OURENSE NO TEMPO

El arco luminoso

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photo_camera Montaje que muestra la probable ubicación del arco luminoso diseñado por el profesor Antonio Torres Tirado.

Hace años que leí por primera vez el libro de José Adrio “Del Orense antiguo”, una joya tanto por lo que cuenta como por el estilo ameno y familiar de contarlo.

En el libro “Del Orense antiguo” se encuentra la simpática anécdota de una escena que marcó un hito en la historia de la ciudad: por primera vez se iba a encender una luz eléctrica en la vía pública. Tal y como insinúa don José, algún ensayo experimental ya se había realizado en el laboratorio del Instituto, pero a la vista de todos los ourensanos esta sería la primera vez. Hablo del año 1887 y de los actos organizados para homenajear al Padre Feijoo e inaugurar la estatua que aún hoy disfrutamos en el centro de la ciudad.

Al fallecimiento del Marqués de Leis, presidente de la comisión encargada de la organización, se pide a don Manuel Pereiro Rey (orensano de adopción vinculado con una influyente familia de banqueros e industriales, Romero, Pérez Bobo…; miembro y mecenas de la Comisión Provincial de Monumentos y alcalde de la ciudad en varias ocasiones) que recoja el testigo. Este hombre de gran nivel cultural acepta y desde el primer momento dedica todo su empeño a conseguir que el homenaje sea un éxito. Al margen de los bailes, exhibiciones de fuegos de artificio y acompañamiento musical obligatorios en cualquier festejo, se incluyo en el programa un certamen científico que incluía charlas, exposiciones y conferencias de gente del mundo de la cultura patrocinado por el Colegio Médico–Farmacéutico, y presidido por doña Emilia Pardo Bazán Y otro literario de altísimo nivel.

Claro que, cualquier acto que se precie ha de tener en el programa alguna nota discordante para dar que hablar a la gente, y por qué no, echar unas risas que tampoco viene mal. Y así fue como aprovechando la generosidad de los empleados de comercio que financiaron la construcción del arco mudéjar que había de embellecer la entrada a la plaza donde se inauguraba la estatua, un edil tuvo la idea de… me vais a permitir que sea don José Adrio quien nos lo cuente:

"En sesión municipal de 14 de mayo, donde se trató del apoyo que el ayuntamiento había de prestar a los festejos del P. Feijóo, propuso un conocido edil (por fortuna no hemos puesto nombre al encargado del espectáculo a quien Lamas no deja en buen lugar) la adquisición por cuenta de los fondos municipales de los elementos necesarios para alimentar una lámpara de arco voltaico que posee el Instituto de 2ª Enseñanza, para utilizarla durante los festejos. Atendida la proposición y aceptada por el Claustro, no había transcurrido una quincena cuando, en gran velocidad, vino de Barcelona el material indispensable para poner en marcha aquel cacharro -que otra cosa no era - guardado en anticuada vitrina de la cátedra de Física. Ya todo a punto, diose oportunamente a la publicidad el Programa festero, que terminaba del siguiente modo: 'al final lucirá una hermosa e intensa luz eléctrica.

Más de 4000 personas situadas a las 10 de la noche del 11 de septiembre en las calles del Instituto, Fuente del Rey y Plazuela de Isabel la católica, dirigían la vista al arco estilo mudéjar, emplazado donde en la actualidad comienza la calle de Paz Novoa.

Y en una ventana del Instituto, situado enfrente, un viejecito encorvado, de enmarañadas cejas y nariz larga, unía reóforos, alimentaba pilas, intentaba contactos, y... ¡Todo en vano! La luz negábase a hacerse y el pobre señor sudaba tinta. Pasó una hora... y luego otra, y el público callejero e inculto comenzó a gritar:

-¡Que salga! ¡Que salga!

Y efectivamente: prodújose un chispazo, después varios; y por último quedó fija una lucecilla de menos intensidad que la de un fósforo".

Frente a este relato con final un poco…. Don Vicente Risco publicó en fechas posteriores uno de sus habituales artículos en La Región, relatando una escena muy parecida, en la que cambia la ubicación del “viejecito encorvado”. Esta vez estaría en una de las ventanas laterales del Hospital de San Roque en lo que hoy es la Alameda.

No seré yo quien se atreva a dar o quitar razones, y menos tratándose de estos dos admirados personajes. Si acaso es posible que con la ayuda de un artículo publicado por Lamas Carvajal en el Heraldo Gallego de 20 de septiembre del 1887, encontremos la manera de darle la razón a los dos.

En una breve nota, Don Valentín advertía que los técnicos del Instituto tenían ya solucionado el problema que había surgido “por no haber encomendado la operación a personas prácticas e inteligentes (ese “artilugio” aun se puede ver en el museo del Instituto Otero Pedrayo)” y que en las fiestas de la ciudad podrán ver definitivamente "la luz". Siendo así perfectamente posible que tengan la razón tanto Risco como Adrio.

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