Obituario | Francisco Rodríguez Villar, ejemplo de fidelidad y constancia

Hay noticias que nos marcan cada día, nos sorprenden, entristecen y nos hacen volver a nuestra memoria de muchos años. Esta fue la sorpresa que este domingo personalmente me marcó y acrecentó aún más la enfermedad que sufro últimamente. ¡Se nos ha muerto Paco, la memoria viva e irrepetible de nuestra diócesis ourensana! Paco era único. Incansable en su trabajo, sin horario fijo y siempre dispuesto a atender los problemas más difíciles de la curia diocesana, donde permaneció toda su vida. Siempre incansable y dispuesto para cuantos llegaban a las oficinas de nuestra curia.

Hay una anécdota ocurrida hace muchos años, en aquellos tiempos en los que los curas debíamos hacer una exámenes llamados trienales. Era como un repaso de lo estudiado cuando llegábamos a curas: teología, moral, filosofía. Eran, para los clérigos de entonces, un verdadera tortura. Pues bien, a un célebre sacerdote hoy fallecido le preguntaron qué era la curia y el buen clérigo, que había estudiado en Comillas, respondió que la curia era “Paco”.

En realidad tenía cierta razón, porque quien sabía y conocía toda la curia era Paco. Para él no había secretos en las oficinas y, cuando nos tocó a él y a mí organizar el archivo, comprendí que era un pozo sin fondo. Lo sabía todo con pelos y señales.

Había nacido el 11 de enero de 1930 y desde los 13 años trabajaba allí. Y han sido muchos los vicarios a los que ha servido, desde don Martín hasta don José Estévez. Para todos ha sido la mejor fuente de información.

Un carácter único, un espíritu de trabajo inigualable, una manera de servir fiel a cualquier hora. Por algo y con justicia el papa le ha concedido la más alta condecoración.

Descansa en paz, queridísimo Paco. San Juan Pablo te concedió la más alta y merecida condecoración y que ese recuerdo fiel y sincero perdure en todos cuantos te conocimos, apreciamos y queremos.

Que nos veamos en el cielo. 

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