Postulantes de Tanzania cantan misa en swahili en las Clarisas de Ourense

Cuatro jóvenes africanas son las nuevas vocaciones del Monasterio de San José de las Clarisas Reparadoras, en Ourense, donde los tambores tanzanos suenan en la eucaristía de los domingos

Los tambores tanzanos y el swahili suenan en la misa de los domingos en el Monasterio de San José de las Clarisas Reparadoras, en Vilar de Astrés. Cuatro jóvenes africanas son las únicas nuevas vocaciones en este convento de clausura, conocido por sus panetones y pastas artesanales. Dos postulantes y dos aspirantes, pasos previos al noviciado, procedentes de Tanzania y de Madagascar son las responsables de este aporte de juventud y exotismo a esta comunidad monacal. Allí, la media de edad de las 14 monjas o hermanas profesas es de 70 años, y la mayor, sor Antonia María, ya ha cumplido los 95. 

“En Galicia hay cero vocaciones. Dios sigue llamando, pero la sociedad actual está muy materializada. Antes, en cambio, Ourense era un semillero de vocaciones”, lamenta la madre superiora, sor María Ángeles, que dice que las cuatro jóvenes africanas llegaron al convento gracias a la providencia de Dios. La primera en hacerlo fue la tanzana Ana María, de 21 años, que reconoce que “fue un poco difícil al principio porque no conocíamos el idioma, pero nos estamos adaptando. Tenemos una profesora de español”, dice. A ella se unieron Faustina y Farida, que apenas chapurrean en castellano.

Hace un año que Victorina llegó desde Madagascar, donde se habla malagasy, aunque ella ya se expresa con mucha agilidad. “Fue un poco complicado por la lengua. En mi país dejé a mis padres y a mis siete hermanos; yo soy la mayor”, afirma.

La ausencia de vocaciones autóctonas está internacionalizando el convento, donde ya hay tres monjas ecuatorianas. “Sor María Josefina se adaptó muy bien porque le gusta comer chorizo”, bromea sor Yolanda,  que llegó desde el otro lado del Atlántico hace veinte años.

 Antes se dedicaban exclusivamente al bordado, pero en la pandemia dejó de comprarse y se lanzaron a vender panetones y pastas artesanales presencialmente y online, que ya supone el 75% del negocio. “Vendimos más de 2.200 panetones entre noviembre y finales de enero. Ganamos lo suficiente para ir viviendo”, explica la madre superiora, que se ríe cuando se le pregunta si la receta es secreta. Ourense, Santiago y Madrid son ahora sus principales  puntos de venta. “La ayuda de las jóvenes es importante; empaquetan mucho más rápido que nosotras”, confiesa sor María Ángeles.

 Estas 18 religiosas se levantan a las 6.15 horas para rezar durante tres horas antes de desayunar. Luego van a sus celdas, se asean y trabajan en el obrador de repostería y en costura hasta las 12, cuando paran para orar el Ángelus. Comen a las 13.30, tienen un recreo y regresan a sus faenas en el taller, donde rezan el rosario. A las 18 horas, vuelven a rezar: las Siete alegrías de la Virgen, Vísperas, la oración personal y Completas. Tras media hora de formación en Teología y otra media de música y canto, cenan a las 21 horas, tienen otro recreo y se acuestan a las 22.15. Tres cuartos de hora después se hace el silencio en el convento.

 No pueden ir a Roma ni a Lourdes porque son monjas de clausura, pero tienen “un cochecito de segunda mano para salir a hacer todo lo necesario”, dice la madre superiora, que está muy agradecida al presidente de la Asociación de Vecinos de Vilar de Astrés, Delmiro González, que es como el ángel de la guarda del monasterio. “Es un gran apoyo; en la pandemia nos traía de todo y no tuvimos que salir para nada”, recuerda.

 A los vecinos del lugar les gusta ir a escuchar esta misa  tanzano-ourensana en la iglesia del convento. “Algunas personas vienen desde Ourense para escucharlas porque tienen un sentido musical muy fino”, presume sor María Ángeles, que invita a todos a ir algún domingo.

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