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Época de subida de tipos en Estados Unidos

Money concept showing a wave of US dollar bills
photo_camera imagen de dólares.

En el decimoséptimo album del artista “Wrecking Ball”, muchos de cuyos temas hacen referencia a la desoladora situación económica en la que la crisis del año 2008 sumió al mundo

En febrero del año 2012, Bruce Springsteen, uno de los iconos del rock and roll, lanzó el videoclip de la canción “We Take Care of Our Own”, que un mes más tarde se incluyó en el decimoséptimo album del artista “Wrecking Ball”, muchos de cuyos temas hacen referencia a la desoladora situación económica en la que la crisis del año 2008 sumió al mundo y, en especial para Springsteen, a muchas ciudades de los Estados Unidos, trayendo consigo un importante incremento de la desigualdad y de las injusticias sociales.


Los primeros versos de la canción dicen algo así como: “He estado llamando a la puerta que sostiene al trono./He estado buscando el mapa que me conduce a casa./Me he encontrado con corazones buenos, que se han  vuelto de piedra./El camino de buenas intenciones se ha secado como un hueso./Cuidamos de nosotros mismos, en cualquier lugar donde ondee esta bandera”.


Tres años después de la publicación de esta canción, los principales indicadores del funcionamiento de la economía norteamericana muestran síntomas de una visible mejora denotando que, en medio de la fragilidad todavía imperante en la economía mundial, Estados Unidos parece haber consolidado su recuperación, reanudando la senda del crecimiento sostenible, como pone de relieve que las perspectivas de evolución del PIB para el período 2015-2019, estiman un crecimiento medio del mismo en el entorno del 2,4%, resultando todavía mejores para el año 2015, donde se prevé que el mismo alcance el nada desdeñable porcentaje del 2,9%.


Aunque, también, todos los datos y estudios existentes al respecto muestran que la brecha de riqueza existente en Estados Unidos es la más amplia registrada en el país desde la Gran Depresión y  ha ido en aumento a lo largo de las cuatro últimas décadas. Así, después de que entre la década de 1930 y la década de 1970 se registrase un significativo reparto más igualitario de la riqueza, esa tendencia se ha invertido de forma que el 0,1% de las familias con rentas más altas han elevado, entre 1970 y 2012, hasta el 22% su porcentaje de participación en la riqueza del país, lo que significa un incremento de 15 puntos porcentuales entre ambas fechas.


Y ello en un contexto en el que los beneficios empresariales están aumentando a una tasa del 2,6%; la tasa de desempleo ha descendido hasta el 5,5%, habiéndose creado solo en febrero de este año 250.000 nuevos empleos en sectores como los servicios de hostelería y restauración, los servicios profesionales y de negocios, el sector de la construcción, el del transporte, y los servicios de salud; con un índice de precios industriales que cayó un 0,5% en febrero; y donde la inflación subyacente se situó en una moderada tasa del 0,2% en febrero de este año,  a pesar de que la productividad  disminuyó un 2,2% en el último trimestre del año 2014 en los sectores industrial y de servicios, y los costes laborales unitarios se habían incrementado un 4,1% en tasas anuales estacionalmente ajustadas.


Los salarios han aumentando un 2,1%, a todas luces insuficiente para compensar el hecho de que la mayoría de los salarios han permanecido estancados en los últimos años, siendo una de las causas de que la renta media de las familias norteamericana se hayan visto reducidas en un 4.5% en el último quinquenio, en un escenario donde el tamaño potencial de la economía estadounidense resulta 1,5 billones de dólares inferior a la que las estimaciones a largo plazo, realizadas antes de la crisis, consideraban que debería haber alcanzado en el año 2015.


Y es en este marco macroeconómico en el que todo apunta a que la FED está a punto de culminar el cambio en su política monetaria iniciado meses atrás con el punto y final de la política de “flexibilización cuantitativa”, adoptada en su día con la finalidad de impulsar a la economía para sacarla de la recesión experimentada a raíz de la crisis económica a escala global iniciada en el año 2008. Este cambio se desarrollará a través de un proceso de suave pero progresivo incremento en los tipos de interés, que pretende actuar como estabilizador de un indeseado sobrecalentamiento económico, regulando el ritmo de crecimiento del PIB y del empleo en un entorno compatible con el mantenimiento de una inflación próxima al 2%.

