Ourense no tempo | La estación de autobuses

Ourense no tempo
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Ourense no tempo


Uno de los recuerdos que tengo de niño es el de la calle doctor Fleming abarrotada de gente, llena de autobuses y un incesante trasiego de maletas, paquetes y sacos. Años después, por circunstancias, lo pude comparar con la actividad portuaria.

Las facilidades de que hoy disfrutamos con el transporte, de aquellas eran impensables, y todos los vecinos de villas y pueblos conocían a la perfección los horarios de las líneas de autobuses para venir a la capital. Cualquier gestión administrativa, compra de algo fuera de lo corriente o actividad cultural exigían abandonar el pueblo y “llegarse” a Ourense. Hoy no se le da la misma importancia a la situación de la Estación de Autobuses pero, hasta aproximadamente los años setenta, el lugar escogido era una zona de crecimiento asegurado y de florecientes negocios. Los beneficios que proporcionaba se enfrentaban seriamente con los perjuicios ocasionados; sin embargo, por los datos que tengo, y los que muchos de vosotros recordáis, las administraciones de las empresas estuvieron en lugares de lo más céntrico, donde se creaban improvisadas estaciones de autobús que poco a poco se fueron convirtiendo en insufribles problemas.

Obispo Cesáreo, la primera estación.
Obispo Cesáreo, la primera estación.

La calle Progreso fue sin duda la más utilizada para estos menesteres; al menos en dos etapas de la historia fue el principal punto de llegada y salida de viajeros. Los jardines de Bispo Cesáreo, donde se había instalado un abrevadero para las caballerías -como podéis ver en la fotografía-, por céntrico y amplio fue el primer lugar escogido. Al poco tiempo -desconozco los motivos- se desdobló en otros dos enclaves. La plaza de Isabel la Católica (hoy jardines del Padre Feijoo), donde se instaló la administración de La Central, y la esquina de Progreso con la carretera de Trives (hoy Concordia), donde el Mesón do Roxo servía de administración y parador. En Isabel la Católica (San Miguel y Padre Feijoo) no cuajó el tema estación de autobuses, aunque también existió un “parador” (acercaos al restaurante Pingallo y mirad lo que tiene grabado en la piedra de la entrada; en su día se le conoció como Parador del Norte), pero sí que tuvo protagonismo en el sector transporte. En 1916, por ejemplo, Luis Gómez, el abuelo de mi amigo Paco Ropero (Paco Paco), decidió ofrecer un servicio novedoso que, partiendo de esa plaza, iba hasta la estación de Canedo, lo que suponía una gran comodidad para los viajeros, que solo disponían de la opción de los “carritos”, empujados por animal o persona (mejor no hacer bromas sobre el tema) para ir con sus equipajes a Canedo.

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Taller de Perille dentro de las Galerías Centrales. Hoy, donde estaban esos autobuses está la cafetería.

Tal vez al percibir que esa línea tenía demanda, fue cuando al iniciarse el uso de los “coches de punto” (precursores de los taxis), varios escogieron esta céntrica plaza como el punto de partida.

El siguiente paso fue el provocado por el Roma, que al concentrar un alto movimiento de viajeros atrajo a las empresas de la época. Cuando ya empezaban a verse autocares, entre el Roma y la peluquería Linares se distribuían la mayoría de empresas. Acto seguido, toda la calle estuvo “tomada” por autocares, la mayoría con administración propia: La Ferrocarrilana, Corderi, Suárez, Villalón, Marca… De esos años se recuerda el bar Deportivo, en la esquina de Progreso con Ervedelo, que hacía funciones de administración para empresas pequeñas y de transporte de mercancías. No me quiero olvidar de las Galerías Centrales en la calle del Paseo, donde la empresa Perille (Línea Orense-Verín) tenía su administración y talleres desde que cogió a su cargo las líneas de la empresa Xesteira.

Llegados los años 40, la situación se había descontrolado y no podía permitirse que la principal vía de la ciudad estuviera copada continuamente por la salida y llegada de autocares. Se decidió entonces trasladar ese movimiento a la “nueva” calle Doctor Fleming; su proximidad al centro y a la plaza de abastos consiguieron que la decisión fuera aceptada por todos los implicados. Si acaso, las empresas fueron las más reticentes por el costo que suponía el traslado y nuevos locales, pero al final hubo consenso. Muchas de las empresas aprovecharon para abrir en la administración, servicio de comedor y cafetería. Aún hoy podemos ver el bar Gómez, que conserva la estructura de aquellos años. Un pequeño local con ventanilla dentro del café era suficiente para despachar los billetes.

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Doctor Fleming en los años 60. (Foto de Augusto Pacheco, MER).

Hubo unos años de “impasse” en los que varias compañías se colocaron de manera libre en otras zonas de la ciudad, pero al final se reorganizó. Las Mercedes, Sáenz Diez, incluso la calle Santo Domingo se utilizaron como improvisada estación de autobuses.

Los últimos movimientos de la estación son recientes. La estación del Pino fue la solución durante un buen periodo de tiempo, y hoy en día -pienso que de manera acertada- se han fusionado las estaciones de tren y autobús, con lo que se proporciona una gran comodidad al viajero.

Por hoy queda pendiente citar a las empresas que tuvimos en Ourense, la mayoría dignas de ser protagonistas de un artículo de Ourense no Tempo, pero eso será otro día. Hoy lo que no quiero dejar pasar es la oportunidad de citar aquellos entrañables personajes que a diario revoloteaban por los autobuses y trenes ofreciendo sus servicios para ganarse unas perras, bien llevando una maleta, bien haciendo un recado o lo que fuera menester. Alguno de estos personajes llegó a ser muy conocido, por sus ocurrencias, actitudes, laboriosidad, etc.; otros en cambio por sus habilidades engañando a paisanos o por su rapidez de manos o… al reunirse tanta gente siempre hay de todo.

Preparada para su inauguración, la estación del Pino en aquel no tan lejano 1987. Hoy ya es solo un recuerdo.
Preparada para su inauguración, la estación del Pino en aquel no tan lejano 1987. Hoy ya es solo un recuerdo.

El Labandeira, que cargaba sacos de 50 kilos sin esfuerzo; Layland “el Chulito”, que se las arreglaba siempre para llevar lo más liviano. El Pencas, que “andaba de miranda” en los autobuses mientras su Ramona se deslomaba con los bultos en la estación de tren. El Mérito, el Telas, Lelé, Taboada, Rosita… Eran otros tiempos, tal vez más duros, no lo sé; yo, cuando me preguntan, para evitar enfrentamientos, me limito a decir que eran “diferentes”.

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