Pulpo en la feria de Ourense: diez euros para ir tirando

El 7, el 17 y el 27 de cada mes, el Campo da Feira es el epicentro del pulpo en la ciudad. Como ayer. Pulpeiros y comensales acusan la subida de precios, una situación que ha hecho disminuir la afluencia a pesar de que la calidad no ha bajado.

El Campo da Feria de la ciudad, como cada día rematado en 7, queda inundado por el aroma del pulpo cocido. Los clientes hacen cola en busca de una ración, bien aderezada con sal, pimentón y aceite, como es de rigor. Juan Carlos Castro, pulpeiro de Arcos,  se maneja con destreza para atender a sus comensales. “Eu penso que agora é pura especulación”, comenta sobre los elevados precios de compra del cefalópodo. La historia se repite cuando llega la época estival: “Se o pulpo no inverno non baixa, no verán sobe sempre”. Y se nota. “Hai moita menos demanda”, lamenta.

Junto a él, otros pulpeiros despedazan rabos sobre los preceptivos platos de madera. Como Isaac, quien se muestra relativamente escéptico ante la afirmación de que hay poco pulpo: “O que digan…”. Lo que sí está claro es que “está caro, iso é que ten que haber pouco. E baixar non baixa”, tal y como sopesa. Su ración, como la de sus compañeros de Arcos, vale un billete de diez euros. Algo que aprieta los márgenes del sector. El elevado coste de la materia prima hace de espada, y el miedo a espantar a los clientes, de pared: “Seguímolo mantendo a dez para seguir vendendo, para ir tirando, pero está moi caro”, insiste.

Este plato tan paradójicamente ourensano convoca a un grueso de clientes habituales. Por ejemplo, a Moncho, que degusta una ración en una de las mesas: “Ó prezo chégalle ben, pero seguímolo comendo mentres se poida”. Frente a él se sienta Carlos Vázquez, que también disfruta el pulpo. “Non hai a cantidade de xente que antes”, hace un par de años, dice. “Hai bastante menos, máis que nada polo prezo”, observa Vázquez. La inflación contagia hasta a los cefalópodos. Antes de seguir con la gastronomía, deja un recado: “A vida vai subindo, pero os soldos non”.

"Gloria Bendita"

Los pulpeiros necesitan demanda para poder tener ingresos y continuar con un negocio tradicional e histórico. Para incentivar el consumo, qué mejor aval que la mirada imparcial de quien no siente apego hacia el plato. Un grupo de visitantes madrileños degusta el manjar en el Campo da Feira. José Antonio es claro y contundente: “Este pulpo no se come en ningún lado”. Ni preguntaron el precio de la ración. A Yolanda Riazor le faltan las palabras para definirlo: “Por diez euros, está regalado. Está espectacular. Gloria bendita”.

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