El viaducto del AVE abre la oportunidad para construir un nuevo emblema sobre el río Miño

Cinco hitos en la historia de Ourense

El puente romano, el símbolo más clásico de la ciudad.
La construcción de un nuevo viaducto para el paso del tren de alta velocidad ha llevado a la sociedad ourensana a demandar una obra emblemática. La ciudad cuenta ya con cinco puentes de diferente valor histórico o estético sobre cuya importancia reflexionan otros tantos técnicos ourensanos a través de estas páginas.
El AVE llegará a Ourense a través de un nuevo viaducto sobre el río Miño, que se convertirá en el sexto puente de la ciudad. Ante este proyecto, han surgido voces en la sociedad ourensana que demandan que la obra se convierta en un nuevo símbolo de la ciudad e incluso el alcalde ha invitado al prestigioso arquitecto mundial Norman Foster a participar en su diseño.

Ourense tiene actualmente cinco puentes, muy vinculados a su historia. El Romano, originario del siglo I, es considerado uno de los tres emblemas de la ciudad. El Nuevo, construido a principios del siglo XX e inspirado en los puentes parisinos, destaca por sus valores artísticos. En 1957 se inauguraba el viaducto del tren, destacada obra de ingeniería civil, que supuso en su día un alarde arquitectó nico por la envergadura de la obra. Una década después entraba en servicio el Ribeiriño, un puente funcional pero de escaso valor artístico y estético. Por último, en 2001 se inauguró el Puente del Milenio, cuyo diseño vanguardista lo convirtió en un símbolo de la ciudad.


O símbolo de Ourense

A Ponte Romana é orixinaria do século I, aínda que sufriu varias reformas ó longo da historia, particularmente nos séculos XIII e XVII. Usouse para o tráfico rodado ata hai 10 anos.

A vella Auria, cantada por poetas e trobadores, enorgullécese de posuír belos e descoñecidos monumentos que asombran a todo o curioso visitante que se achega a coñecela. Así, aos magníficos monumentos mesturados ca paisaxe, o clima maila gastronomía, se suma a bonanza das súas xa populares augas.

Outro dos signos identificadores de especial vinculación ca cidade o constitúe a relevante presencia da impresionante ‘Ponte Romana’ ou ‘Ponte Vella’, trazada sobre o vello río Miño, obra significativa que entrou a formar parte da triloxía simbolóxica do propio escudo heráldico do concello.

A ‘Ponte Maior’ ou ‘Ponte Vella’ é unha das máis importantes obras civís da antigüidade, da época dos romanos sendo, por excelencia, un dos mellores e máis grande monumento, mellor conservado de Galicia.

As fachendosas lexións romanas ao seu paso cara o interior da nosa terra atopáronse cun inimigo realmente temido, o paso do caudaloso río Miño ao que axiña lle fixeron fronte os arquitectos romanos erguendo unha colosal ponte, a nosa Ponte Vella.

Tradicionalmente se atribúe ao emperador romano Trajano a fundación orixinal; nembargantes, ante a rudeza que se aprecia, aínda na actualidade nos piares da base, rexeita tan atribución.

As súas características básicas o definen como unha construcción en cadeira almofada nas pilastras, empregando perpiaño provinte da zona de Reza. Ten unha lonxitude de 370 metros sostido por sete arcos oxivais, excepto dous deles. A data da súa construcción inicial o sitúa no século I d. C; pero ao longo da súa prolongada existencia sufriu unha serie de modificacións como as acontecidas a raíz do afundimento do arco maior entre os anos 1432 e 1479. No transcurso do 1667 se contrata ao coñecido arquitecto Melchor de Velasco a realización de diversos arranxos e reformas que modificaron a súa estructura orixinaria.

(Juan Andrés Hervella. Técnico municipal de Turismo)


Insigne obra de principios del siglo XX: El Puente Nuevo.


El Puente Nuevo, obra de Manuel Díaz de la Banda, se construyó entre 1911 y 1918 y une Ourense con el entonces Ponte Canedo.

Ourense tuvo hasta comienzos del pasado siglo un único puente, la ‘Ponte Maior’, también ‘Romana’ o ‘Vella’, que enlazaba las dos orillas del río Miño, facilitando el tránsito que desde el sur de Galicia se dirigía hacia el norte. El Puente Nuevo se construyó para mejorar esa comunicación, aliviando al histórico puente de su pesada misión y absorbiendo el creciente tráfico rodado.

Consta de seis arcos de sillería aplantillada y un tramo metálico de directriz parabólica, dispuestos del siguiente modo: de izquierda a derecha comienza por tres arcos de medio punto de 12 metros de luz, continúa por otro de tipo carpanel de cinco centros y 25 metros de luz y, una vez alcanzado el curso del río, se halla el tramo metálico consistente en un arco de directriz parabólica, triarticulado en la clave y en los apoyos, de chapa roblonada, cuya bóveda está formada por cuatro nervios o arcos elementales a modo de diafragmas, lateralmente arriostrados entre sí; la luz es de 75 metros y el tablero está dispuesto superiormente sobre un entramado de vigas y soportes que transmiten las cargas a dichos arcos. Salva prácti camente todo el cauce y ya en la otra orilla hay sólo dos arcos de sillería. La ornamentación es equilibrada, estando más adornados los arcos carpaneles, con pilastras decoradas y adosadas a los tímpanos, en cuya coronación se hallan unas hermosas farolas de fundición de los Talleres Iglesias, de Madrid.

