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Paro, ocupación e inercias pasadas muy presentes

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photo_camera Gráfico de la tasa del paro y tamaño relativo del empleo irregular.

Cerca de 40.000 universitarios gallegos han sido contratados en otras Comunidades a lo largo del periodo 2003-2010

Cualquier análisis del mercado de trabajo en España pasa, necesariamente, por reconocer de entrada el esperpento internacional que supone el nivel de desequilibrio alcanzado: de acuerdo con los últimos datos disponibles en Eurostat, correspondientes al mes de abril de 2015, nuestro país presenta una tasa de paro del 23,8%; porcentaje sólo equiparable, en el contexto de la UE, al observado en Grecia (25,6%). Más aún, la referencia española no resiste la comparación con ninguna de las grandes economías de la eurozona: multiplica por cinco la de Alemania (4,7%), por más de tres la de Holanda (7,0%) y por más dos las de Francia (10,5%) e Italia (12,4%).


A partir de ahí, toda lectura de los datos de evolución que se van conociendo acostumbra a ser dicotómica. Así, los correspondientes a los últimos doce meses permiten concluir -por un lado- que nuestro país reduce el contingente de desempleados a una tasa anual del 8% al tiempo que incrementa el de ocupados a razón de un 3%, también anual. Esto es, a ritmos que -cada uno en su esfera- carecen de parangón en la denominada serie histórica. Pero también -por otro- que el empleo que se genera es mayoritariamente precario y temporal, y con una propensión creciente a la contratación a tiempo parcial. Así, tenemos que sólo uno de cada diez nuevos contratos es indefinido. O que el empleo a tiempo parcial afecta ya a uno de cada cinco trabajadores. Además, la última Encuesta Anual de Estructura Salarial, del INE, pone de manifiesto que más del 10% de los trabajadores percibe una remuneración inferior al salario mínimo interprofesional (SMI), o que los trabajadores con contrato de duración determinada presentan, además, niveles de salario un tercio inferiores a aquellos que disfrutan de un contrato indefinido. Por no hablar de las diferencias de género: el salario femenino continúa representando tres cuartas partes del masculino.


En términos generales, Galicia replica a escala autonómica la pauta hasta ahora descrita para el ámbito nacional. Con más precariedad, si cabe, pero desde una tasa de paro dos puntos porcentuales inferior (21,8%) que ha permitido soportar esta lacra económica y social con una cierta complacencia, plagada de matices. En una parte del interior encontramos el mejor ejemplo. Así, la tasa de desempleo de Lugo, del 16,8% tras la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al primer trimestre de 2015, resulta -con pequeñas diferencias- similar a la observada en el norte industrial de España: en Guipúzcoa encontramos el 13,7%, el 15,7% en Navarra y el 17,3% en Vizcaya. Ahora bien, aquel porcentaje disimula inercias del pasado pendientes de superación. Pensemos que prácticamente coincide también con las registradas en el otro norte del país, despoblado, en buena medida deprimido y eminentemente rural: 15,5% en Soria, 15,9% en Huesca y 16,9% en Lleida.


Así las cosas, a la menor tasa de desempleo gallega ayuda el saldo vegetativo, cada vez más negativo desde 2008, y el inexorable envejecimiento de la población; fenómenos inherentes a la genética demográfica de Galicia pero que -para el caso- facilitan el relevo generacional de la ocupación doméstica. Y que seguirán rindiendo dividendo a medio y largo plazo. No en vano, entre 2008 y 2014, la población en edad laboral de mayor actividad (de 16 a 64 años) se redujo en Galicia en un porcentaje (3,8%) que multiplica por más dos el registrado en España (1,5%). Lo que ha terminado por reflejarse en el paulatino declive de la tasa de actividad, hoy situada (53,5%) a seis puntos porcentuales de la media nacional (59,5%). Y que, a la sazón, ha reducido la competencia en unos 70.000 trabajadores potenciales en un contexto de crisis para el empleo.


El mercado de trabajo gallego ha gozado, además, de la colaboración de un amortiguador oficial y de otro informal: el sector primario y la economía sumergida. El primero apenas sumó dos millares de parados durante los años de mayor destrucción de empleo (2009-2012); muy por debajo (3,3% del incremento total en ese período) de lo que cabría esperar de su participación sectorial en la ocupación (6,4%). En cuanto al segundo, de difícil identificación y medición, disponemos de aproximaciones, siendo la más esclarecedora la diferencia que, durante estos años, se ha venido observando entre la cifra de ocupados que se desprende de la EPA y la de cotizantes que facilita la Seguridad Social; superior en el primer caso en cerca de 75.000 trabajadores a cierre de 2014. En términos relativos, encontramos en las dos provincias interiores la mayor proporción de profesionales en situación irregular, con cerca del 9% del total.


Por último, el saldo migratorio hace, como en el pasado, el resto. Con especial severidad en lo relativo a la generación más joven y dinámica, y mejor formada de la historia de Galicia. Ya en los albores de la crisis, advertía el informe Deficiencias estructurales, emigración interregional y fuga de cerebros, de la Universidade de A Coruña, que cerca de 40.000 universitarios gallegos de todas las edades habían sido contratados en otras comunidades autónomas a lo largo del período 2003-2010. Un capital humano ingente, financiado con cargo al presupuesto gallego, pero al servicio del tejido empresarial y productivo de los demás; fundamentalmente, de Madrid y Cataluña.
En conclusión, Galicia presenta mejor panorama laboral que el resto del país desde el punto de vista más mediático: la tasa de paro. Pero sólo porque todavía se mantienen muy presentes, tras décadas de transformación económica y social, inercias propias del pasado.

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