CRÓNICA

El dichoso chivato naranja

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Después de dos semanas del inicio del estado de alarma, una luz extraña, desconocida, se encendió en el panel del coche y la pantalla digital me indicaba el recorrido al taller más cercano.

Hace unos días me percaté de una luz naranja en el panel del coche. Rebusqué entre las ciento y pico páginas del manual del coche, a ver qué carallo era aquel chivato de la llave inglesa. "Uno o varios fallos de motor, acuda al taller". "Jodímola", pensé yo. La pantalla digital me llevaba a un taller cercano a casa, pero yo tenía que ir a trabajar. Cómo no, llamé a mis padres. "Iso nada home, será o aceite. Pero que forma ten? Que color?", me decía mi padre. Qué difícil es la comunicación telemática de ciertas cosas. Resolvimos que preguntaría al concesionario, y mientras, "ollo".

Al día siguiente, llamé. Del otro lado, una voz, tan agradable como preocupada, me dijo que si el chivato era de color naranja no podía arriesgarme a seguir usando el coche. "Y qué hacemos, lo necesito", inquirí yo. "Te llamamos la semana que viene, son días complicados, ahora es Semana Santa. No sé qué día podrá ser". Me recomendó llamar al teléfono de asistencia para pedir un vehículo de cortesía, donde otra voz, entrecortada –"Es que estamos teletrabajando y las llamadas van por internet"–, me preguntó, antes de nada, cuál era mi correo electrónico. "Para qué. Encima, a deletrear mi nombre", pensé yo.

"¿Kilómetros del coche?". "Pues yo que sé, no te voy a mentir". Risas (entrecortadas). "Nada, nada, puedes conducir unos 3.000 kilómetros sin problema, pero vete a un taller cuando pase todo". Rellamé al concesionario. "No te lo recomiendo, mejor esperar al mecánico". Todo mi gozo en un pozo. Dichoso chivato naranja.

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