EI nuevo telón de acero de Europa

Un policía ucraniano ayuda a evacuar a una mujer en Kiev.
photo_camera Un policía ucraniano ayuda a evacuar a una mujer en Kiev.


Podemos fatigar a los diccionarios buscando las palabras adecuadas para definir la dolorosa carnicería que Vladimir Putin ha desatado al invadir Ucrania sin encontrar un solo verbo, ni un adjetivo que refleje las trágicas caravanas de dolor y muerte causadas por ese hombre. Hablo de Putin, formado en el corazón de las tinieblas de la KGB, no se detiene ante el horror que causan sus despropósitos expansionistas. Falsea la realidad evitando las palabras, en este caso la palabra maldita, impronunciable es guerra. Solo definir como guerra la invasión de Ucrania; en Rusia, puede suponer quince años de cárcel. Putin y su corte la llaman “operación militar especial”. Calificarla así fue fruto de un espejismo de cálculo.  En el Kremlin pensaban que la conquista y rendición de Ucrania se lograría en una operación relámpago, tres o cuatro días como máximo. Pensaban y decían que los soldados rusos entrarían en las grandes ciudades aclamados por la población, en Kiev, en Jarkov, en Mariúpol, en Odessa. El pasado jueves se cumplió un mes de la malvada guerra, el plan de Putin no ha funcionado, y a la vista de los hechos podemos decir que ha fracasado estrepitosamente. La resistencia del presidente Zelensky y del pueblo ucraniano asombra y admira al mundo. Los rusos no habían previsto una resistencia tan eficaz y decidida, por eso toda su logística se ha complicado. Ven como les falta carburante, les faltan obuses y los soldados bajan de sus tanques para robar comida en los supermercados, no avanzan y por eso multiplican los bombardeos, arrasan ciudades, pero no las conquistan como sucede en Mariúpol. Destruyen hospitales, barrios residenciales, disparan contra colas de civiles indefensos y contra refugios donde la mayoría son niños. A pesar de la devastación que buscan y consiguen, Putin se mantiene en la narrativa de estar librando una guerra de liberación de los ucranianos. Los libera, matándolos. Hace falta ser cínico. Bloqueados a la entrada de las ciudades, los rusos no dudan en utilizar artillería pesada para reducir a escombros lo edificios civiles o lo que sea. Quieren aplastar a Ucrania como hicieron con Grozny en Chechenia o Alepo, en Siria. Si es necesario para doblegar a los resistentes ucranios, Putin no dudara en hacerlo.

Entregada a una pacífica siesta de paz, Europa había olvidado incluso la noción de enemigo. Consideraba a Putin como un tipo difícil, pero no como una peligroso adversario. La guerra de Ucrania ha despertado brutalmente a Europa y al mundo Occidental cuando ve y oye la guerra en sus fronteras. Los polacos escuchan temerosos los bombardeos nocturnos a veinte kilómetros de sus casas. Los búlgaros temen que la guerra pueda llegar a su país. Los suecos analizan el estado de sus refugios atómicos. Los letones eligen las medicinas necesarias para guardarlas en maletines de urgencia. El presidente rumano Klaus Johanis califica la situación de angustiosa. Un sudario de miedos se extiende por Europa. Temen que el puño y el ruido de la guerra puede golpear en cualquier momento a la puerta de los distintos países. Esta guerra de Putin nos coloca ante la realidad de una nueva era geopolítica que nos rebobina a los tiempos en que el mundo estaba dividido en dos bloques profundamente enfrentados por una razón esencialmente doctrinal. Por una parte, el comunismo con epicentro en Moscú y por la otra. el llamado mundo libre, con epicentro en Washington. Un telón de acero separaba a los dos mundos. Desde la capitulación de Alemania en 1945, nadie pensaba en una guerra y ahora, después de siete decenios, nos despertamos viendo como se cometen las mayores atrocidades militares en las mismas puertas de Europa. 

Durante la guerra fría, las fronteras europeas entre el Este y el Oeste estaban separadas por alambradas y muros que impedían a los ciudadanos del Este huir hacia el Oeste. En los últimos decenios grandes empresas estadounidenses y europeas se instalaron en Rusia, entre ellas podemos citar Coca-Cola, McDonad´s, Ikea, Netflix o Zara. Todas estas empresas han cerrado sus sucursales en Rusia y a su vez Rusia bloquea el acceso a Facebook y a Instagran y prohíbe que los medios empleen la palabra guerra para describir la invasión de Ucrania.Una mordaza abyecta sobre su pueblo. Washington y Europa y otros países bajo la influencia USA multiplican sus sanciones económicas contra Moscú. Los efectos por ahora son devastadores, no solo para Rusia cuyas cuentas del Banco Central han sido congeladas y sus establecimientos bancarios han quedado excluidos de la rad de intercambios Swift. Occidente también está pagando un precio importante al depender en buena parte del petróleo y del gas ruso. 

La implacable guerra lanzada por Putin ha despertado a Europa de un sopor de décadas. En este despertar con sonido de bombas en Ucrania, se dio cuenta de que su política de defensa, el sueño desde hace algunos años, seguía en el limbo. Los miembros de la unión Europea hablan de rearmarse, el caso más llamativo es el de Alemania, que en un acrobático salto  ha anunciado la inversión de 100 millones de euros para modernizar sus ejércitos y dedicará el 2% de su PIB a gastos de defensa en los futuros presupuestos. Otros países, entre ellos España, anunciaron que invertirán en defensa el 2% de sus PIB. 

 “El mayor error de Europa es haber subestimado a Putin”, afirma   François Heisbourg, consejero de la Fundación de Investigaciones Estratégicas. Durante la guerra fría, el telón de acero significaba la materialización de un orden de seguridad estable. Putin siente nostalgia de aquella época y actualmente está en una posición dinámica de revisión de fronteras. De momento es Ucrania, pero después podrá llegarle el turno a Moldavia e incluso a los países bálticos. Fue necesaria una guerra para despertar a Europa de su sueño. 

  La OTAN reunida hace tres días en Bruselas con la presencia del presidente norteamericano Joe Biden acordó prestar ayuda con armas ofensivas y defensivas a Ucrania, pero han sido rotundos al negar el apoyo para garantizar la exclusión del espacio aéreo y a participar en operaciones militares internas.  Una intervención de esa naturaleza daría origen a una devastadora terc era guerra guerra mundial. La mayoría de los analistas políticos creen qué, en ese caso, Putin no dudaría en utilizar sus arsenales de armas químicas y atómicas. Estaríamos en una guerra apocalíptica, sin reglas. El telón de acero actual es el miedo al terror.

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