En general, un aumento en los tipos de interés puede estar provocado, entre otros, por los siguientes factores fundamentales: a) por la imposición de restricciones al crecimiento de la oferta nominal de dinero y/o elevaciones directas en la tasa de interés a la que los Bancos Centrales descuentan la liquidez que les solicitan los bancos comerciales para atender a sus necesidades de financiación. Son medidas implementadas por los Bancos Centrales al objeto de combatir procesos de aceleración de la inflación: b) para revaluar la moneda de un país o defenderla de una devaluación producida como consecuencia de factores externos a la economía de dicho país; c) para captar dinero por parte del Tesoro Público, mediante la emisión de bonos generalmente a medio y largo plazo, ya sea para cubrir déficits del sector público o para atender al pago de la deuda; d) como respuesta ante subidas de tipos de interés en países extranjeros que puedan provocar salidas de capitales en busca de una mejor relación rentabilidad-riesgo.


No obstante, dado el elevado pragmatismo del que siempre ha hecho gala la Fed a la hora de tomar sus decisiones y teniendo en cuenta las particularidades de la economía norteamericana, la primera razón que hay detrás del anunciado incremento de los tipos de interés en Estados Unidos, tiene que ver con el exceso de reservas de liquidez que, como consecuencia de la política de “flexibilización cuantitativa” practicada en los últimos años, el sistema bancario norteamericano mantenía en sus balances y que resultaba  muy superior a las demandas de financiación provenientes de las empresas y de las economías domésticas.  Desde el año 2008, la Fed ha pedido prestado al sistema bancario alrededor de 3 billones de dólares más, pagando un tipo de interés del 0,25% por esos fondos, que a su vez utilizó para comprar bonos del Tesoro a 10 años, ganando un 2,5% en esta operación.


Mientras la economía estaba en recesión o con crecimientos estancados o muy bajos, las tasas de retorno de la rentabilidad de los negocios se mantenían bajas y los bancos comerciales no tenían incentivos para prestar a la economía real en lugar de hacerlo a la Fed. Pero cuando el crecimiento económico ha empezado a repuntar, el sistema bancario puede elegir entre seguir prestando a corto plazo a la Fed a unos tipos bajos, o financiar a la economía real a unos tipos superiores. La Fed, tiene por tanto un problema para continuar manteniendo sus fuentes de financiación, que renueva a corto plazo, con las que atender la inversión comprometida en bonos del Tesoro a largo plazo de 10 años.
Y ello pone a la autoridad supervisora norteamericana ante un cuádruple dilema. Por una parte la Fed debería elevar los tipos de interés al objeto de limitar sus propios riesgos financieros y de pérdida de liquidez como conjunto de entidades con autonomía propia para la gestión de sus balances y cuentas de resultados.


En segundo lugar, el aumento en los tipos de interés tendría su razón de ser para prevenir posibles incrementos de la inflación por encima del nivel que, como máxima autoridad monetaria, tiene fijado como techo. Y aquí habría que considerar el hecho de que, si bien históricamente se ha demostrado que la inflación tiende a acelerarse de un modo suave, de tal forma que se la debería poder controlar mediante el uso de la política monetaria que, adecuadamente regulada en tiempo e importes, podría, teóricamente, mantener controlado el ritmo de su crecimiento, los riesgos son mayores cuando se trata de valorar los efectos que una subida de tipos de interés puede tener sobre la recuperación de una economía que, aunque está dando muestras de solidez en la sostenibilidad su crecimiento, resulta hoy mucho más volátil que en el pasado como consecuencia de la globalización.


En tercer lugar, la decisión sobre una subida de tipos podría comprometer la incipiente recuperación económica, la cual puede verse afectada por diversos factores exógenos que se escapan a su control por derivar de posibles contingencias de carácter geopolítico en los “puntos calientes” del panorama mundial, así como del comportamiento de la economía mundial y fundamentalmente de lo que pueda ocurrir en las economías de Europa – con el quebradero de cabeza del “grexit” pendiente de solucionar -, y de Japón – donde la “abenomics”, todavía no ha demostrado su capacidad para sacarlo de la atonía en la que lo sumió la “década perdida” de desinflación y estancamiento-.


