Deambulando

Cómo en la historia sesgada la confusión se introduce

Cuando las escuadras negras de la Falange se desplazaban, la Guardia Civil participaba y les daba cobertura

Uno cabalga de asombro en asombro aunque, por fortuna, todavía conserva la capacidad de pasmarse, y pasmo me producen esas medias verdades, esas cosas fuera de contexto, en definitiva. y vienen al caso esos historiadores que para avalar lo que narran se cuelgan medallas a las que acreedores más por los títulos universitarios que portan que por el saber que destilan que más les da para pontificar que para avalar todo lo que escriben, porque acaso no hayan consultado un archivo en toda su vida.

El caso, y vuelvo a mí, después de comentarlo con varios expertos, sobre lo que de vez en cuando nos cae acerca de la historia sesgada de nuestra guerra civil del 36, que fue un exponente de la barbarie y que de todas las habidas en este solar patrio, que algunas parecerían de cierto halo romántico, fue la más devastadora provocada y emprendida por unos militarotes africanistas escaldados en Marruecos y todavía marcados por la masacre de Anual, causada por su incompetencia, que se apoyaron en sectores monárquicos, la iglesia más conservadora, las derechas y todo ese privilegio mundo de las élites adineradas que veían como se tambaleaban sus prerrogativas y que por sus haciendas temían.

Lo que me induce a este artículo es lo leído en este mismo diario donde se llama a los que atacaban la legalidad republicana “rebeldes”, entrecomillado, como si no lo fueran contra el orden constitucional establecido. Más adelante, después de considerar la inestabilidad republicana como atribuida al Gobierno cuando los desórdenes hay que imputárselos a facciones y de ninguna manera orquestados por el gobierno salido de las urnas. Sigue señalando como la Falange fue estableciéndose en la ciudad hasta llegar a los 700 afiliados. Cita la posición preminente y, como si honorables fuesen, del tete, coronel Soto, que con su homónimo Ceano, Quiroga, Casar… sin anotar que ellos solitos y los satélites y administradores de su audacia se cargaron o mejor asesinaron los mandos civiles y militares, a unos cuantos ediles y a otros mandos sindicales y se entregaron a una despiadada depuración y matanza de unos cuantos maestros, funcionarios, o simpatizantes de las izquierdas, obviando el autor, la represión ejercida siguiendo los puntos programáticos del general Mola, el ideólogo, que inspiraron el golpe de estado que señalaban hasta la eliminación física del adversario, la confiscación de sus bienes, el oprobio y ruina para la familia… Ellos lavaron, acaso su conciencia, si la tenían, con eso sutil que se llama obediencia debida. Así que instalados estos “señores”, que aquí sí entrecomillado, empezaron a dirigir desde sus puestos usurpados el vaciado de las prisiones o de los monasterios de Celanova u Oseira con las sacas nocturnas que se hacían por listas elaboradas, o sea que fue una planificada masacre donde todo dirigido y nada al azar se dejaba, cuando las escuadras negras de la Falange y otros matones adláteres se desplazaban en sus camionetas para llenarlas y dejar los agujereados cuerpos de sus víctimas ya en el Furriolo, ya en As Escorregas, ya en las tapias del cementerio, a la vista y para escarmiento; la guardia Civil también les daba cobertura y participaba en la represión. Osea que la política del paredón estaba al día en esta planificación, y esto puede comprobarse en documentos manejados por historiadores que se plasman, entre otros, en libros como” Os Nomes do Terror”en el que van siendo citadas, además de las víctimas los victimarios o verdugos, y aparecen muchos nombres que por honorables se tuvieron y por ello coparon la pública administración como premio, ya desde el bedel, al ministro con derecho de pernada o el esperpento de comprar por una peseta más de una hectárea de terreno al lado de la playa, como hizo un ministro del régimen, para que no figurase como donado sino comprado.

La edulcorada cita de esa Falange, que tiene que alquilar un local mayor para acoger a cada vez más mílites esconde un disfraz de dejar entrever que cada día más afiliados para la causa eso si rebelde, sin entrecomillar, como un modo de justificación de cuantos más, mejor para poder justificar la rebelión militar. En fin, tanta desinformación acumulada, tantos sesgos, tantas medias verdades llevan a la conclusión de que los salvapatrias estaban en la razón y tanto se creían en ella que el término rebelde lo trasladaron al gobierno legítimo de la República en un ejercicio de burdo malabarismo, que alcanzaba cotas tales que ni el mismo Goebels hubiera imaginado. Los falangistas de los puños y las pistolas y sus matones se encontraron en su salsa cuando salían de madrugada por las casas a la caza de izquierdistas o con las listas ya elaboradas de presos sacados para ser paseados, que montados en camionetas, el único paseo lo daban cuando esta paraba y daban unos pasos, se les alineaba y eran fusilados, así hasta unos cuantos miles en la provincia pacificada y pasada al bando nacionalista o rebelde porque sí, después de cargarse esos oficiales de mediana escala a sus mandos superiores que habían jurado lealtad a la República; así en Ferrol donde cabos y marinería fusilaron a sus superiores, o en Vigo donde un tal y siniestro capitán Carrero fusilaba a destajo, o en Coruña donde Juan Canalejo (que llevaría el nombre hasta del hospital de Coruña, un despropósito), un falangistoide, apuraba las depuraciones, o un tal Lis en Pontevedra, y así una retahíla de verdugos acabarían después de una dura represión con todo viso de resistencia o de simple autoridad de los que legítimamente la tuvieron, convirtiendo Galicia en una zona de retaguardia por las malas. El titulado historiador da a entender que Galicia, Ourense, se entregó a la causa de los sublevados cuando no fue así; las autoridades civiles y militares fueron leales a la República, pagando con su vida, ejecutados por sus subalternos, subvirtiendo el orden. Se dirá que estamos desenterrando el hacha de guerra, esa facilona y falaz manera de tapar, de decir que todos iguales; es como decir eso del todos roban para encubrir las propias corruptelas o las de afines.

Las medias verdades tratan de confundir sobre la verdad, barnizan la brutalidad y pretenden dar cobertura a tanto criminal como campó con las bendiciones eclesiásticas y el parabién del directorio franquista, que nunca dejaba nada al azar. El papa Pío XII sancionó con un urbe et orbi la por él beatificada y llamada Santa Cruzada, como si de una vuelta de tuerca a la barbarie medieval se tratase. La laicidad republicana con los intereses de la Iglesia topaba, como diría el socarrón Sancho a su señor D.

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