Las asociaciones vecinales lanzan un SOS: “Necesitamos a los jóvenes”

Las asociaciones vecinales en Ourense están en peligro de extinción porque nadie quiere tomar el relevo, así lo afirman los presidentes de los dos colectivos que engloban a más organizaciones en la ciudad, la Agrupación Miño y la Federación Limiar. La media de edad actual de estas entidades supera los 65 años, con sus integrantes ya jubilados: de hecho, hay presidentes con más de 30 en el cargo. Pero, ¿por qué nadie quiere coger la batuta?, ¿está pereciendo el asociacionismo de barrio? Lorinda Fernández, presidenta de la Agrupación Miño, señala que la situación es “difícil”. “Vemos a las nuevas generaciones muy individualistas a la hora de tomar responsabilidades, pero es que hay que vivir y sentir el movimiento vecinal, no todo el mundo vale”, explica. “Los que estamos, a veces nos cansamos de reivindicar incesantemente, sería óptimo que entrase aire fresco, gente con ganas, pero parece muy complicado”, añade. Por su parte, Manuel Mosquera, de la Federación Limiar, añade otros inconvenientes a la continuidad de las asociaciones. “Todas las peticiones que debemos llevar a cabo están ahora digitalizadas”, indica. Este factor, dada la media de edad de los miembros, obstaculiza en vez de agilizar. Pone de ejemplo la asociación vecinal de As Burgas, que tuvo que cerrar hace un año ante la imposibilidad de realizar trámites online por parte de su presidenta. “Para que la gente mayor pueda tener algún tipo de relación con la administración deberían facilitar más los trámites, si no hay relevo y los que están no pueden comunicarse, la actividad se acaba perdiendo”, dice Mosquera. EL BENEFICIO DE ASOCIARSE Para Lorinda Fernández una asociación es buena cuando crea unión. “Es un espacio de escucha, de apoyo y de desconexión, sobre todo en las zonas que están más retiradas del centro”, reflexiona. Concluye que “al margen de luchar por la calidad de la periferia, es necesaria la unidad”. Mosquera afirma que se han convertido “en una forma de socializar entre la gente que es mayor y está sola”, sin perder su tradicional esencia reivindicativa: “Solicitar mejoras para el barrio. Estamos atentos a todo, bancos, papeleras, silvas, maleza… somos los ojos de los vecinos frente a los que están gobernando”, explica. Por su parte, Fernández añade que “aunque el alcalde no crea en el movimiento vecinal, gracias a que existimos hay alguien pendiente de lo que pasa. Ya hay muchos barrios abandonados en Ourense, pero aún habría más”. Así lo corrobora Silvia Fernández, presidenta de la asociación de vecinos de O Castelo, en el barrio de A Carballeira, para quien estas organizaciones suponen un motor de actividad. MÁS ASOCIACIONES AUNQUE MÁS DECLIVE En la actualidad existen 57 asociaciones vecinales en Ourense -una por cada 1.800 habitantes-. Hace 25 años eran 53, pero su futuro se presentaba más halagüeño. Además, en la primera década del siglo, llegaron a superar las 60 organizaciones. La vida vecinal estaba en auge y como movimiento influían en la vida política con sus reclamos para los barrios. Sin embargo, con el tiempo han ido perdiendo pujanza. En la actualidad, unas ya no están y en muchas otras los más veteranos tuvieron que ponerse al frente para evitar que desapareciesen ante la falta de interés por parte de las nuevas generaciones. Las más numerosas en el presente están ubicadas entre Barrocanes y Rairo, donde suman diez diferentes. Por otra parte, A Ponte y los alrededores de la carretera de Vigo cuentan con nueve cada una. En el centro de Ourense hay cuatro, sin sumar las grandes agrupaciones. La cifra no varió durante el último año, pero una desapareció, As Burgas, y otra volvió a nacer. Es el caso de la asociación de vecinos del Casco Vello, que cambió su directiva el pasado febrero para tratar de dinamizar el barrio.