Los ourensanos en particular y gallegos en general han hablado y su decisión es inapelable. El resultado es tan contundente que imposibilita componendas, que es distinto a los pactos, sanos como la democracia misma. Mayoría absoluta para el PP, aumento muy importante para el BNG y debacle para el PSOE. Son los grandes titulares de la jornada, a expensas de otros votos que han ido a otras formaciones demostrando así lo irrelevante de su destino tengan o no sitio en el Parlamento.
El PP respiró hondo, lo que demuestra que no las tenías todas consigo. Los votantes les dieron de nuevo alas pero hay muchas cosas puertas adentro que deben mirar con cariño y pensar a medio plazo, porque a corto lo han hecho ya. Caras como las que aparecen hoy está claro que ya no tienen mucho recorrido.
El BNG ha cosechado un resultado muy bueno pero les deja exhaustos sin llegar a la orilla. Por sí solos son incapaces de llegar a mayorías y siempre dependen del PSOE. Los nacionalistas se empeñan en seguir en el frente de izquierdas y ahí es difícil que pesquen en las aguas del nacionalismo moderado, que en muchas esferas sigue votando al PP.
El PSOE, por último, ha firmado una jornada desastrosa sin paliativos. Este partido, estructural en la España de las últimas décadas, toma caminos muy peligrosos, cargados de munición que disparan en sus propios pies. En Galicia se fagocita a todo el que despunta y el PSOE de Ferraz ha convertido a su marca gallega en una mera sucursal y eso no da réditos. Pedro Sánchez ha venido ocho veces a Galicia en plena campaña y ahí están las cifras. Pues que se traslade aquí, que recomponga lo que contribuyó a romper.
