A las guarradas que hacen casi a diario los gamberros en la zona vieja de la ciudad se une ahora el nulo respeto por el patrimonio histórico, como queda de manifiesto en las habituales pintadas en zonas tan nobles como el entorno de As Burgas o catedral y, más recientemente, en el Puente Romano.
Hay que suponerles a los autores de estos hechos no solo una profunda mala fe, sino una contrastada ignorancia al no respetar la historia y sus símbolos. No nos engañemos, la urbe está dominada por la vulgaridad y la zafiedad en muchos de sus comportamientos, por lo tanto no debiéramos extrañarnos por este tipo de acciones.
Por extrañar tampoco nos extraña ya que pasen los meses y los años y en ciertos puntos de la capital sigan las pintadas sobre patrimonio público y privado y que, llevados de la falta de reacción, estos gamberros sigan campando a sus anchas. Hasta que le emborronen el despacho al alcalde.
