A Ponte, As Lagoas, Mariñamansa y O Polvorín todavía conservan su agricultura de autoconsumo

El campo lucha contra el asfalto

Vivienda con viñedo propio en pleno barrio de A Ponte. (Foto: Miguel Ángel )
Que Ourense mantiene un marcado carácter rural es innegable, teniendo en cuenta la numerosa población que puebla las parroquias que rodean a la ciudad. Sin embargo, como si de resistentes reductos celtas se tratase, no es raro todavía encontrar resquicios cam pestres en barrios plenamente urbanizados y plagados de torres residenciales. Las gallinas para abastecer a las familias de ‘ovos da casa’ y las viñas para elaborar vino propio conviven en pleno siglo XXI con el asfalto de la tercera ciudad de Galicia.
Vivir en la tranquilidad del campo pero con las comodidades de la ciudad es el sueño de muchos ourensanos. Esta aparente utopía todavía es posible en la tercera ciudad de Galicia, y sin apenas alejarse del centro neurálgico de la capital de As Burgas.

Dejando al margen el carácter rural de las 18 parroquias que rodean a la ciudad (Untes, Cudeiro, Canedo, Santa Cruz de Arrabaldo, Seixalbo, Reza, Beiro, Ceboliño, Cabeza de Vaca, Montealegre, Palmés, Rairo, Santa Mariña, Tras Hospital, Trasalba, Velle, Vilar de Astrés y Vistahermosa), barrios tan urbanitas como A Ponte, As Lagoas, Mariñamansa y O Polvorín, entre otros, guardan celosamente pequeños reductos de vida campestre que resiste al empuje imparable de la urbanización.

Así, muy cerca de la moderna nueva sede de la Policía Local, pequeñas construcciones atesoran huertos y terrenos donde instalar alpendres en los que hacer y deshacer ‘chapuzas’ o albergar gallineros, con el fin de no perder la sana costumbre de consumir ‘ovos da casa’, ingrediente básico de la mejor tortilla. Y sin olvidar en este apartado gastronómico de autoconsumo al vino, pues las vides continúan formando parte de este paisaje, tanto para ofrecer sus frutos como para dar sombra en verano. Lo mismo sucede en la zona de As Lagoas, donde en los terrenos que acompañan a las casas unifamiliares todavía se puede poner a secar la ropa al sol sin miedo a perturbar la estética de las fachadas de los edificios.

En Mariñamansa, los huertos con hortalizas, verduras y hasta árboles frutales perviven a orillas del Barbaña, mientras que en O Polvorín también saben lo que es consumir productos a los que han visto crecer.

Cacareos

Aunque estos resquicios campesinos son bien visibles, en calles completamente urbanizadas, como es el caso de la Avenida de As Caldas, todavía hay vecinos que se despiertan con el canto del gallo o, en su defecto, de las gallinas. Hace menos de un año, los habitantes de un edificio cercano a la iglesia de As Caldas descubrieron por sus cacareos a varias gallinas que residían en un patio interior, aunque ninguno se mostró molesto por la cercanía de estas aves.

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