Nada que hacer: seguirá ardiendo

Los necios no temen el calor El luto por el medioambiente no dura más que la ceremonia de su funeral. Que nadie espere un cambio de tendencia en la costumbre devastadora que nos persigue y que hemos normalizado durante décadas. Da igual cuando se lea esto. Las llamas de hoy son como las cenizas de ayer y las lágrimas de los que han perdido hacienda y enseres se evaporan antes de llegar al suelo. No hay nada que hacer. Todos los lamentos, la rabia o las pérdidas se irán detrás de los coches oficiales, el humo de los rescoldos se fusionará con el de los tubos de escape de los vehículos de la comitiva. Llegará el otoño y con él las primeras lluvias (a ver si es cierto), las llamas se apagarán y el fuego será romántico al pie de la chimenea. Pasarán los meses, llegará la primavera siguiente, la Xunta anunciará otros 160 millones para apagar las llamas y volverá arder. Y así, sucesivamente. Porque así lleva siendo desde que el Icona advertía que “algo suyo se quema si el monte se quema”, Antón Reixa y Os Resentidos cantaban en los 80 “arde Galicia, lume forestal” o aquel coro de famosos entonaban la cancioncilla del spot de “Todos contra el fuego, tú lo puedes evitar”. Seguirá ardiendo como en el 2006, con socialistas y nacionalistas en una Xunta efímera, y un Feijoo con mocasines na borralla. Como en el 2017, entrando las llamas por las calles de Vigo, mientras otras arrasaban Carballeda de Avia o asolaban el valle de Monterrei. Aquellas indignaciones y lamentos se confundieron con los de años y décadas anteriores. Se diluirán con los del año que viene. Estas reflexiones serán papel mojado cuando la manguera o la lluvia empape la tierra. Mojadas quedarán las promesas públicas de cambio en la política forestal. Incluso esta crónica y su temática se diluirá como cada verano cuando las nubes lleguen. Senderismo Quedan un par de años para que la torre de la iglesia de San Eusebio deje de ser visible desde este lado del río, definitivamente oculta tras la maleza, la arboleda que crece sin control y las acacias que la abrazarán cualquier primavera. El sucesivo abandono de las tierras de labor, el envejecimiernto de la población y la falta de gestión de los recursos forestales han convertido una carballeira en un vertedero con neveras viejas. A las administraciones le da ahora por crear rutas de senderismo en lo que antes era el camino a la leira por el que iba el paisano y el carro de vacas. El muro de mampostería que delimitaba una finca ha sido sustituido por un somier viejo y el estanque en el que bebía el ganado sufrió un restyling en forma de bañera vieja. La propiedad de la tierra se ha subdividido con cada herencia, los mayores de 80 quedan solo para un par de tomates y tres pimientos y la Xunta le exige que tenga todas las parcelas limpias, pero valen ya menos que la multa que le puede caer. Algunos chavales ven ya más rentable enrolarse en las brigadas que apagan el fuego cada verano que doblar la cerviz o empuñar una herramienta en vez del batelume y eso significa que algo no se ha hecho bien en décadas. Difícil arreglarlo este verano. Otra causa más Pedro Sánchez se justifica viendo cambio climático detrás de las llamas, un culpable más que sumar a otros históricos sambenitos: madereros que querrían comprar el género más barato, mafias incendiarias que engordarían con la desgracia, constructores que especulaban para hacer chalés adosados, ganaderos que quemaban para pastos, inocentes domingueros que no apagaron bien la barbacoa o imprudentes paisanos que quemaron rastrojo y se les fue la mano y la llama. Décadas señalando culpables, pero esto sigue ardiendo. Como siempre La necesidad y solo ella nos empujará algún día de algún siglo a volver a la tierra, a sacarle provecho racional. A desandar el camino de décadas, despidiéndose del sacho para dejarse ver por la ciudad. La mentalidad podría girar hacia el derribo de las leiras mentales, a considerar que la tierra es la mano que nos da de comer y que conviene no morderla. Es todo muy complejo, tampoco está para prisas. Mientras, como todos los veranos, conviviremos con los incendios, tan nuestros ya. Pero, con todo lo abandonado que está el monte, él solo no arde si no hay una mano que le panta. Como ha sido siempre, creo. Al poner la lupa: tráigame todas las manos, falta hacen Óscar Pinal Para hacer esta muralla tráiganme todas las manos, cantaba Quilapayún. Galicia siempre se ha remangado, lo mismo para sacar el chapapote que escupió el Prestige en la costa, que para hurgar en la tierra para obtener el fruto cultivado. Y con los incendios no iba a ser menos. Cuando los medios no llegan o son insuficientes siempre hay una mano que toma un caldero por el asa y vierte su contenido sobre las cenizas para enfriarlas. No hay tiempo para las esperas, es el gesto de la conciencia, no necesariamente de la eficacia porque un incendio de proporciones dantescas no se combate con un cubo. Es también la imagen que engrandece la voluntad y la empequeñece por lo que supone de gota en el océano. Hasta la más larga marcha comienza con un primer paso, dice el aserto. Pero el camino es largo, tortuoso, lleno de penurias lo suficientemente importantes como para necesitarse algo más que un caldero y océanos de anónimas voluntades. El portafotos 10.68.110.124archive20190920fn7575 (1)_resultado José González Vázquez es ourensano de la cosecha del 70. Licenciado en Derecho, ingresó en 1997 en el cuerpo superior de inspectores de Hacienda. Desde septiembre del 2018 es conselleiro de Medio Rural, razón por la que se deja caer por esta sección. Entre las competencias que tiene este departamento está la de los incendios forestales, al misma plaga que abrasó a sus antecesores y lleva camino de laminar a este. Una Consellería estratégica, crucial para ordenar el sector agrario y forestal, solo adquiere relevancia mediática cuando las llamas entran por los cuatro puntos cardinales. Mucho poner en solfa iniciativas estéticas como Aldeas Modelo y cosas por el estilo, pero los problemas del gremio son mucho más profundos y sin duda complejos, como seguro sabe él a estas alturas. En una provincia como Ourense, con un abandono de las tierras espectacular, con unos problemas de relevo generacional, de dimensión de las explotaciones y de rentabilidad de la actividad tenemos el grueso de la consellería actuando de bombero y a su conselleiro viajando de incendio en incendio como quien va de velatorio en velatorio repartiendo pésames. Mal arreglo ser forense en vez de especialista en medicina preventiva.