ÁGORA ECONÓMICA

Los juegos del petróleo en teoría

En los años 50 del siglo pasado surgió la teoría de juegos de la mano de matemáticos como John Nash y John Von Newmann. 

A la teoría de juegos se recurre, por ejemplo, para intentar explicar la guerra de precios y fijación de niveles de producción por parte de los países productores de petróleo, y en concreto, para comprender las distintas posturas ante la caída en picado de la cotización en los últimos dos años y el probable acuerdo sobre los niveles de producción al que van a llegar los principales productores en la cumbre de Doha que tendrá lugar hoy domingo.

Uno de los patrones de comportamiento más conocidos que deriva de la teoría de juegos es el equilibrio de Nash, en el que dos jugadores tienen que escoger entre dos posibles decisiones tal que el mencionado equilibrio se produce cuando la elección del jugador A es óptima, dada la elección de B, y la de B es óptima, dada la de A. El equilibrio de Nash puede interpretarse como un par de expectativas sobre la elección de cada jugador, tal que, cuando uno revela su elección, ambos se posicionan de forma que ninguno de las dos quiere cambiar de conducta. Así, aplicado al mercado del petróleo, si Arabia Saudí, jugador fundamental en este mercado, decide aumentar la producción y abaratar los precios, otros jugadores como Rusia responderán también aumentando la producción para mantener su cuota de mercado, intensificando el desplome de la cotización. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido este último año y medio. Si un país optase en este caso por contener la producción para mantener el precio, esperando una decisión concertada que favorezca a todas las partes, abandonaría esta táctica si las expectativas le dicen que el resto de jugadores no siguen la misma línea. Así, los principales productores no dejarán de bombear crudo en grandes cantidades hasta que no exista un pacto firme y concreto para contener la producción. Y esto último es el objetivo de la cumbre de Doha. El pasado martes se filtro una información del gobierno ruso en el que se anticipaba un acuerdo con Arabia Saudí para moderar la producción y sostener los precios. Ya una semana antes, también las autoridades rusas transmitieron, en este caso abierta y públicamente, su disposición a alcanzar y mantener el precio del barril en torno a los 50 dólares como valor razonable. Arabia Saudí, por su parte, no ha desmentido la información y todo parece indicar que se producirá el acuerdo. El principal escollo para los saudíes se centra en valorar las expectativas de que Irán, rival de influencia geopolítica y de confesión religiosa en el mundo árabe, no utilice el acuerdo para incrementar la producción y beneficiarse al mismo tiempo de un posible acuerdo de los países de la OPEP y Rusia para incrementar el precio. Arabia Saudí no quiere outsiders, mucho menos Irán, que violen el acuerdo y se separen del equilibrio de Nash. O todos o ninguno.

Aún teniendo en cuenta la utilidad de este marco de expectativas, las decisiones en el mercado del petróleo, tan importante en términos geoestratégicos, no atiendan sólo a posturas de los diferentes jugadores en un mero esquema de expectativas sobre el comportamiento del resto de jugadores en una mera relación producción-precios a corto plazo. Así, para comprender mejor la reciente evolución de precios hay que remontarse dos años atrás.  En el mes junio de 2014 los precios del petróleo de producción OPEP cotizaban a 104 dólares, seis meses más tarde habían bajado hasta los 44 dólares, un año y medio después, a inicios de 2016, tocaron fondo sobre un soporte de cotización de tan sólo 25 dólares. Este excepcional descenso se atribuye, por la parte de la demanda, a la desaceleración del consumo propiciada, sobre todo, por la ralentización de la economía china y el bajo crecimiento europeo, que a la postre produjo, como efecto colateral, un progresivo deterioro de las cifras macroeconómicas de los países exportadores de materias primas. Por otro lado, en términos de oferta, tuvo lugar un notable incremento de la producción. Según la mayoría de las estimaciones, entre 2010 y 2015 la media de barriles diarios ascendió más de un 15%, siendo Norteamérica el área que en una primera fase propulsó la oferta con la utilización del fracking en nuevos yacimientos. De este modo se abría un nuevo juego y países como Arabia Saudí tenían que apostar en un nuevo escenario más complicado. Su estrategia se trazó en el supuesto que podríamos denominar de las dos orillas. Por un lado podía aumentar a su vez su propia producción, como así hizo, provocando el derrumbe de precios para forzar la entrada en pérdidas de las nuevas prospecciones y los proyectos de fracking – los cuales sólo eran rentables con un precio alto del crudo -y  mantener la cuota de mercado con vistas al medio plazo. Por otro lado no podía estirar en exceso la bajada y por demasiado tiempo sin provocar un riesgo de crisis mundial con el hundimiento de los países exportadores de petróleo a la cabeza. Una recesión global colapsaría la demanda por un largo periodo de tiempo. 

Como resultado, en el último año han quebrado gran parte de las empresas norteamericanas de fracking y se han abandonado la mayoría de proyectos de nuevas exploraciones. La estrategia marcada por Arabia Saudí parece haber dado fruto y cuando el crudo vuelva a cotizar al alza habrá menos competencia para los productores tradicionales, con el efecto disuasorio añadido de poder activar una nueva bajada.
Para afrontar la caída de precios Arabia Saudí contaba con suficiente pulmón en forma de reservas para aguantar el deterioro provisional de sus cuentas públicas por los menores ingresos derivados de dicha bajada del crudo. No así los países productores de Iberoamérica, África y Rusia, muchos de los cuales han llegado a una situación límite. 
Ahora, por tanto, parece que toca remar hacia la estabilización de precios y despejar una de las incertidumbres que atenazaban el devenir de la economía mundial. Las bolsas ya han descontado el posible acuerdo de los países productores con importantes subidas, al tiempo que China parece evitar una desaceleración abrupta a partir de nuevas medidas de estimulo, jugando en este caso a favor de la demanda y de una cierta estabilidad de precios, no sólo del petróleo sino también del mercado en general de materias primas. Más allá de que el acuerdo se certifique o no este domingo, todo parece indicar que en 2017 se habrán compensado gran parte de los excedentes actuales y el precio subirá significativamente.
Como en toda teoría de juegos se hace una simplificación, en este caso sobre el comportamiento de los países productores de petróleo y con Arabia Saudí como uno de los actores dominantes. En cualquier caso, las decisiones geoestratégicas responden a muchos intereses cruzados y a un número elevado de variables y de jugadores, entre ellos las potencias de EE.UU. y China, que a buen seguro no han sido espectadores pasivos en los movimientos de esta partida. Volviendo al matemático húngaro John Von Newmann, que citábamos al principio de este artículo como uno de los padres de la teoría de Juegos, siempre se podría decir que “la realidad es demasiado complicada como para permitir nada más allá de meras aproximaciones”
 

Te puede interesar