Ourense no tempo

Ourense no tempo | Así empezó la "aventura" de Fátima

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photo_camera El obispo Nájera, en la colocación de la primera piedra. Fotografía de Pilar Núñez.
"A las once de la mañana, en la barriada del Couto, se celebró la bendición y colocación de la primera piedra"

Cuando escribo esta entrada, parece que de nuevo no va a poder ser la procesión, o de hacerse tendrá que ser con muchas limitaciones por cufoto_co4_resultadoestiones sanitarias.  Para los ourensanos, y principalmente para los vecinos del Couto, sería una gran pena, pero la Señora lo entenderá. Sea como sea, el barrio lo vivirá como todos los años. 

Hoy se me ocurrió recordar cómo empezó toda esta aventura, y aunque en más de una ocasión (y porque coincidía con mi nacimiento) acepté el año 62 como el del comienzo, se debía al hecho de que ese año se inauguró el santuario. El paso anterior había sido el año 52, en que se realizó la primera procesión en la ciudad, como continuación a las que había hecho por la provincia desde su llegada el 30 de mayo de aquel año 1948.

Pero tampoco me quedaré en esa fecha: en justicia creo que debemos irnos al 10 de enero de 1947, momento en el que se colocó la primera piedra del Santuario (que nadie se ofenda por obviar todos los prolegómenos que condujeron a ese momento desde el muy lejano 1935 en el que el obispo Cerviño planteó la necesidad de dotar a este barrio emergente de un templo, pero las circunstancias, de manera impetuosa, lo impidieron). Doce años después, y el empuje de otro obispo, Blanco Nájera -¡bueno! y el empeño de un sacerdote imprescindible en toda esta historia, José Álvarez González-, hicieron que arrancara la historia.

 Si se os ocurre revisar viejos periódicos (cosa que hacemos algunos locos...), no os sorprendáis al ver que la noticia decía así: 

 "A las once de la mañana, en la barriada del Couto, se celebró la bendición y colocación de la primera piedra del que va a ser templo parroquial de San Francisco de Regis".

 Tiene su explicación: años antes en el obispado se comenzaron a recibir peticiones de abrir una nueva parroquia que diera servicio a todos los trabajadores que comenzaban a poblar esta céntrica zona. No se demandaba inicialmente la construcción de un templo, sino que aprovechando la capilla que doña Angelita Varela había hecho construir en el que iba a ser asilo del Santo Ángel, podría servir para el culto. No tuvo nadie inconveniente y así se creó la parroquia de San Francisco de Regis, con sede en el Santo Ángel. Como prueba están las campanas del Santuario que, como ya se habían encargado cuando se decidió el cambio de titular del templo, hoy suenan con ese nombre de San Francisco de Regis. 

Desde aquel día, fueron incesantes los trabajos y donaciones que para llevar a término la obra se sucedieron, no hubo vecino del barrio que en la medida de sus posibilidadesundefined no colaborara. Se podría escribir un libro con todas las vicisitudes que conllevaron estos trabajos. Muchas ya las conocéis: la recolección de cobre, níquel, plata e incluso oro; con estos últimos metales se hicieron muchos de los adornos y objetos del culto (copones, lámparas etc.). La asignación de piedras (aun hoy identificables gracias al riguroso control que llevaba don José, que reunió todos los datos de aportaciones en un libro), venta de lotería, la edición y venta de la revista El Mensaje de Fátima, y un sinfín de ocurrencias más que, con gran esfuerzo, al final dieron su fruto. Hoy me apetece contaros una de las maneras que don José, con apoyo de sus amigos los vecinos, tenía para poder trabajar (según dicen algunos viejos del lugar... a saber qué hay de cierto en ello): 

Como podéis imaginar, en aquellos años el tema económico era problemático, pero en ocasiones incluso aun pudiendo pagarlo, no era sencillo conseguir materiales de construcción. Coincidió que el obispo Nájera, en aquel tiempo también había decidido dotar a la diócesis del nuevo Seminario, y para esa obra tomó la decisión de que fuera principalmente el Obispado quien cubriera los costes. En esa tesitura, era frecuente que los camiones cargados con el material para el Seminario, tuvieran que pasar por la calle Ervedelo, justo delante de las obras del Santuario y, claro, la calle sin asfaltar, los vehículos ya muy baqueteados y con tanta carga, no era extraño que se quedaran atorados en el fango. Por fortuna, los obreros del Santuario y los vecinos que por allí anduvieran, prestos se ofrecían a echar una mano al transportista, y como podéis imaginar la mejor manera de liberar al camión era aligerando la carga; carga que ya se quedaba para las obras de Fátima. Cualquier otra opción hubiera sido una pérdida de tiempo. (El obispo Nájera en ocasiones se enfadaba, pero con don José esos enfados no llegaban muy lejos.)

 Hay quien dice que en aquellos tiempos incluso en los más tórridos días de verano, delante del Santuario era fácil que hubiera un barrizal, ¿sería una cañería que se rompió?... o la Santiña.

 Perdón por la broma y felicidades a todos los vecinos del Couto en este día. 

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