La rasante de la calzada es horizontal, con un ancho de ocho metros y dos andenes de 1,50 metros. Sobre posibles actuaciones que se puedan llevar a cabo en el puente, cabe remarcar que deben ir encaminadas exclusivamente a la conservación de la obra, construida con gran dedicación y esmero, como se puede apreciar en la cuidada sillería aplantillada, la uniformidad conseguida en el color de la piedra, que merecen todo nuestro respeto y consideración hacia este espléndido puente, obra insigne de la ingeniería civil de comienzos del siglo XX y símbolo del progreso y de la expansión de Ourense.

(Manuel Durán. Ingeniero de Caminos)



LOS PUENTES DE LA CIUDAD
M.A.

La elegancia del ‘patito feo’: El Puente Ribeiriño.


El Puente Ribeiriño, meramente funcional, entró en funcionamiento en 1971 para aliviar la circulación del Nuevo.

Escribir sobre algo que ya forma parte de nuestra memoria afectiva e histórica es siempre un reto difícil. El Puente Ribeiriño o Novísimo como le llamamos nace allá por los años 60, debido a la realización de la variante de la carretera de Vigo a Villacastín. Ubicado aguas abajo de la desembocadura del Barbaña, nace para poder disminuir el tráfico que soportaban el Puente Nuevo y la Ponte Vella. Se ubica en un estrechamiento que el Miño genera, formado en su vano central por un arco doble de hormigón armado que se apoya en dos grandes pilas estribo que salvan el cauce y por vanos rectangulares apoyados en pilas en sus accesos laterales. El perfil parabólico de su arco central, sus tímpanos y péndolas podrían haberse inspirado en la colección de arcos de hormigón armado del ingeniero J. E. Ribera, autor de un gran libro titulado ‘Puentes de Fábrica de Hormigón Armado’. Es sencillo, pero cuando uno se fija en él se percibe una ‘sensible elegancia’, aunque otros no le den valor. Es como nuestro ‘Patito Feo’. Quizás si se hubieran cuidado un poco más los detalles como sus barandillas, farolas, su iluminación... se habría mejorado su imagen. ambién si se hubiese previsto un espacio para el paso de las instalaciones de abastecimiento o saneamiento que hoy penden de su tablero y no contribuyen en nada en valorizarlo. Quizás un ‘ligero toque de color’ que le infundiese personalidad, ¡no sé!... Quizás si se hubiera tenido en cuenta todo esto sentiríamos un poco más de afecto por un puente que es ‘NUESTRO’ desde su origen.

(Juan Carlos Cabanelas. Arquitecto)


‘O noso viaducto’


El viaducto del tren se inauguró en 1957. Fue obra de José Luis Tovar Bisbal, que lo realizó en hormigón. Mide 415 metros de longitud.

Viniendo de Madrid en los talgos actuales, cruzamos sobre el embalse del Esla el viaducto de arco hormigonado de más luz para la época: 192 metros. Duraron las obras ocho años y se inauguró en 1942.

Aunque don Vicente Risco lo adjetiva como la más importante obra de ingeniería de esta línea, la verdad es que el nuestro es más modesto, pero fue y sigue siendo un hermoso puente, de los escasos y adelantados en el uso de arcos de hormigón armado, con tres peraltados de 62 metros de luz, y que se inauguró 15 años después del zamorano. Cuando se hizo no existía el desarrollo urbano de su entorno, pero hubo una conjunción tan adecuada en planificación de calles y edificios (Lagunas y aledaños) que hoy está perfectamente integrado.

No ocurre así en la margen derecha, donde los pontinos sufren callados una división que hace incómoda y extraña la movilidad. Deseo común sería que la integración del nuevo viaducto del AVE tenga emplazamiento tan integrador como nuestro viaducto en la margen izquierda del Miño y menos destructor en la derecha.

Algunos añoran la antigua estación en donde los trenes procedían de Monforte e iban a Vigo. Después, sobre su huella, se jugaba al baloncesto en una pista de ceniza. Tengo la edad suficiente para recordar esos partidos sobre ceniza con personajes que me cruzo ahora caminando y también para recordar las enormes y complicadas cimbras (término que naturalmente conocí después) con que se encofraba el viaducto.

(Manuel Martínez Rapela. Ingeniero técnico de Obras Públicas)


El Puente del Milenio.


El Puente del Milenio se inauguró el 2001 y fue diseñado por Alvaro Varela y Juan M. Calvo. Su original curva es realzada por la pasarela peatonal, que se eleva hasta los 22 metros.
Ya se han cumplido ocho años desde que terminó la obra del puente, y veo que aguanta bien el paso del tiempo y del uso, a veces cuidadoso y otras no tanto. Se le ve joven, sin arrugas, con su cinta peatonal sinuosa y sus cables bien tensionados, manteniendo el tablero en perfecto estado. Un puente que nació del lugar, del diálogo con los otros puentes, de sus curvas, de sus arcos, donde el Puente del Milenio, por cuestiones de inspiración poética, si bien valiéndose de la tecnología contemporánea, invierte estas curvas y las lleva por encima y por debajo de la rasante, recordando su figura a las aves que vuelan a lo largo del río, lo lo que le confiere una sensación de ingravidez y ligereza. Todos estos mecanismos y ajustes han permitido generar una forma esbelta de muy diversas lecturas según como y desde donde se le mire.

Alvaro Varela. Arquitecto

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