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El “carrito" y Emilio el taxista

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photo_camera Emilio con su taxi: OR-1672.

¿Recordáis que los taxis ourensanos eran negros con una raya roja en los laterales?

Siempre me resultó extraño a la vez que agradable llamar a los autobuses urbanos "carritos", no confundir con la "línea" (esos son los de cercanías). El caso es que no es fácil averiguar a ciencia cierta el porqué de ese nombre para denominar a estos enormes vehículos. A base de preguntar a mis viejos amigos, la conclusión que he sacado (que no tiene por que ser correcta) es que los medios de transporte urbano, sobre todo el recorrido comprendido entre las diferentes estaciones de ferrocarril -Ribeiriño, Canedo y Empalme, las tres situadas en Canedo- y los hoteles -casi todos en el entorno de Progreso y Alameda-, hacían necesaria la existencia de coches que acercaran a los viajeros y sus equipajes.

Los viajeros disponían de coches de caballos que hacían esa función, pero los equipajes, en muchas ocasiones voluminosos en aquellos años (nada que ver con la ridícula maleta que hoy se lleva en los aviones), no cabían en el vehículo. Para estas situaciones, y otras muchas, existían unos carritos de dos ruedas tirados por animales de cuatro patas, o de dos (evitemos el chiste fácil), en los que se cargaban los equipajes o cualquier mercancía que fuera preciso transportar, y en ellos se llevaban al lugar deseado. No tardaron en surgir “carritos”, que si los avisabas te recogían cualquier objeto y lo trasladaban a donde quisieras, convirtiéndose en algo normal verlos circular por la ciudad.

Supuestamente, de esos “carritos” viene el nombre de los autobuses, que con su aparición fueron haciéndolos cada vez menos necesarios, si bien no llegaron a desaparecer nunca. Aún hoy en día puedes contratar un pequeño furgón que te haga un porte.

Después de muchos cambios y mejoras, es al final de los 40 cuando la ciudad cuenta con un servicio de autobuses digamos correcto. Pero es en el 57 cuando se comienza a definir el servicio que dio lugar al actual, al adquirirse cuatro "nuevas" unidades, que venían a complementar a las cinco ya propiedad del Ayuntamiento ourensano. Bueno, lo de nuevas es algo discutible, digamos que los coches solían venir "rodados" de ciudades más populosas.

Estas son las primeras seis líneas que hubo en la ciudad, cubiertas por esos 9 vehículos.

1.- Pino-Mariñamansa.

2.- Cruce Piñor-Veintiuno. (Gracias a la memoria de Manuel Julián Conde Losada, sabemos que el recorrido de la línea 2 era: Alameda, Paseo, San Lázaro, Curros Enríquez, Puente y Vinteún.)

3.- Estación-Estación (entre San Francisco y Empalme, a las horas y a las medias).

4.- Velle (el servicio terminaba en la Alameda, y desde allí regresaba).

5.- Couto-Rabaza.

6.- Santa Marina (igual que la 4).

En aquel año 57 también se reguló el servicio de taxis, incluyendo la obligatoriedad de dar un servicio permanente, incluyendo el horario nocturno. 

Habría que remontarse probablemente al siglo XVI para comenzar la historia de los vehículos de alquiler, aquellos que recogían a los animosos viajeros que se acercaban a nuestra ciudad a bordo de las terribles diligencias que venían de Castilla o del interior de nuestra Galicia. (El adjetivo terrible, se refiere a las incomodidades que se sufrían en aquellos viajes, malas carreteras, las inclemencias del tiempo y, si me apuras, la posible visita de Pepa A Loba, o algún imitador de sus hazañas-.) La Alameda, ya pasada la vaguada de Las Burgas era el sitio elegido como "estación", y allí en buena lógica estuvo la primera parada de "taxis".

Con el tiempo, fue el vecino Canedo el que concentró toda la actividad de largas distancias, con su estación del ferrocarril, creándose en su entrada la más frecuentada de las paradas de taxi. Compitiendo, eso sí, con la parada que de manera obligada hubo delante del Roma. 

El siguiente avance en el sector fue el de permitir la existencia de "coches de punto", aquellos que no tenían parada fija y fijaban su precio en base al "punto" desde el que eran contratados sus servicios. Pero en Auria ese sistema nunca tuvo excesivo éxito. Lo nuestro fueron las paradas, que con muy pequeñas variaciones son las que todos recordamos de muestra infancia (cada uno con la suya): el Parque, la Alameda, el Jardín, la Estación...

Uno de los primeros taxistas que he podido identificar, fue Emilio Diéguez , o Emilio “O Corna”, que según cuentan, orgulloso estaba de haber nacido hacia 1901 en el pueblo de A Corna, Piñor (se habló de este pueblo cuando el actual obispo, siguiendo las tradiciones, fue recibido en su parroquia, por ser la primera que pisaba en su venida desde Santiago). Con Emilio nos vamos ya a los años treinta, en los que decidió ampliar su negocio de mecánica al de “chauffer”. La mayoría de los casos en aquellos años eran así, casi por obligación. De hecho, la obtención del permiso, que concedía el gobernador civil de cada provincia, pasaba por un examen realizado por un ingeniero más preocupado por la mecánica que por la conducción. Bueno, también es cierto que las velocidades a las que se circulaba no eran las actuales, por ciudad el límite estaba entre 12 y 15 km/h., y en carretera no se podía pasar de la espeluznante velocidad de 28 km/h. Lo sorprendente es que a pesar de esas limitaciones, los accidentes estaban a la orden del día.

Emilio, como la mayoría de compañeros de profesión, se hizo con un vehículo probablemente de varias manos, al que devolvió el lustre. Había sido matriculado a finales del año 1931, y la fotografía es bastante posterior, ¿finales de los 40, quizás? 

¿Recordáis que los taxis ourensanos eran negros con una raya roja en los laterales?

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