Por último, estrechamente vinculado a lo anterior, la Fed también estaría vigilando, además del termómetro de la temperatura de su propia economía nacional, los efectos que una subida de tipos podría tener sobre los flujos de capitales, que podrían fortalecer aún más la escalada del dólar, generando tensiones en el comercio internacional que podrían retroalimentar negativamente a la propia economía interna norteamericana, puesto que como consecuencia de las fuertes interrelaciones económicas a nivel internacional, una subida de tipos de interés en USA ocasionará, vía revaluación del dólar, una mayor carga de la deuda para los países deudores en dólares, así como déficits en la balanza comercial USA y un incremento de las presiones proteccionistas para proteger los productos fabricados en el interior del país, que tenderán a ser sustituidos por los producidos en el exterior al resultar más baratos para el consumidor y para las industrias importadoras norteamericanas  
Adicionalmente, también habría que considerar los impactos de una subida de tipos en otras cuestiones como el aumento en el coste de los préstamos.

Esta circunstancia reduciría la rentabilidad de proyectos empresariales viables a los tipos vigentes, pero que dejarían de serlo a tipos de interés superiores. Además, podría ocasionar una disminución de la renta disponible de los hogares y empresas endeudadas a tipos de interés variables, aparte de un  mayor incentivo a ahorrar, y la caída de la propensión a gastar, con sus perversos efectos en una economía cuyo crecimiento  depende crucialmente del comportamiento de la demanda interna de bienes y servicios por parte los consumidores nacionales. También hay que señalar el aumento en los pagos por intereses de la deuda del gobierno norteamericano, que podría redundar en futuras subidas impositivas; sin olvidar el retardo de entre 12 y 18 meses que una subida de tipos puede tener sobre la actividad económica, que, en un contexto de elevada volatilidad como el actual, podría desestabilizar la confianza de los mercados provocando efectos inesperados en los mercados financieros, traduciéndose en impactos negativos sobre el crecimiento y el empleo.


Así las cosas, el calendario de las esperadas subidas de interés y los sucesivos niveles en los que los mismos deberían ir situándose en cada momento del futuro a corto y medio plazo, no va a depender únicamente de las perspectivas de evolución de una economía en franca recuperación, sino también del efecto financiero en las cuentas de la propia Fed, así como de las expectativas de evolución de la inflación y, particularmente, de la inflación subyacente, que a su vez va a depender, en gran medida, del comportamiento de los salarios en un mercado de trabajo donde la retribuciones medias por hora solo aumentaron un 1,7% durante 2014, sin olvidar la consideración de otros elementos derivados de la repercusión que dicha elevación de tipos pueda tener sobre las economías de Europa, Japón y de las economías de los países emergentes para los que la prematura elevación de los tipos de interés norteamericanos podría tener consecuencias imprevisibles, al aumentar la carga de su deuda nominada en dólares y provocar una relativa escasez de capitales que huirían hacia los Estados Unidos en busca de una mayor rentabilidad.


Teniendo en cuenta lo anterior, los tipos de interés norteamericanos no deberían de comenzar a subir hasta que Fed no tuviese el firme convencimiento de que la inflación puede repuntar hasta aproximarse a tasas en el entorno del 2% que tiene fijado, como objetivo a mantener, junto con el de lograr la estabilidad del crecimiento económico y del empleo. De hecho, esto explicaría el retraso producido sobre las fechas inicialmente contempladas por los mercados, que descontaban que la misma tendría lugar en la primavera de este 2015, y que ahora parece que ya no tendrán lugar antes del próximo mes de junio, sin que tampoco puedan aún descartarse la existencia de ulteriores retrasos antes de que la Fed se decida a actuar elevando los tipos.


Por lo que resulta comprensible la prudencia con la que Janet Yelling, presidenta de la Reserva Federal norteamericana, está afrontando el nuevo y previsible futuro escenario de subida de tipos, máxime cuando al inicio de su mandato manifestó claramente su sensibilidad y su preocupación por las consecuencias que las políticas monetarias bajo su responsabilidad pueden tener sobre el empleo y, por ende, sobre un mejor reparto de los beneficios del crecimiento económico que la Fed tiene como objetivo impulsar, y que ojalá sirvan para responder favorablemente a las preguntas formuladas por Bruce Springsteen en los últimos versos de la canción con la que comenzábamos este artículo:“Dónde están los ojos con ganas de ver./Dónde están los corazones que rebosan compasión./ Dónde está el amor que no me ha abandonado. / Dónde está el trabajo que forjan mis manos y mi alma libre. / Dónde está el espíritu que reinará sobre mí. / Dónde está la promesa, de un mar resplandeciente en la otra orilla. / En cualquier lugar donde ondee esta bandera, / cuidamos de nosotros mismos”.

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