El comisario jefe de Extranjería da las claves sobre la red que explotaba a mujeres en Ourense

Cuando dos de las cinco mujeres que estaban recluidas en el número 37 de la calle Bonhome tuvieron una mínima oportunidad, contaron todo lo que estaban pasando junto a otras tres compañeras. Habían venido a “cumplir el sueño europeo” pero se convirtieron en las víctimas de una red criminal de trata de seres humanos y explotación sexual. Durante 24 horas y todos los días de la semana, debían estar de guardia por si un cliente las solicitaba. José Nieto es el comisario jefe de la Unidad de Extranjería de la Policía Nacional. Desde Madrid coordina grupos en todas las provincias españolas. La brigada ourensana realiza controles habituales en lugares donde puede haber riesgo de explotación, como zonas en las que se ejerce la prostitución: “Si se detectan una serie de indicios que evidencian que no era voluntaria, salta la alarma”, explica Nieto. En el caso de Ourense, cuando la información llegó a Madrid constataron que los miembros de la red eran conocidos de la policía por otros negocios semejantes. “Tenían tres pisos y ya habían dejado huellas anteriormente por iniciar negocios parecidos. Una de las veces, durante una inspección, dos mujeres nos contaron todo lo que estaban viviendo”, señala. Tras ello, volvieron al piso en el que estaban encerradas. Desde ese momento, el tiempo corría y ningún minuto era prescindible: “Teníamos que intervenir rápidamente”, recuerda. Tenían tres pisos y ya habían dejado huellas anteriormente por iniciar negocios parecidos Supieron que de tres pisos pasaron a utilizar uno -en la calle Bonhome- y comenzaron a investigar el alcance de la situación. “Lo interesante era detenerlos y localizar a los allí presentes, pero también a los que vivían de esta explotación sexual”, señala el agente. Finalmente, dieron con siete miembros que estaban lucrándose de las víctimas. Se detuvieron a cinco personas en Ourense y a siete en Madrid. Ellas, las víctimas, pasaron inmediatamente a ser testigos protegidos. Las sacaron de ahí y las llevaron a un piso de una ONG. Al llegar y tras declarar, pudieron elegir entre el retorno voluntario o ser incluidas en un programa de formación e integración. Nieto explica que la situación que rodea a estas mujeres es, en ocasiones, difícil de discernir: “Cuando los consumidores van a estos pisos piensan que las cámaras son de seguridad y solo ven habitaciones limpias, más o menos lujosas y ordenadas. Lo que no ven es donde las chicas duermen de forma diaria y donde tienen que estar de guardia constante”, explica el policía especializado. “El sufrimiento diario, la desnutrición y la suciedad no es visible”, añade. Un préstamo en bucle Cuando las mujeres llegaron al aeropuerto de Madrid, los captores las convencían de que en Ourense van a vivir bien. Al iniciar la ruta no les retuvieron la documentación, sino que se la dejaron y aplicaron un chantaje psicológico: “Tú aquí no pintas nada, eres una inmigrante”, cita Nieto. Así, van socavando su autoestima hasta que sólo ven y respiran a través de la organización. Tú aquí no pintas nada, eres una inmigrante Luego llegan las deudas: “Las obligan a hipotecarse. La red sabe perfectamente dónde captar a estas mujeres, que siempre tienen un nivel de vida bajo, son jóvenes y con los conocimientos justos. Te ofrecen venir y sin adelantar el dinero, lo prestan con la condición de que sea devuelto”, explica el comisario. Sin embargo, el presunto “préstamo” es engañoso. Las comisiones son infinitas y mientras trabajan para pagar, continúan generando nuevos gastos -el alojamiento y la comida, entre otros-. Se ven inmersas en un bucle sin fin. “En caso de que alguna logre las ganancias suficientes como para pagar la deuda, se encuentran con multas, por ejemplo, por hablar con alguien”, indica Nieto. Por otra parte, el acceso a ellas por parte de los clientes era sencillo. Se realizaban a través de páginas de internet donde aparece un teléfono en el que daban cita. Consecuencias de contarlo En este caso, los explotadores sexuales conocían la zona en la que captaron a las víctimas porque también son de allí. Son mujeres venezolanas y colombianas a las que advirtieron que su familia podría correr peligro. No necesitan más que esa amenaza para retenerlas: saben donde están sus hijos y padres. “Con ese miedo atroz juegan y ellas tienen la esperanza de poder pagar la deuda”, dice el comisario. Por eso, la acción de las dos víctimas que dieron el paso adelante fue valiente y crucial para detectar la red. La droga El tráfico de estupefacientes está casi siempre relacionado con las tramas de trata humana y explotación sexual. En este caso tenían pequeñas cantidades, pero “suficiente para que cliente y víctima consuman antes del acto sexual”. Los organizadores sumaban el gasto a la deuda de ellas y se hacían con mayores ganancias. Además, la Policía Nacional les incautó material para la preparación y corte de sustancias. Las obligan a hipotecarse. La red sabe perfectamente dónde captar a estas mujeres, que siempre tienen un nivel de vida bajo, son jóvenes y con los conocimientos justos Las penas El Código Penal contempla penas de entre 6 y 8 años de cárcel para la trata con explotación sexual, por cada víctima. Es decir, que en este caso, los detenidos podrían enfrentarse a entre 30 y 40 años de prisión.