La pandemia duplicó el número de atenciones psicológicas a adolescentes

No son tiempos fáciles para nadie, incluidos los adolescentes, ya que cada vez se contabilizan más problemas de salud mental y a edades más tempranas. Buena prueba de ello son el número de atenciones que realiza la Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e na Adolescencia (Aseia), con sede en Ourense, que, desde que comenzó la pandemia, ha “duplicado” su número de intervenciones hasta las 568, según explica el psicólogo clínico y presidente, Ricardo Fandiño. “Lo que más demandan los jóvenes son lugares seguros donde hablar”, indica Fandiño. Especialmente relevante es el incremento en el programa de intervención, “Alento de Inclusión Social”, el único que trata con jóvenes que ya han manifestado algún síntoma, tales como enclaustramiento o autolesiones. Si en 2018 se habían atendido a 18 jóvenes, en 2021 se atendieron más del doble, 38, y en la actualidad hay 20 jóvenes que asisten a las reuniones de este programa. Aunque no hay una relación de causalidad directa, Fandiño indica que “la situación de crisis derivada de la pandemia y de la guerra ha sido un claro detonante, aunque había un crecimiento previo”. Por hacer una comparación, “toda esta secuencia de acontecimientos es la gota que ha colmado un vaso que ya estaba rebosante”. Otro de los factores que han propiciado este aumento de atenciones son las numerosas campañas sobre esta cuestión, que tienen como objetivos visibilizar toda la problemática derivada y hacer entender que “no es normal vivir padeciendo un problema de salud, lo que también ayuda a identificar otros casos que lo están sufriendo, sobre todo en adolescentes, que aún están formando su personalidad”. Desde Aseia cuentan con seis programas diferentes de ayuda a jóvenes. En 2021, de los 568 atendidos desde la asociación, 170 chavales de entre 10 y 12 participaron en el programa “A mirada do outro”, sobre convivencia en colectivo; 38 de entre 14 y 21 años en el programa “Alento de Inclusión Social”; 172 de entre 14 y 17 en “Adolescencia Positiva”; 61 padres en “Convive de Acompañamiento Parental”; 62 de entre 14 y 18 años en “Educación Sexual”; y el punto de apoyo emocional atiende a 65 adolescentes y sus familias. Además, también han organizado actividades formativas para profesionales con la asistencia de 137 psicólogos, psiquiatras, educadores, maestros, trabajadores sociales y personal de enfermería. Fandiño indica que estos datos “son equívocos, ya que han estado muy marcados por la pandemia, sobre todo las intervenciones presenciales en institutos y colegios en grupos han descendido un poco por cuestiones de protocolos”. La mayoría de programas se desarrollan “con público más general, ya que están orientados hacia la prevención”. Con todo, sí abordan temas que preocupan a la población adolescente como pueden ser las conductas adictivas, la educación sexual o el apoyo. Además, también hay otro tipo de ayudas, como grupos que ya tienen problemas de salud mental con los que se tratan esas mismas problemáticas. Y en tercer lugar están las intervenciones, aquellos jóvenes que ya han manifestado sus problemas de salud mental y que están en riesgo de exclusión social. Crecen los casos con trastornos de formación de personalidad Ricardo Fandiño manifiesta que ha habido un cambio de tendencia en el perfil del paciente que atienden en Aseia. Mientras anteriormente se atendía a chicos con problemas de conducta, es decir, de relación con los demás, como por ejemplo casos de violencia o malos comportamientos; ahora el perfil mayoritario tiene que ver con problemas “internalizantes”, esto es, en la relación con uno mismo, como por ejemplo ansiedad, autolesiones o aislamiento. Un ejemplo que pone Fandiño es el absentismo escolar, pero no el “tradicional”, en el que los jóvenes no asistían a clase para pasar tiempo fuera de casa, sino que hay chavales que dejan de ir al instituto de manera persistente para quedarse encerrados en sus casas. “Salir de sus casa para ir al instituto les provoca una ansiedad agorafóbica”, explica Fandiño. Estos casos también se han visto claramente afectados por el contexto pandémico. Una de las causas de este fenómeno está estrictamente ligada al impacto del confinamiento en la población adolescente, ya que antes no podían desarrollar su actividad -asistir a clase- de una forma no presencial, por lo que “quedarse en casa no era una opción”. A raíz del covid se abrió “la posibilidad de no salir de casa”. La construcción de la identidad es otra consecuencia psicológica de la pandemia. “Para los adolescentes con estos problemas, la posibilidad de quedarse en casa y crear su personalidad a través de las redes sociales, dentro de un entorno que pueden manipular más facilmente, les hace tener una menor sensación de fragilidad”, indica el psicólogo, al tiempo que apunta a que esto conlleva a que se haya incrementado el número de chicos que soliciten la docencia a distancia, cuando antiguamente era algo muy residual. Cada vez “hay más jóvenes que no salen de casa”, cuando hace años el problema residía en que “los jóvenes no querían estar en sus casas”