A pie de barrio

A Granxa está “a monte”

Este barrio es la pesadilla del repartidor. Su labor resulta aún más difícil en este laberinto. Hay decenas de calles sin nombre. Y, como lo que no tiene nombre no existe, donde no llegan los operarios municipales pululan serpientes y ratas. 

La asociación de vecinos de A Granxa se creó a finales de los 80, y aseguran llevar al menos desde 1988 reclamando nombres oficiales para las calles del barrio. Joaquín Pérez suma 17 años de experiencia como presidente, y recuerda que, para facilitar el proceso, enviaron a la administración  una lista  con las denominaciones empleadas por los vecinos a lo largo de su historia. Entre los 25 nombres, destacan la  rúa do Bentevexo, Recanto das Guindeiras, rúa da Gandariña, Camiño do Caramaño, rúa da Tarabela, rúa dos Condados o recanto da Chaira. 

El vecino José Álvarez critica que “no llegan los paquetes. Tienen que andar los mensajeros llamándote para ubicarse. Y, cada vez que cambia el cartero, otro Cristo, no llega una sola carta”.

“Estamos abandonados”, añade Paco Joga, también vecino de A Granxa. Ratas y culebras le invaden, al vivir junto a un espacio público donde la mala hierba crece descontrolada. “La bichería se me mete dentro de casa”, señala. Y la farola junto a ella apenas ilumina las noches debido al espesor de los árboles que la rodean.

Genaro sufre un problema similar, debido a una finca vecina que nadie atiende, atrayendo a la fauna local: “Fui al Concello tres veces. Saben quiénes son sus dueños, tienen los datos del catastro. Pertenece a varios hermanos, pero ninguno se hace cargo de la limpieza”. Así que, desde hace varios años, la presencia de las ratas va en aumento, avistadas a menudo junto al galpón. “Tenemos constancia de que el Concello notificó la situación y que, si no se hacían cargo los inquilinos, lo harían ellos”. De momento, las que aparecen son las serpientes en su sótano. “Y rara es la noche que los perros no se ponen locos con los zorros”, concluye. 

Pero esto no es extraño, ya que el mirador sufre un abandono similar: “Antes, mandabas un escrito y a la semana te venían a limpiar”, recuerdan desde la asociación vecinal. Por el estado en el que se encuentra este espacio, coronado por la capilla del barrio, parece que el templo lleva décadas abandonado, pero lo cierto es que acogió misas hasta la llegada del covid. “Ahora estaríamos preparando la celebración de San Antonio. Antes de la pandemia nos juntábamos 170 personas en la sardiñada, ahora no sabes qué es de los vecinos”, lamenta Pérez.  Al lado del templo, otra finca abandonada pone al lugar en riesgo cuando se acerca el verano y la hierba se seca.

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