Las deficiencias, otra herencia de Cabezas

Las obras dificultan la circulación de peatones y vehículos. (Foto: Miguel Angel)
El deficiente estado de la avenida de La Habana no es el único.
Otra calle igual de céntrica, la de Ramón Cabanillas, presenta numerosos baches y el adoquinado del vial se mezcla ya con parches de cemento, en un vano intento por subsanar lo irreparable. Probablemente el mismo subsuelo arenoso y los mismos problemas de saneamiento que aquejan a la avenida de La Habana afecten a este otro vial, a juzgado por el estado que presenta, especialmente en el tramo comprendido entre, precisamente, la avenida de La Habana y la rotonda de Valle Inclán. Además, al ser también de adoquín genera numerosas molestias, tanto entre los conductores como entre los vecinos de la zona. Esta calle, como la anterior, también fue reformada pero los baches y los desniveles en algunos lugares muestran el deterioro que padece, aunque no es tan transitada como La Habana.


UN PROBLEMA HEREDADO

García Mata señaló, especialmente sobre la avenida de La Habana, que el problema con el saneamiento y el firme no es nuevo, sino heredado de los gobiernos del anterior alcalde, Manuel Cabezas. En ese período se ejecutaron numerosas intervenciones en la avenida de La Habana durante las que 'nunca se evaluó el estado del saneamiento'. Se miró para otro lado. De hecho, consecuencia directa de aquella 'inoperancia', en el pasado mes de abril una fuga de agua provocó el hundimiento del vial, y obligó a cerrar la circulación en el tramo que va desde Juan XXIII hasta Concepción Arenal. Antes, otro socavón había alarmado a los vecinos, en este caso los comprendidos en el tramo entre Teluro y Ramón Cabanillas.

Además, y para mayor disgusto de vecinos y transeúntes, en los mandatos de Manuel Cabezas la avenida de La Habana se levantó en varias ocasiones, incluso después de ser reformada con adoquín y de que sus aceras fuesen ensanchadas y mejoradas con otro pavimento. Una vez terminada la reforma inicial, su gobierno municipal ordenó levantarla en ambos lados para la instalación de R y, una vez repeusto el adoquín, volvieron a ella las taladradoras para hacer lo mismo, pero para instalar otro cableado. Entonces, habían arreciado las críticas, especialmente de la oposición, que detectaba en esta actuación un supuesto intento de beneficiar a constructores o empresas amigas, que así verían multiplicado su trabajo y sus contratas, aunque Cabezas siempre lo negó.

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