Son varios los nombres de gallegos que han destacado históricamente en los servicios secretos. Entre ellos, dos ejemplos de mujeres, María Docampo y Araceli González Carballo.

Al servicio del espionaje

Imagen del fotógrafo Robert Capa (Budapest, octubre de 1913 -Vietnam, mayo de 1954), en la que un grupo de paracaidistas embarca rumbo a Normandía.
Alfonso Daniel Rodríguez Castelao fue, en su momento, motivo de preocupación para la CIA. El intelectual galleguista viajó a Nueva York en 1938 para recoger apoyos para la causa republicana. Unas declaraciones s sobre la Unión Soviétiva activaron las alarmas de los servicios secretos norteamericanos.
Castelao y su mujer, Virginia Pereira, compartieron traductora con Luís Soto durante su etapa neoyorquina. La que se encargaba de esas tareas lingüísticas y que, en la práctica, acabo por convertirse en la secretaria del intelectual rianxeiro era la gallega María Docampo. Su verdadera profesión no era la de intérprete y, según ha podido acreditarse con posterioridad, esta coruñesa era una agente que trabajaba al servicio del comité antifascista y que, por encargo de la CIA, debía seguir los pasos de Castelao en la Gran Manzana. En la cabeza del intelectual galleguista estaba entonces su ansiada II República, pero el tiempo demostró que no era un elemento peligroso para los americanos.

La de María Docampo no fue una misión arriesgada ni trepidante, pero si pudo influir en decisiones futuras. No tardó en regresar a Galicia, 'escapando de no se sabe que', para intentar comenzar una nueva vida. Se instaló en la localidad coruñesa de Arillo, acompañada de su marido José García Pena, un mexicano conocido por el apodo de 'Jalisco'. El fue quien trunco cualquiera ilusión, tras el retorno a Galicia, cuando en 1948 asesinó a María, su hermana y su madre. La noticia causó extraordinaria conmoción en Sada y abrió muchas incógnitas sobre el móvil de este triple homicidio; Díaz Pardo, Mendez Ferrín y Manuel Guede coinciden en que fue un 'crimen político', un encargo de la CIA.

Su tesis la refuerzan con datos recogidos por Fernández Salgado en su libro 'Jalisco', que documenta el exquisito trato dispensado a García Pena durante su estancia en la cárcel: un grupo de mujeres le llevaba comida todos los días a la celda y durante su etapa en prisión recibió muestras de apoyo del cardenal Quiroga Palacios. Esas visitas fueron interpretadas por quienes estudiaron la figura de 'Jalisco' como una muestra más del éxito de la diplomacia estadounidense y una prueba más de la conexión de María Docampo con la CIA.


LA DERROTA DE HITLER

Mayor trascendencia tuvo la hoja de servicios de Araceli González Carballo. Sus orígenes hay que buscarlos en el seno de una familia acomodada de Coeses (Lugo), donde nació el 6 de julio de 1914. Trabajo en el hospital de Santa María durante la Guerra Civil hasta que, en 1938, vio cumplido su deseo de abandonar la ciudad y se trasladó a Burgos para trabajar con el gobernador del Banco de España.

Era guapa, atrevida y tenía espíritu cosmopolita. Esas cualidades no pasaron desapercibidas para Juan Pujol García, más conocido como 'Garbo'. Fue un flechazo y no tardaría mucho en casarse con este joven oficial que comenzó la guerra del bando republicano y no tardó en pasarse al nacional, para después renegar. El matrimonio, con residencia fijada en Madrid, vio en la invasión alemana de Polonia una noticia preocupante. Temieron lo peor y se dirigieron a la embajada británica para ofrecer su ayuda para intentar frenar el III Reich. La indiferencia de losbritánicos no frenó su insistencia.

Araceli dibujo una hoja de ruta para convertir a su marido en un agente secreto. Pujol se ofreció a los nazis para, de cara al futuro, tener algún valor para los británicos. Los alemanes aceptaron pero exigieron, como prueba de su valía, que consiguiese un visado para Inglaterra. No era una tarea sencilla y Pujol optó por presentar una falsificación 'casi perfecta' que le valió para entrar en el servicio de inteligencia germano, la Abwehr, con el pseudónimo 'Arabel' (en homenaje a su esposa, 'Araceli, la bella').

Le ordenaron trasladarse a Londres, pero el matrimonio fijo su residencia en Lisboa porque no sabía inglés. Desde la capital portuguesa, con lo que leía en los periódicos y lo que escuchaba en las conversaciones de locales frecuentados por personas bien informadas, el matrimonio redactaba los informes que 'Arabel' remitía a sus enlaces con en la Abwehr. Adornaba esas comunicaciones con falsos movimientos de barcos mercantes y datos recabados en las bibliotecas de la capital portuguesas.

Temieron de la eficacia de su trabajo y pensaron que los alemanes podían desconfiar de la información remitida. Araceli toma la iniciativa y viaja a Madrid para simular la desaparición de su marido. Llora ante Federico Knappe, su contacto en la Abwerh, y sus llantos disipan cualquier duda.

Ella también es la que, ya de vuelta a Portugal, consigue entrevistarse con Edward Rousseau, el agregado naval estadounidense en Lisboa. Varias conversaciones bastaron para abrir la puerta del bando aliado y convencer a su interlocutor de que Pujol podría ser muy útil para ellos como agente doble. Consigue que los trasladen a Londres, donde los alemanes le creían desde hacía años, y firma un contrato como intérprete para la BBC con otro nombre clave. El que para los germanos era 'Arabel', con los aliados se hacía llamar 'Bovril'. Su trabajo en el MI5, el servicio de espionaje británico, consistía en enviar a los alemanes informes con mapas distorsionados, objetivos a bombardear y fotografías trucadas de ruinas.

Araceli encontró la felicidad en Londres mientras su marido agrandaba el engaño a los nazis; les hacía creer que contaba una veintena de agentes y presumía de coordinar una red de informantes.

En esas estaban cuando, en 1944, llega la 'Operación Fortitude' con la que los americanos pretendía confundir a los alemanes en los momentos previos a su entrada en Europa. El papel de Pujol como agente doble fue clave para que las tropas germanas creyesen que británicos y estadounidenses desembarcarían en Calais, a 250 kilómetros de las playa de Normandía por las que realmente entraron en el continente. Fue un episodio clave para el desenlace de la II Guerra Mundial.

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