La productividad del horario laboral, una asignatura pendiente en España

Young girl before movement objects in business

Hace ya unos años, paseando por la calle me llamo la atención una escena que me hizo detener durante un rato. A través de la rendija de una persiana se veía el interior del despacho del director de una oficina bancaria perteneciente a una importante entidad de rango nacional.

Eran aproximadamente las siete de la tarde y en su interior estaba el profesional, en principio muy concentrado. El no creía poder ser visto desde fuera. Pero lo que me hizo parar fue el objeto de su quehacer en ese momento. Estaba leyendo un diario deportivo. Días más tarde lo comenté con un amigo que trabajaba en la misma entidad bancaria y me dijo sin inmutarse que muchas veces estaban esperando hasta que pasase o llamase el jefe de zona, y a partir de ahí ya podían irse tranquilos a casa después de una jornada maratoniana. Se me viene este recuerdo a la memoria porque acaba de salir publicado el plan de una gran empresa también bancaria, JP Morgan, que pretende acabar con el “presencialismo” de sus empleados y adecuarse de manera decidida a métodos más eficientes de trabajo. No vamos a juzgar el rango adecuado de la jornada laboral o los límites del valor el trabajo.

Lo que sí está claro es que estar por estar, cumpliendo horas, es una manera torpe de gestionar los recursos y a la postre la vida. Si uno trabaja muchas horas pero es produciendo, bueno, queda esperar, en el mejor de los casos, que la empresa le recompense o le remunere a uno de manera justa. Sin embargo, España es un país en que se está muchas horas en el trabajo, con lo cual se puede decir que se trabaja mucho, pero se produce con un nivel de competitividad por trabajador comparativamente bajo con relación, por ejemplo, a nuestros socios europeos. Y da lo mismo si lo vemos en global o sector a sector en ámbitos perfectamente comparables.

Volviendo al caso de JP Morgan, el banco de inversión más grande en activos de EEUU, éste ha tomado la iniciativa de dar la orden de “abajo los lápices” a todo su personal, la cual les conduce a no trabajar a partir de una determinada hora y  los fines de semana, uniéndose así a otras empresas de Wall Street para la mejora del equilibrio entre vida personal y profesional y así, entre otras cuestiones, evitar la marcha de los ejecutivos medios, adaptándose de esta forma a las demandas de las nuevas generaciones, las cuales no entienden el concepto de pasar horas sin un criterio definido.

Tomado como ejemplo Europa y confrontando los horarios laborales de España con los países más productivos, estaremos hablando, más que de un horario, de un maratón laboral español para un rendimiento mucho menor que un país como Alemania, donde, según los últimos datos de 2015, un trabajador alemán no alcanza las 1.371 horas al año, 318 horas menos que el trabajador español (1.689 horas al año), siendo, sin embargo, la  productividad del alemán  la más productiva (valga la redundancia) del mundo, con  unos 42 euros por hora frente a la de España, que se sitúa alrededor de unos 32 euros. Así se podría seguir con países como Holanda que se sitúa en una media de 1.425 horas al año, Noruega con 1.427 horas o Francia con 1.489 horas al año, siendo todos ellos países que sirven de referencia de la más alta productividad de ingresos por hora trabajada y caracterizados por unos horarios laborales donde a las 16:30h o 17: 00 h. se da por finalizada la jornada laboral. Estas economías  aúnan dos factores claves para trabajar menos y ser más ricos, como es una optimización del reparto, ejecución y resolución del trabajo y la productividad, esto es, un mayor rendimiento del trabajo en menos tiempo.

A España le queda lejos la eficiencia  laboral y demasiado cerca la cultura del presencialismo, situación a la que quedamos avocados por esa surrealista convicción que permaneciendo más horas en el puesto de trabajo y dar la “impresión estupendísima de estar súper implicado en la empresa y ser un súper trabajador”, nos conduce a una realidad que, yendo contra la propia naturaleza del ser humano y su capacidad de optimización como un talento más,  se consigue lo contrario a un óptimo rendimiento, siendo menos efectivos, menos creativos y si más desmotivados, apáticos, cansados y más deteriorados física y mentalmente.

Para un mejor rendimiento es mejor trabajar por objetivos y para cumplir con ahínco esos objetivos, hay que fomentar la motivación y la sana implicación, lo cual se puede conseguir desde una perspectiva del trabajo teniendo en cuenta, por un lado, la dimensión humana de una empresa y por otro la introducción de la creatividad y la tecnología con criterios de eficiencia. Además una sociedad civilizada debe tener como meta equilibrar la vida personal y familiar, por no hablar de la conciliación laboral con la maternidad y paternidad, pero este tema da por otro artículo. Estoy seguro que la entidad bancaria cuyo profesional alternaba llamadas a clientes con las noticias sobre los últimos fichajes, contaba con un gran profesional en el análisis de ratios de riesgo y valor de cotizaciones en bolsa, pero también tenía a un gran analista deportivo en su equipo, sin saberlo y sin aprovecharlo.

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