Lío “padre” en el tanatorio

La forense, acatando una orden judicial, practicó la extracción de ADN del fallecido en el CHOU. (Foto: Miguel Ángel)
Un juez de la provincia autorizó que una médico forense extrajese ADN a un difunto al que su familia velaba tranquilamente este sábado en un tanatorio de la ciudad, de cara a practicar una futura prueba de filiación
En el tanatorio reinaba el único ambiente que puede reinar en un tanatorio. Pesar, mucho dolor. La familia velaba el cuerpo del difunto antes de dirigirse a la iglesia para el funeral y posteriormente al cementerio, para despedirlo. Estamos a sábado. Sábado, concretamente, de Entroido. Mientras media humanidad anda de farra, en un tanatorio de Ourense la aflicción de una familia rota -como si eso no fuese bastante- se ve sobresaltada por la imprevista llegada de la Policía a la sala. Los agentes escoltan a una médico forense, perfectamente consciente de que va a hacer frente a uno de esos malos tragos que en algún momento depara todo trabajo. Pero más si uno es forense. Aunque nada comparable al trago que la familia del occiso estaba a punto de catar.

¿Porque qué hacían allí aquellas personas? ¿A cuento de qué? Qué sucedía? Venían a llevarse el difunto. Temporalmente, por supuestos. La familia estaba desencajada. ¿Cómo, por qué, hacia dónde? En un furgón, porque lo determinaba nada menos que una orden judicial, y hacia el Complexo Hospitalario de Ourense (CHOU).

Un juez había dado el visto bueno al traslado, tras hallar suficientemente creíble la solicitud de una persona que reclamaba una prueba de filiación. ¿Quién, quién, quién? Esa era justo la clase de pregunta que no se respondería a la familia, a la que ante la orden judicial no la atendía más que el derecho al disgusto, el pataleo, la cólera. ¿Es que ya no tenían suficiente con lo que tenían? Se ve que no. Pero el juez exigía un principio de prueba, ante la posibilidad de que los hechos pudiesen eliminar todo rastro de ADN, si los herederos del difunto optaban por un adiós con incineración. En cualquier caso, el magistrado consideró más oportuno causar molestias ahora, en el tanatorio, que posteriormente, en una exhumación en el cementerio.

Hacia el CHOU
Lo que era una familia quebrada por el sufrimiento, era ahora una familia quebrada y boquiabierta, que seguía con la mirada el furgón que trasladó el cadáver al CHOU, donde se le extrajo una bolsa de sangre, que custodiará el Instituto de Medicina Legal hasta que llegue el momento de remitirlo al laboratorio, y proceder -si un juez así lo autoriza- a desencriptar el ADN y comprobar si el fallecido y la persona que reclamó una prueba de filiación, tenían o no un vínculo genético cercano, muy cercano.
Hasta que eso ocurra, si sucede en algún momento, la mecha del desasosiego, curiosidad, desconcierto está prendida en la familia, y cuyo momento de bochorno, el sábado, nadie podrá nunca recompensar.

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