La diversidad territorial creó en Ourense un viñedo único en el mundo

Los bancales aseguraban un viñedo en zonas que no eran fértiles para otros cultivos.
photo_camera Los bancales aseguraban un viñedo en zonas que no eran fértiles para otros cultivos.

La necesidad de uvas adaptadas a todo tipo de condiciones supuso el origen de la riqueza actual

El catálogo reseñado por García de los Salmones detalla 81 variedades de uva que se empleaban en Ourense a principios del siglo XX, cuando la filoxera estaba todavía causando una gran devastación en el viñedo de la provincia. Aunque en algunos casos se trata de sinonimia de una misma uva pero con diferente nombre en comarcas o pueblos diferentes. Por ejemplo, a la tempranillo se la denominaba tinta aragonesa en Cenlle y arauja en Verín, nombre que ha pervivido hasta la actualidad como araúxa. Esa gran diversidad la atribuye Luis Congil “a la enorme diversidad de biotopos que se pueden encontrar en un territorio mayoritariamente rural densamente poblado en el que el cincuenta por ciento de las calorías de la dieta procedían del vino y era necesario la utilización de diferentes variedades que se adaptasen a diferentes climas, tipos de suelo, altitudes…”.

La recuperación de las variedades autóctonas lograda en las últimas décadas sitúa a Galicia en general y a la provincia de Ourense en particular en una posición de privilegio, “no solo por los vinos de gran calidad que se elaboran con nuestras variedades autóctonas”, señala el autor de “A marabillosa historia do viño en Galicia”, sino también “por la gran diversidad de variedades que seguimos conservando, lo que nos sitúa en una posición de privilegio y convierte a Galicia en la gran reserva de la vinosfera europea ante cualquier posible nueva pandemia como la que sufrió el viñedo en el continente con la llegada desde América de la filoxera”. La plaga que asoló Europa a finales del XIX no solo supuso una gran devastación que se fue extendiendo por todo el continente, también supuso la sustitución de variedades autóctonas por nuevas uvas foráneas de mayor rendimiento por hectárea, en el caso de Galicia, la palomino o jerez en los blancos y la garnacha tintorera o alicante en los tintos, con las que afrontar de manera más rápida posible la notable mengua en la producción. El cambio de paradigma en el consumo del vino, que ha pasado de ser un alimento de primera necesidad a producto de calidad, fue el que permitió recuperar las variedades ancestrales que más se identifican con la naturaleza del entorno en el que se cultivan.

Más variedades tintas que blancas, aunque con menos viñedo plantado 

De las treinta y una variedades amparadas por las cinco denominaciones de origen y cinco indicaciones geográficas protegidas que hay en Galicia, veintisiete se cultivan en Ourense. Al igual que hace un siglo, sigue siendo la provincia que más ha contribuido a la preservación y recuperación de las variedades históricas. Treixadura, godello, loureira, mencía, sousón y tempranillo (araúxa en Monterrei) son comunes a las cuatro denominaciones vitivinícolas ourensanas y solo la última tiene un origen foráneo aunque con más de un siglo de arraigo, como sucede con las otras variedades llegadas de fuera de Galicia (palomino, garnacha y mencía) que también están presentes en buena parte del territorio vitivinícola de la provincia.

A pesar de las modas que han logrado que las variedades blancas sean las dominantes en el viñedo de toda Galicia, y Ourense no es una excepción, sigue habiendo más uvas tintas que blancas y todavía se están recuperando e identificando variedades ancestrales que aparecen en fincas con cepas centenarias que sobrevivieron a la filoxera, como sucedió con la pedral en el Condado, castañal en el Rosal y varios caíños tintos en el Ribeiro que se daban por perdidos, y otras que están resurgiendo como la loureira tinta y la pan e carne. 

Te puede interesar