EURO

¿Habemus "Greecin"?

Stormy sky over flooded lighthouse
photo_camera Deuda griega.

Laas sucesivas refinanciaciones hacen que, en la práctica, la deuda de un país raras veces se paga

Como he comentado en otras ocasiones el problema real de Europa con Grecia no es tanto con la deuda o con una posible quita de la misma, puesto que su tamaño de 321.000 euros resulta ínfimo comparado con el PIB de la eurozona, que asciende a aproximadamente 10 billones de euros, sino con las reformas necesarias para permitir la definitiva modernización de la economía griega.

Y a este respecto, para lo países europeos – siempre con Alemania a la cabeza -, la cuestión de fondo con la deuda pública (de Grecia o de cualquier otro país) estriba en mantener su valor facial, de forma que este siga perpetuándose en el futuro, viéndose reducido únicamente por los repagos que cumpla realizar en el momento de los sucesivos vencimientos que se vayan produciendo a lo largo del tiempo.

Este mantenimiento del valor facial de la deuda, sirve para “vender” a la ciudadanía la ilusión de que los compromisos terminarán pagándose algún día, aunque la realidad nos lleve por otro camino, cual es el hecho de que, en muchas ocasiones, las sucesivas refinanciaciones de la misma significan una “patada hacia delante”, que hacen que en la práctica la deuda de un país raras veces termina de pagarse.

En este contexto, lo importante es la credibilidad que el deudor pueda ofrecer a los acreedores de que será capaz de atender puntualmente el pago de los intereses y la devolución del capital principal cada vez que toque realizar una amortización de las cantidades adeudadas, bajo la premisa de que resulta muy difícil que un país pueda quebrar.

Y aquí es donde entran en juego las reformas que las “instituciones”, antes conocidas como   “la troika”  (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), exigen realizar al gobierno griego, porque son estas reformas las únicas que pueden garantizar que a futur, Grecia será capaz de generar suficientes ingresos para atender a sus compromisos de repago de los vencimientos de la deuda,  y que los fondos aportados por las “instituciones” no serán la punta de lanza de nuevos compromisos necesarios para continuar subvencionando una economía a la que se le exige que empiece a funcionar por sí misma, siendo este el auténtico caballo de batalla de las negociaciones entre el gobierno griego y las “instituciones”.

A partir de los datos incluidos en el Cuadro que acompaña estas páginas,  podemos comprobar que el mayor porcentaje de devolución del capital principal con sus correspondientes intereses de la deuda griega del año 2015, se produce en los meses de julio y agosto que, juntos, concentran más   del 53% del total de todo el ejercicio.

Y es con esas cartas en el mano, con las que los interlocutores europeos - y también el Fondo Monetario Internacional -, están jugando fuerte en las negociaciones con el gobierno griego, partiendo  del convencimiento de que Grecia es la que tiene más que perder en este proceso, prefiriendo arriesgar por la que consideran una baja probabilidad de salida de Grecia del euro y la subsiguiente quiebra del principio de irrevocabilidad bajo el que nació la moneda única europea - que dice que una vez que un país ha entrado a formar parte de la eurozona, ya no se contempla que pueda abandonarlo -, antes que aceptar lo que consideran un peligroso riesgo de contagio de las economías de los países periféricos – e incluso de Francia e Italia - , que podría producirse si se aceptase la singularidad griega y se sentase el precedente de que un país rescatado con los fondos europeos diese marcha atrás en sus compromisos de reformas y de contención del déficit público, sin sufrir las consecuencias que conlleva el incumplimiento de los compromisos asumidos para obtener los fondos necesarios para continuar dentro del área del euro.

Una vez sobrepasados los cruciales meses de julio y agosto, y a partir del año 2016, el calendario de amortización de la deuda griega se suaviza considerablemente durante un período de otros 10 años, permitiendo al gobierno de este país liberar fondos que pueden destinarse a otros fines y que “las instituciones” quieren que se empleen en “enseñar a pescar”  tanto al sector público como al sector privado de la economía griega, en vez de “dar de comer” a unas instituciones y empresas que durante muchos años han estado fuertemente subvencionadas, en buena parte con los fondos comunitarios.

Ahora los riesgos de contagio han disminuido considerablemente desde el año 2009, cuando Grecia solicitó el primero de los rescates a los que se vio abocado el país. En un contexto en el que las instituciones y organismos europeos están mucho más armados que en aquel entonces, y que el resto de los países periféricos - España, Irlanda y Portugal - con dificultades han acometido profundas reformas estructurales que, aunque incompletas, han servido para fortalecer sus economías. Sin olvidar que los mercados de valores y de bonos europeos apenas se han resentido por los vaivenes registrados en las negociaciones en los 3 meses de enero, febrero y marzo, transcurridos desde el inicio de las mismas. Y que  los vaivenes registrados en los mismos son achacables, fundamentalmente, a otros factores como son la crisis de Ucrania, las expectativas acerca de cuándo se materializará la anunciada subida de tipos en Estados Unidos, la devaluación del euro y la libre convertibilidad del franco suizo y de otras monedas de fuera de la eurozona, o la caída del precio del petróleo con sus impactos sobre la industria energética. No podemos ignorar, sin embargo, que la salida de Grecia del euro también ocasionaría contratiempos de difícil valoración, porque nunca antes se había presentado una situación similar.

