José Luis Martín Ovejero: "La mayoría de las mentiras que se cuentan día a día son benevolentes"

Nombre José Luis Martín Ovejero Lugar y fecha de nacimiento Madrid, 1964 Profesión Experto en comunicación Foro La Región Más que palabras, el poder de la comunicación no verbal Según la Real Academia Española (RAE), la mentira es decir algo contrario a lo que se sabe, se piensa o se siente y hay indicadores que nos permiten detectar cuándo nos están mintiendo. Esto analiza José Luis Martín Ovejero (Madrid, 1964), protagonista del próximo Foro La Región, este jueves, a las 20,30 horas en el centro cultural Marcos Valcárcel, en su último libro “Miénteme… si te atreves”. Además de la mentira, Martín tratará en su conferencia -titulada “Más que palabras, el poder de la comunicación no verbal”- cómo el comportamiento y la gestualidad influyen a la hora de contar una historia. En “Miénteme… si te atreves”, cita a un psicólogo que afirma que mentir “es una tarea emocionalmente agotadora y cognitivamente exigente”. ¿Por qué? Hay una gran diferencia entre contar una verdad y una mentira: cuando el cerebro recuerda una historia real simplemente acude al recuerdo y lo exterioriza sin más; sin embargo, cuando mentimos el cerebro hace la doble tarea de bloquear la historia verdadera que sucedió y construir la historia falsa por encima. Además, el cerebro tiene que bloquear tres sentimientos muy habituales: la alegría, la culpa y el miedo a ser descubierto. ¿Qué debe tener una mentira creíble? Debe ser un relato coherente, debe incluir una serie de detalles para que la historia “se venda” bien. El mentiroso debe memorizar la historia, a diferencia del recuerdo, por si acaso se le vuelve a preguntar por esa historia un tiempo después. Hay un factor clave, una historia verdadera puede ser mucho más imperfecta que una falsa, porque el recuerdo no es perfecto y hay constantes rectificaciones espontáneas sobre detalles que se nos van olvidando. Además, el mentiroso debe estar observando constantemente al receptor del mensaje para ver si su historia cuela, mientras que el que dice la verdad está despreocupado por eso. ¿Y un buen mentiroso? Los buenos mentirosos son muy expresivos, suelen ser espontáneos y tienen mucha confianza en sí mismos. Cuanto más hayan mentido mejor lo van a hacer en el futuro. También se necesita una buena memoria, un cierto grado de inteligencia, agilidad mental y ser original. Entonces, si nos miran a los ojos, ¿nos están mintiendo? Socialmente se suele desconfiar de las personas que no nos miran a los ojos, pero esto es radicalmente falso. El “mentiroso malvado” te va a estar mirando para saber como tiene que desarrollar su historia para convencerte. “Que nos miren a los ojos no significa que nos estén diciendo la verdad” ¿Cómo podemos detectar una mentira? La clave está en hacer preguntas. Estas preguntas deben ser abiertas, como por ejemplo, preguntar a qué hora o lugar sucedió la historia, pero sin dar ninguna pista al mentiroso para no ponérselo fácil y sacarlo de su zona de confort. Con esto le estamos obligando a construir una historia en vivo y en directo un añadido a su historia. Ahí debemos ver si su comunicación cambia y alertarnos ante una posible mentira. ¿Todas las mentiras son malas? Hay una visión de la mentira muy equivocada. Todos pensamos en la mentira como algo nocivo, de malas intenciones, pero no tiene por qué ser así. La mayoría de las mentiras del mundo son benevolentes y ayudan a las interacciones sociales. Si todos dijésemos verdades como puños sin ningún filtro sería casi imposible una vida en sociedad. Siempre he defendido que las mentiras son necesarias en la sociedad. Un ejemplo puede ser un encuentro en un portal. Ese día no te has levantado bien y te encuentras a tu vecino, ¿le vas a contar tu vida? No, le dirás que estás bien. Eso es una mentira que ayuda a las relaciones sociales. ¿Cuál es el perfil del mentiroso? No lo hay, todos mentimos. Es más, la mentira es un indicador de inteligencia. A veces, que un niño no mienta nunca puede ser un indicador de un problema en el desarrollo intelectual. Siempre hablando de “mentiras buenas”, que no generen perjuicio a los demás. Si un niño no miente puede tener un problema en su desarrollo” ¿Es la mentira algo innato o que se desarrolla con el tiempo? No hay mucha investigación científica al respecto, pero sí es algo consustancial con el ser humano porque todos mentimos. Está comprobado que niños de 3 y 4 años ya mienten, y la mentira va evolucionando junto a nosotros. Hace una diferenciación entre mentiras “buenas” y “malas”. ¿La sociedad castiga poco esas “mentiras malas”? Depende de cómo afecte la mentira a título personal. No es lo mismo una estafa -que no normaliza nadie- que una promesa electoral hecha en un contexto determinado de campaña. No es que la segunda esté bien vista, pero se asume socialmente. ¿La pandemia nos ha hecho más mentirosos? Hay estudios de diversos científicos que demuestran que las personas pierden el reparo a mentir cuando llevan la mascarilla. Al tener el rostro semicubierto, la persona se siente más protegida que si lo tuviese descubierto. ¿La mascarilla ha hecho más difícil pillar una mentira? Un poco, pero no tanto como lo que se puede llegar a pensar. Contra lo que mucha gente piensa, la mascarilla no tapa las emociones más importantes como la alegría o el enfado, y esto es clave. Uno de los factores para detectar una mentira es observar si el mensaje verbal es coherente con el no verbal, y esto no lo oculta un cubrebocas. Es más, hay cosas que se detectan incluso mejor. ¿Cree que nos gustaría saber todas las mentiras que nos han contado a lo largo de nuestra vida? Ni de broma. Además, una de las grandes ventajas del mentiroso es que, en muchas ocasiones, la víctima espera como respuesta a su pregunta no la verdad, sino lo que quiere escuchar. El ser humano es confiado por naturaleza y tenemos que tener experiencias negativas con alguien para comenzar a preocuparnos por lo que nos está contando. ¿Somos los humanos la única especie que miente? Está demostrado que no. Hay casos de animales, como algunos gorilas, que ha aprendido a mentir a sus cuidadores.