitiva del sector de automoción ingles, (Nissan ya ha apostado con fuertes inversiones por la planta de Reino Unido caso que no ha pasado con la de España), y del sector de producción en general. Habrá que preguntarse que pasará con las inversiones de Iberdrola en Escocia y por lo tanto con los pedidos a Navantia. O con el sector pesquero vinculado a las capturas en esta parte del mundo.

También puede provocar el retorno de cientos de gallegos que eligieron Reino Unido como destino personal así como el retorno de empresas que ya no vean en la isla un futuro económico o incluso la llegada de empresas de la isla a empezar proyectos en Galicia. 

Los análisis hablan de que el motor del Brexit ha sido el descontento del sector primario, más los parados de larga duración más el espacio rural en general. Pero la agricultura no representa más allá del 0,5% del PIB de Gran Bretaña y no alcanza a más de un 1% de los más de 60 millones de trabajadores ingleses.  Por tanto como dijo Ser Winston Churchill,”Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”.

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