Así, el abandono de la eurozona por parte de Grecia, traería consigo la ruptura de uno de los principios “a priori” inviolables sobre los que los mercados han construido su confianza en el euro, y que no es otro que el llamado el principio de la irreversibilidad, por el que un país que ha entrado a formar parte de la eurozona, ya no la abandonará.

El temor a la ruptura de este principio se deriva de los previsibles ataques especulativos de los mercados, que siempre estarán en condiciones de elegir el momento que más convenga a los intereses de los inversores privados internacionales que los desencadenen, contra cualquier otro país que forme parte de la eurozona.  Siendo España, Portugal e Italia, las piezas de caza más codiciadas, para provocar una situación de debilidad en el área del euro que, en el mejor de los casos, derive en una Europa de dos velocidades, con un pequeño núcleo de países satélites del gigante alemán y en el que también podría estar Francia, que seguirían conformando una unidad monetaria y que, en el peor de los mismos, podría desembocar en una ruptura total de la eurozona y la vuelta a las monedas nacionales preexistentes a la misma.

Y a pesar de que esta situación es improbable, no es imposible, y ya se produjo en el pasado, como por ejemplo cuando en agosto de 1992, y en tan solo 24 horas, el ataque especulativo de los fondo de inversión comandados por George Soros, pusieron contra las cuerdas al Banco de Inglaterra, provocando el abandono de la libra del “Mecanismo de Tipos de Cambio” en el que había entrado tan solo dos años antes y que vinculaba la fluctuación de la libra a la del marco alemán dentro de una bandas de flotación predeterminadas.

En este escenario, aunque las consecuencias resultarían todavía más devastadoras para Grecia, cuya economía se desangraría por la masiva fuga de capitales, la quiebra de su sistema bancario, la imposibilidad de atender el pago de las pensiones y de los salarios de los funcionarios públicos, entre otras, plausiblemente también asistiríamos a un largo y turbulento período de inestabilidad en los mercados, que alargaría la situación de estancamiento y deflación en la que todavía nos encontramos instalados, ahogando los tímidos indicadores macroeconómicos que señalan que Europa podría estar abandonándola, y cuestionando la ya de por sí discutida efectividad de las medidas de flexibilización cuantitativa implementadas por el Banco Central Europeo, con el subsiguiente indeseado riesgo de entrar en un estado de “spanic”, “portugalic” , “irlandic” e incluso “italic” o “francic”.

De este modo, en el momento de escribir este artículo, en que todavía permanece abierta la incierta negociación con la Comisión Europea, la situación se asemeja a la de aquel chiste en el que en medio de una intensa tormenta, sin apenas visibilidad, dos operadores radiotelegráficos se ponen en contacto y, en medio de fuertes interferencias,  establecen el siguiente diálogo:

Radiotelegrafista 1: Aquí el buque de guerra “Prometeo” de la marina de guerra griega. Vemos sus luces de posición aproximándose por nuestra proa a una distancia estimada de 2 millas, en rumbo de colisión con nuestro barco y les ordenamos que viren a estribor para evitar un abordaje.

Radiotelegrafista 2 de “las instituciones”: También nosotros vemos sus luces de posición y les pedimos que cambien su rumbo para eludir colisionar con nosotros.

Radiotelegrafista 1: Le repito que somos el buque de guerra “Prometeo”de la marina de  guerra griega, y si no se apartan de nuestro rumbo en treinta segundos, abriremos fuego.

Radiotelegrafista 2 de “las instituciones”: Hagan ustedes lo que quieran, pero tengan en cuenta que nosotros somos un faro.

Por lo que en aras del bien común, lo deseable es que al final impere la sensatez en todas las partes y se consiga alcanzar un acuerdo de mínimos, válido para todas ellas, que permita a Europa encarar su futuro con la estabilidad que en estos tiempos revueltos necesita para continuar avanzando en busca de la prosperidad perdida y a Grecia abrir un nuevo futuro de posibilidades que le permita a corto plazo aliviar las situaciones de mayor urgencia económica y social, y a largo plazo caminar por la senda de un país viable que ha encontrado en la Europa que contribuyó a crear, el mejor socio en el que crecer y desarrollarse, evitando los cuatro grandes peligros que asoman por el horizonte de: a) para Grecia, eludir el colapso que hubiera supuesto su abandono del euro; b) para Europa, esquivar la dolorosa comprobación de los que hubiera podido suceder si se conculcase el principio de la irreversibilidad; c) impedir el peligro de contagio a otros países de la eurozona, lo que obligarían a una revolución en la manera de entender Europa y reformular el recién estrenado modelo de funcionamiento de las instituciones creadas a raíz de la crisis financiera de 2008; d) y por último, huir de los coqueteos de Grecia con Rusia y China para que fuesen ellos los futuros garantes de su futuro, con las contrapartidas geopolíticas que ello hubiera supuesto y que afectarían tanto a la confianza en la capacidad de Europa para solucionar sus propios problemas, como a la puesta en duda de la supervivencia de organizaciones que han contribuido a cohesionar a los países occidentales, como la OTAN, y que podría desembocar en un reequilibrio de las relaciones internacionales afectando al prestigio de Europa, con la consiguiente debilitación de su influencia no solo económica, sino también política y de imitación de sus arquitecturas sociales y culturales, englobadas bajo los genéricos calificativos de democracia y economía de libre mercado.

Te puede interesar