Caminando entre amigos

Si el caminar grato cuando en la naturaleza te introduces, si acompañado de amigos, que lo son, tanto más, porque así fue que hallándonos en tierras de Nogueira por las estribaciones y crestas de la sierra Corveira, que a algunos les oí Curveira, con uno venido de Panamá por un mes, el otro de reciente jubilación de la docencia universitaria, otro del cuidado sanitario de animales, otro también del arte de la meditación yogui y un quinto, profesional docente de la percusión, que tan variopinto grupo en el que a veces se sustrae uno un tanto atento a lo que decimos más que por donde vamos, por lo que, éste no es el caso, se recomienda gente mas bien parca en parlamentos para que la distracción no nos aleje de las bellezas paisajísticas que vamos atopando. Fue así como ingreso hicimos en aldea de raro topónimo, Eiradela, interesante por su capilla a San Caetano consagrada, y en su frontal y separado, un peto de ánimas y un reloj solar, lo que interesante la hacen, y más el paraje donde ubicada. Fue como emprenderla por asfaltada pista no sin cierta decepción, casi por un km. para de inmediato hallarnos por una a veces térrea, otras herbosa, entre densas carballeiras recorriendo algún tramo de la llamada Rota do Farricoque y arribar a Fontefría, que si es topónimo que se repite por doquiera. No más de media docena de vecinos entre los que los Vázquez Redonet, de la tienda de deportes que hoy rige Santy, uno de nuestros grandes esquiadores, deportista donde los hubiere. Me dicen los vecinos que no se encontraba por allí en el momento de nuestro paso, que se encamina ya mirando a las laderas que se caen hacia el Miño entre muy variados senderos hasta la misma parroquial de Nogueira, hermoso ejemplar del románico que conserva los elementos más preciados de ese estilo, no obstante las transformaciones a lo largo de siglos. Dio para una detención de más de un cuarto de hora para ojear la portada, al oeste, y la puerta lateral, al norte. Y también algunas de las casas adosadas a rocas, que nos recordó a la aldea de Cela, en el Xurés. Yendo de tanto vagar que daría para saborear unas ricas pavías que mas melocotones parecían, de esas que con ramaje y frutos a camino público, cuando una reivindicativa voz y por demás chillona dijo:” Non iredes a cargar as mochilas”. Ya se sabe que el paisano defenderá lo suyo, que en este caso no lo era, y además que de uso público todos los frutos que caigan a camino o que pendan de unas ramas cuelguen a camino público. Recordaba alguno que por menos acaso, la emprendió a tiros en una carballeira en Lugo un vecino que creía que otros le habían cambiado sus marcos, con resultado de un par de muertos. Aquí la cosa quedaría solamente en una gritona de alguna que pasaba por allí. Mientras, se tomaba el más que sendero, sin cargamento y solo de cogida de un par de pavías por cabeza que fueron rilladas haciendo camino hacia Liñares donde uno de los andantes nos dijo que en unos días iba a tocar con su grupo en una fiesta que daba Esther que inauguraba casa de piedra recién restaurada. La llamamos en la lejanía, pero acaso no nos oyera o prestara oidos sordos a aquella turma de seis que podrían desvalijar su despensa de tés o cafés o si la oportunidad se diese de algo más sólido, debió de pensar esta amiga. Así que entre nubarrones de amenazante lluvia fuimos caminando por amplísima pista hasta dar en el mirador da Trona que lo es de madera con piedra por asiento, y más adelante con otro, el de O Péndulo, por lo que la roca pendulea en estas formaciones que por acá conocemos por penas cavaleiras. Estos miradores y el cuidado de caminos se deben a la incansable labor de esos voluntarios de Móvete por Nogueira que una vez me llevaron a algún mirador. Una cantera abandonada, décadas ha, antaño lunar paisaje hoy vegetado y aun de yacientes bloques graníticos, son testigo de como se abandonan estas explotaciones y no se repone la erosión causada rellenando huecos y vegetando lo recubierto. Retornar con Eiradela a la vista fue como incrementar los parlamentos que con estos amigos, que la medida de la justeza tienen, donde ninguno colonizará al otro con su inclemente verbo, como a veces sucede cuando algunos no cesan de machacar tus oídos distrayéndote de lo embriagador de la naturaleza. Fortuna de tener a amigos tales, y más para estos menesteres del caminar sin prisas en el que a la ejercitación de piernas se une el continuo goce por donde pisas.