Atrás queda el Entroido con sus múltiples personalidades y matices en una provincia extraordinariamente rica en este patrimonio cultural. Cada año que pasa son más las apuestas por darle vigor a estas celebraciones que, no nos engañemos, tienen en la transgresión y en la diversión una justificación para la presencia de gente en la calle.
Cada uno hace balance de lo que ha sido, lo que ha hecho y cómo se lo ha pasado. El Entroido por definición es también el momento de los excesos antes de entrar en el puritanismo de la Cuaresma. Alguien lo ha interpretado muy bien a la luz de algunas informaciones. Por ejemplo, que del lunes al martes hubo 18 traslados al Complexo Hospitalario por intoxicación etílica; es decir, por haberse pasado con la bebida. Una joven, natural de Santiago, se quedó ingresada porque así lo aconsejaban los síntomas que padecía.
Cómo no entender que cualquiera se pueda pasar de copas en el Entroido. Cómo no criticar también que los recursos sanitarios disponibles, que buena falta hacen siempre, se tengan que dedicar a quienes no han sabido parar de beber. No sé a ellos, pero su borrachera ha costado mucha pasta a la sanidad pública.
