Joe Biden, Xi Jimping y Vladimir Putin, en el escenario de la geopolítica internacional

En el imaginario colectivo se crea el espejismo de que un cambio de año lleva consigo un cambio histórico en la estructura de los hechos y en nuestro pensamiento ilusionado llegamos a apostar por un futuro diferente, pero la historia se mueve por las reglas de la causalidad, los hechos persisten o varían según esas reglas. No por los pasos de fechas que les atribuimos. Este año la nube de un virus perverso bautizado como covid-19 lo cubre todo con un desolado sudario de miedo, enfermedad y muerte. A pesar de todo, los tres grandes tenores que ocupaban y copaban el escenario de la geopolítica mundial el año pasado siguen ahí en una lucha sorda y constante que este año tiene el claro sonido de amenazantes tambores de guerra por parte de Rusia y Estados Unidos a propósito de Ucrania que Moscú amenaza con someterla a su dominio y el conocido como Mundo Occidental empezando por USA envía sonoros mensajes de que se opondrá con decisión al expansionismo de Moscú en esa república actualmente independiente, pero que formaban parte de su conglomerado territorial en tiempos de la URSS (Unión de Repúblicas socialistas soviéticas). En aquellos enfebrecidos días de la disolución de la URSS hace treinta años, una de las columnas vertebrales que mantenían el equilibrio mundial se desplomó en un estrépito de escombros y sonaron las campanas de alarma en todo Occidente. Andrei Gratchev, influyente consejero de Gorvachov, escribió dirigiéndose a Occidente: “Os vamos a hacer el peor de los favores, os privaremos de enemigo”. PÉRDIDA DE ENEMIGO Ese desolador vacío de enemigo fue sentido por muchos de los grandes líderes de Occidente, entre ellos François Mitterrand quien llamó a Gorvachov para saber qué había de cierto en las noticias provenientes de Moscú. Mitterrand, que era un hombre habitualmente sereno e imperturbable, en esta ocasión se mostraba alterado por un nerviosismo emocionado, tanto que fue Gorvachov el que tuvo que tranquilizarle. La pérdida de enemigo fue una realidad evidente, tanto que se llegó a hablar del fin de la historia, de una historia cuyo dinamismo se basaba en la confrontación bipolar con epicentros en Whashington y Moscú. Duró poco tiempo. Pronto de los escombros del postsovietismo y de los titubeantes días alcoholizados de Boris Yelsin surgió el arquetipo de macho alfa en la figura de Vladimir Putin, un duro funcionario formado en las entrañas del KGB, el corazón de las tinieblas del estado soviético que trató de resucitar, y lo fue consiguiendo, los sueños imperiales que anidan en el alma rusa. Putin despertó los sueños imperiales de su pueblo y en ese contexto es donde hay que encuadrar su diseño de anexionar Ucrania, en cuya frontera está teniendo lugar desde hace siete años una guerra, de momento limitada en el territorio de Donbass. Rusia ha desplegado un gran número de militares en la frontera con Ucrania, lo que puede terminar en guerra abierta si Rusia invade el país y Joe Biden mantiene la palabra de defenderlo en coordinación con los miembros de la OTAN. LA ENTRADA DE CHINA A esta vuelta de Rusia para comprender la geopolítica global conviene tener en cuenta la imparable emergencia de China. China, Rusia y Estados Unidos son los tres grandes protagonistas de los nuevos desafíos planetarios que nos esperan. Prepárense para seguir el apasionante espectáculo que sin duda nos ofrecerán. Putin necesita resucitar al temible enemigo y para eso no dudará en recurrir al vocabulario de las viejas amenazas. A partir del próximo día 10 están previstos encuentros personales entre Putin y Biden para que las amenazas bélicas se queden solo en palabras, sin llegar a los disparos. Los dos saben que es preferible hablar que disparar. Los dos desconfían uno del otro y por eso han aumentados sus presupuestos militares. Putin, en las reuniones que mantiene periódicamente con los mandos de las fuerzas armadas, les ha ordenado que se doten de armas de precisión guiada y que articulen con los ejércitos de los países que continúan en su órbita como Bielorrusia y Armenia una cooperación activa. A las manifestaciones de Biden de que responderían con dureza a las provocaciones de Putin, desde el Kremlin le respondieron que sus misiles hipersónicos estaban en orden de combate y que el resto del arsenal había sido modernizado. Sostienen que los sistemas Avangard y Kinzhal pueden esquivar los escudos antimisiles desplegados por EEUU en Polonia y Rumania. El ministro ruso de Defensa, Sergei Shoigu anunció que para este año que empieza sus ejércitos disponen de cinco nuevos submarinos, dos bombarderos nucleares, 21 lanzaderas de misiles balísticos y un millar de carros de combate, baterías de artillería entre otras nuevas armas. La verdad es que asusta el poderío mortífero que poseen en los dos bandos. Putin ha manifestado que tiene todo el derecho a armarse y desplegar 110.000 soldados en las fronteras que van desde el mar Negro hasta Bielorrusia. Para implementar el desafío de armarse hasta los dientes aumentaron el presupuesto de defensa en 180.000 millones de rublos, 2.100 millones de euros. EL ÉXITO DEL SISTEMA En China nació la pandemia de coronavirus, pero sus métodos implacables y represivos para controlar la expansión han dado frutos evidentes, recuperándose bien de los devastadores efectos económicos. Su líder indiscutible XI Jimping presenta la lucha contra el virus como un éxito del sistema y al mismo tiempo con su sistema espera que pronto se conviertan en la primera potencia económica del mundo y en la vanguardia tecnológica de la postmodernidad. Es previsible que en el XX congreso del Partido Comunista Chino, que se celebrará el próximo otoño, Xi sea elegido como presidente para un tercer mandato. Nadie como él, después de Mao, ha recibido un cúmulo de alabanzas tan hiperbólico. Ha prestado una especial y entusiasta dedicación al desarrollo de armas supersónicas con cuya exhibición mantienen una constante presión sobre Taiwan, sin renunciar a recuperar ese territorio por la fuerza. El año se presenta tenso y podríamos oír disparos y olor a pólvora. Cada uno de los tres tenores quiere ocupar y dominar el escenario geopolítico del universo.