REPORTAJE

Guerra a las acacias con nuevo arsenal

O VISO/CEBOLIÑO 27/02/2019 .- Mimosas en floración en amplias zonas de Mende, Ceboliño  y O Viso. Fotos para La Mirilla. José Paz
photo_camera Imagen de una ladera en la provincia en la que se aprecia la invasión de la acacia. (FOTO: José Paz)
Los investigadores, ecologistas y comuneros exploran nuevas vías de acabar con una plaga vegetal que alcanza más de 1.700 hectáreas en Ourense

La guerra contra las mimosas huele a pesticida y cansancio. “Os nosos avós plantábanas para a viña, non sabían que nos legaban unha praga”, reflexiona con pesar el presidente de la Asociación Ridimoas, Pablo Rodríguez, con las manos aún cansadas por el esfuerzo. Pocas horas antes estaba cortando acacias en el monte de O Ribeiro, igual que llevan haciendo en la entidad desde hace más de 40 años... ¿y en los 40 siguientes?

Lo cierto es que en la batalla contra esta especie invasora se buscan constantemente nuevas soluciones. No es para menos: el último Inventario Forestal Nacional calcula que las mimosas, o Acacia dealbata, ocupan casi 1.790 hectáreas solo en la provincia de Ourense, y -a pesar de que la Ley de Montes gallega prohíbe plantarla- su presencia sigue incrementándose. “É un problema tremendo”, resume Rodríguez.

La peculiar carrera armamentística contra este enemigo vegetal tiene varios frentes, de la universidad a las comunidades de montes o las asociaciones ecologistas. “O reto que temos é eliminar as acacias e á vez favorecer a recuperación da flora natural; debemos conseguir que as especies autóctonas compitan mellor que a invasora”, explica el profesor de la Universidade de Vigo Luis González, que ha estudiado a fondo la presencia de las acacias en los montes ourensanos.

Descortezar, un método ecológico

Los comuneros del monte Lobeira, en Vilanova de Arousa, se toparon con un problema: un bosque de acacias había crecido sobre un manantial que abastece a las poblaciones cercanas, por lo que emplear los pesticidas habituales -que son tóxicos para los humanos- no era una opción. “Una compañera me había hablado de un método que podía servirnos en este caso: el descortezado”, explica la ingeniera forestal Carmen Rial.

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La receta es clara: hay que arrancar la corteza de cada acacia, desde el suelo hasta 1,30 metros de altura -a la altura del pecho-, con el objetivo de cortar el flujo de la savia. “Los efectos tardan un poco en verse -desarrolla Rial-, en una semana las hojas ya cambian de color, y al cabo de un año las acacias están muertas y secas, listas para talar”. La clave, añade, está en asegurar que las raíces estén secas, para que la planta no rebrote.

En el monte Lobeira se encuentran ahora en este punto, y son optimistas con el proceso -“el hecho de no aplicar productos químicos ya es bueno, es más respetuoso con la naturaleza”, comenta Rial- y con el resultado esperado. Desde la asociación ecologista Adega corroboran los buenos resultados: “Levamos 12 anos descortezando no río Tea e temos bos resultados, pero -aínda que nós avogamos polo menor uso posible de produtos químicos- entendemos que hai áreas de Ourense cunha concentración tal de mimosas que hai que empregar varios métodos”, comenta Ramsés Pérez, educador ambiental de la entidad.

El profesor Luis González coincide en la valoración -“Na nosa experiencia, a técnica do descortezado ten unha efectividade do 100% en árbores novas, de entre cinco e seis anos”, comenta-, pero señala otro inconveniente: “Consome moito tempo e man de obra; é dicir, moitos cartos”. Por ello, las comunidades de las zonas más afectadas por la expansión de mimosas se muestran escépticas frente a la técnica. Rodríguez, de Ridimoas, destaca que en su zona las acacias se cuentan por millones: “Fixemos unha chea de probas, pero con estas cifras habemos de ser prácticos”, lamenta.

Del taladro al agua con sal

Descortezar no es la única vía que se explora como alternativa a los productos químicos. Otra técnica que exploran desde la UVigo es cortar la planta a la altura del cañoto y aplicar el herbicida directamente. “Acabas coa planta en cuestión e coas de ao redor”, señala González, pero comenta como inconveniente que no puede llevarse a cabo en extensiones muy grandes, ya que requiere aplicar el producto ágilmente, con el árbol recién talado.

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“Outra técnica é coa broca: fas un buraco e aplicas o produto dentro, o que é moito máis efectivo e rápido que as anteriores”, explica. Mirando al futuro, González pone sus esperanzas en los “resultados prometedores” que están obteniendo en experimentos que sustituyen el herbicida por agua salina, lo que reduce el coste muchísimo. 

Con todo, el biólogo advierte que “o campo é moi diferente que as parcelas experimentais”, una declaración con la que coinciden desde Ridimoas: “Polo momento non atopamos ningunha solución alternativa que nos sirva”, concluye Pablo Rodríguez. 

Siglo y medio de continua expansión

Dentro de poco, un viaje en carretera por la ribera del Miño se verá jalonado por el amarillo intenso de las mimosas en flor, un paisaje tan característico de varias zonas de la provincia que muchos vecinos pueden pensar que estos árboles han estado ahí siempre. La realidad, no obstante, es que las mimosas entraron en Ourense hace 150 años, y desde entonces se han ido expandiendo, invadiendo el terreno de robles y castaños y perjudicando la biodiversidad vegetal y animal de la provincia.

“As acacias compiten polos recursos mellor que as variedades autóctonas galegas, e ademais cambian a constitución do chan, o que dificulta que creza a flora local”, destaca González. Los acaciales crean espacios frondosos e impenetrables en los que no crecen otras plantas. Se trata, además, de árboles con una capacidad de reproducción portentosa, a través de sus raíces y sus semillas: “Tes que estar continuamente arrincando e cortando, é case imposible acabar con elas”, señala Rodríguez. La guerra contra las acacias, por el momento, no parece tener fin.

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