OURENSE NO TEMPO

La Barrera, siglo XIV

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photo_camera La Barrera, antes de la apertura de la calle doctor Marañón. Foto de Augusto Pacheco (Museo Etnolóxico de Ribadavia, Xunta de Galicia).

Su nombre original, “Correaría”, se debe a que en sus inicios, en el siglo XIV, se asentaron aquí los fabricantes de cuerdas o cordoneros.

Cincuenta metros mal contados, son los que hay entre la Plaza Mayor y la Bajada a las Burgas, ¡bien poco es! Pues en ese “breve” espacio no hay ninguna duda de que existió el pazo de un marquesado, un cuartel de infantería, una cárcel, la oficina de telégrafos, un colegio, un convento-orfanato, el cuartelillo de la Policía Local, varios negocios, la casa natal de un galleguista, un poeta (mis “antiguos” compañeros, Camba y Linares), y para que no faltara de nada, en la vía pública se celebraba el mercado. ¡Ah!, me olvidaba, aún quedó espacio para dar apertura a una nueva calle de la ciudad. Para completar una villa solo faltaba la iglesia y la botica, pero como sabéis Santa María Madre está muy próxima, y en el entorno sabemos de hasta cinco boticas (hoy solo queda una).

Comprendo que todas estas afirmaciones requieren de una explicación. Antes de nada, aclarar que como os habréis imaginado me he permitido jugar con la “cuarta dimensión”: el tiempo.

El edificio que marcó desde tiempos inmemoriales (¿siglo XVII?) el ritmo de la calle, fue una de las incontables propiedades que el linaje de los marqueses de Leis tuvieron por Galicia y la casa “pazo” de la Barrera, es una de ellas. En pocas ocasiones consta que los marqueses la utilizaran directamente (que lo hicieron); lo que sí resulta muy normal es encontrar información de los diferentes usos que se le dio al edificio. (Hoy solo permanece en uso aproximadamente la mitad, ya que la apertura de la calle Doctor Marañón hizo desaparecer una parte, al tiempo que se cedían para uso público muchas de sus huertas y jardines.) 

Indagando en la historia de la casa surgen la mayoría de los grandes apellidos de Galicia: Montenegro, Pardo, Oca, Pimentel, Riestra, Noguerol y una larguísima retahíla que los entendidos completaran algún día. En mi caso, me quedaré con el dato de que un Tavares, quizás por la escasez de alojamientos para las tropas en aquellos tiempos, medió para que el Regimiento de provinciales de Orense (del cual era capitán de Caballería) tuviera cobijo en la casa. Ciertamente, las instalaciones se adecuaban perfectamente para dar alojamiento y facilitar la instrucción de las tropas, incluso contaba con el aliciente de estar próximo a las Burgas y la fuente da Horta do Concello (Obispo Cesáreo) a donde acudían las doncellas de la ciudad en busca de agua encontrando allí la colaboración de la tropa dispuesta a “relacionarse”. (Durante un breve periodo de tiempo estuvieron los Provinciales de Monterrey acuartelados en el número 13 de la calle, pero eso os lo contare otro día.)

El mismo edificio fue utilizado por el colegio Cardenal Cisneros a fin de instruir a su sección masculina, teniendo a las chicas en la casa de los Méndez Montoto (calle Lepanto, hoy museo la ciudad). Allí mismo, según reza en una placa instalada en la fachada, nació uno de nuestros mejores poetas, el abogado y periodista Alberto García Ferreiro, autor de "Volvoretas, Chorimas y Leenda de groria" entre otras obras (alguna fuentes señalan su nacimiento en Sobrado del Obispo…). No sé si en el mismo periodo que fue colegio, ya una zona de la casa estaba dedicada a convento de las Hermanas de la Caridad, o si estas vinieron posteriormente, lo que sí sé a ciencia cierta es que poco a poco se transformó en un orfanato, y actualmente es la sede de la Fundación Amigos de la Barrera.

Un poco más hacia las Burgas, debajo de los soportales, figura la placa que da fe del nacimiento, del galleguista Alexandre Bóveda, quien de manera simbólica reside entre nosotros por medio de la estatua que los ourensanos le dedicamos en 2003.
Otro edificio histórico de la calle es el conocido como Cárcel de la Corona (s. XVIII), por haber sido su función la de “alojar” a miembros de la iglesia que no llevaban precisamente un camino de santidad. El nombre “Corona” (tonsura) aludía al original corte de pelo que llevaban en aquellos tiempos los clérigos.

Por la misma acera, pero ya en los bajos del Ayuntamiento, estuvo lo que el amigo Lito Seoane llamaba “el Cagarrón”, o cuartelillo de la Policía Local. Según las leyendas infantiles, un lugar donde los “de la porra” te sacaban la piel a tiras antes de avisar a tus padres cuando te cogían haciendo cualquiera de esas actividades que tanto gustan a la juventud, copar clases, romper cristales, correr gatos a pedradas, etc., etc.

Para el final he dejado el tema comercial, no precisamente porque allí se instalaran siglos atrás los puestos de venta de pescado (en al menos tres ubicaciones estuvieron estos puestos: calle San Miguel, plaza de las Damas y Barrera; parece ser que nadie los quería cerca, una cuestión de “narices”), sino porque los pocos locales que quedaron libres para uso comercial los ocuparon gentes de grato recuerdo. En la fotografía aparece el comercio de Manuel Gallego, el menos conocido de la familia Gallego Domínguez (Luis, el médico; Olga, historiadora, y Pilar, farmacéutica). Enfrente, el Salat, una tienda de ultramarinos donde encontrabas una variedad inimaginable de productos, salazones, huerta, embutido; era lo más parecido a un súper de hoy en día. A su lado, creo que aún continúa el cartel que anuncia la Droguería Celia, donde Alfonso y su señora pasaban el día rodeados de aromas que los enanos como yo íbamos a buscar a granel: para nuestro uso, el típico Nenuco; para las señoras y señoritas, Madera de Oriente o cualquiera de los aromas de la célebre Myrurgia, y para hombres, el agua de colonia Álvarez Gómez o ¡cómo no! el "discreto" Varón Dandy. 
Como podéis ver, La Barrera a pesar de ser una pequeña calle, nos podría contar grandes historias.

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