Seis familias se reparten la puertas de los supermercados en busca de la compasión de los consumidores

Pedir limosna, un modo de vida

 Andrei Benis, mendigando en San Francisco. (Foto: Miguel Ángel)
Seis familias de la ciudad (20 personas en total), todas ellas de origen rumano, se ‘reparten’ cada día los supermercados del casco urbano para pedir limosna y mantener a sus miembros. Se acomodan a las puertas de los establecimientos e incluso ayudan a los clientes con las bolsas. Cada miembro consigue al día una media de 20 ó 25 euros.
La mendicidad aumentó considerablemente en los últimos cinco años en toda la provincia, pero sobre todo en la ciudad que, según las informaciones que maneja el Cuerpo Nacional de Policía, pasó de tener una media cuatro o cinco mendigos ‘oficiales’ al final de la década de los 90, a los 35 que tiene contabilizados en la actualidad. Unos días son más, otros menos porque se mueven mucho. La mayoría de ellos no tiene un domicilio fijo, aseguraron en la Comisaría.

Ahora, la crisis económica y la inmigración están detrás del aumento de la mendicidad que, por otro lado, se ha trasladado desde las puertas de las iglesias o edificios públicos, a centros comerciales y supermercados, mucho más concurridos. Claro que la necesidad continúa siendo la principal causa para pedir dinero a los transeúntes pero de los datos que maneja la Policía, se desprende que la mendicidad se especializó hasta el punto de que para muchas personas se convirtió en una forma de ganarse la vida e incluso ahorrar dinero.

Así, de las 35 personas que piden limosna en la ciudad, 20 son miembros de seis familias, todas ellas oriundas de Rumanía, que están relacionadas entre sí, bien por parentesto, lazos de amistad o simplemente por haber nacido en el mismo pueblo. Forman una ‘piña’ y consideran que los accesos a los supermercados son el lugar más idoneo para pedir. Cada mañana se reparten los establecimientos y no permiten que se le acerquen extraños con los que competir. Su horario comienza hacia las 10 y el ‘trabajo’ consiste en extender la mano y, de vez en cuando, ayudar a los clientes con las bolsas de la compra, si ellos acceden.

Stefan Mihai, rumano de 29 años, pedía limosna en la mañana de jueves en un supermercado de O Couto. ‘La gente es bastante solidaria. Cada día suelo sacar entre cinco y seis euros, que apenas dan para comer pero es mejor pedir que robar’, asegura, añadiendo que sólo lleva seis meses en Ourense. ‘Ya intenté buscar un trabajo, pero no lo encuentro’, se lamenta.

Prácticamente el mismo argumento es el que emplea Florín Lorunet, de 25 años. Este joven, familiar del anterior, suele mendigar en un supermercado cerca del Auditorio. ‘Llegué a mojar la ropa en una fuente para que la gente tuviera compasión y me dieran más limosnas’, explicaba.

La Policía Nacional los tiene a todos identificados y según los datos que manejan los agentes, los que se ubican en las puertas de los supermercados suelen conseguir entre 20 y 25 euros al día, bastante más de lo que atestigua Mihai.

A mediodía se reúnen al mediodía en el Parque de San Lázaro donde, tras contar el dinero, planifican la tarde, ‘que siempre suele ser más tranquila. Hay menos movimiento de clientes’, explica Alexandre Felly. Su esposa vende mecheros a cambio de dinero por la ciudad.

La presencia de mendigos no entorpece la actividad comercial. Los encargados de los supermercados se reunieron con ellos y les tienen prohibido hacerlo dentro, pero en la calle ‘no estorban’, dice la encargada de este local de Concejo.

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