En el Hotel Barcelona había vidrieras en el comedor, en las puertas y en el cuarto de baño, colocadas allí en 1915, cuando el catalán señor Reverter construyó el bonito edificio situado en la plazuela de Bispo Cesáreo para montar un hotel que

Nostalgia y ruina

Junto con el Roma y el Miño formaría un trío de hoteles clásicos con edificios más señoriales que el interior. El Roma cerró en los años cincuenta del siglo XX, siendo sustituido por un horroroso edificio; el Miño y el Barcelona se salvaron y los inmuebles pasaron a ser propiedad de Caixanova el primero y de Caixa Galicia el segundo, antes de la fusión de ambas entidades. El Barcelona está hoy hecho una ruina, en la que, espero, se conserven sus bonitas vidrieras y alguien piense en rescatarlas ya.
El Barcelona y el Roma cuidaron siempre la calidad de su cocina, de la que disfrutaban los huéspedes y muchos ourensanos. En el Hotel Barcelona durmieron en 1955 la duquesa de Alba y su primer marido. Según la última propietaria, doña Filomena, lo eligieron por su fama de limpio. Cuando Franco visitó la ciudad en los años cincuenta, el Barcelona fue el encargado de servir el banquete que se le ofreció en el entonces Gobierno Civil.

Sus mejores años los vivió el hotel en los años de explotación del wolframio, convirtiéndose en lugar 'de fijos', funcionarios y empleados que residían allí hasta que se casaban o los trasladaban. Entre esos fijos estuvo el cura-poeta Rey Soto.

Los clientes llegaban en tren, con muchas maletas, eran recogidos por un minibús que compartían los tres hoteles y que fue requisado en la guerra para trasladar soldados al frente de Asturias. El hotel tenía habitaciones de invierno, en la fachada de atrás, con abundante sol, y de verano, en la fachada principal. El cuarto de baño era comunitario, las habitaciones de techo alto y suelo de madera, el comedor acogedor y con muebles de los Rodríguez, y un amplio salón propiciaba la convivencia entre los huéspedes. En los años sesenta se hizo famoso en la ciudad el loro de doña Filomena -asidua del Liceo hasta su muerte, con muchos años encima- y los pañitos y colchas de ganchillo tejidos por ella.

Al final de sus días ?cerró en los años noventa- el Barcelona se convirtió en un lugar frecuentado por nostálgicos, como el cantante Amancio Prada, disfrutando del trato familiar, la tranquilidad, el crujir de las maderas al pisarlas y los pañitos de ganchillo de doña Filo.

Las fotografías de este reportaje fueron hechas en los años ochenta y en el 2000, cuando ya estaba cerrado el hotel.

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