No se explica por qué el imputado en el asesinato lo incrimina ya que les unía ‘una amistad de vecindad’

Queda en libertad el segundo detenido por la muerte de la brasileña pero se analizará su ropa

Antonio M.G. (70 años) pasó la noche del martes en el calabozo de la Comisaría de Ourense. Por la mañana, la jueza de Ribadavia decretó su libertad porque ‘no tuvo la participación que en principio se presumía’ en la muerte de la brasileña María do Socorro Silva. El imputado, Ramón Fernández, sorpresivamente cambió de versión y pasó de autoinculparse en el asesinato a incriminar a un vecino. La instructora ordenó que se analice de nuevo el coche utilizado en el traslado del cuerpo y alguna ropa del septuagenario.
La pormenorizada declaración de Ramón Fernández Álvarez, que se extiende a lo largo de cuatro folios del sumario, atribuyéndole a Antonio M.G. el crimen de la joven brasileña María do Socorro Silva de Oliveira (26 años) no bastó para que la jueza hayase indicios incriminatorios consistentes para imputar el asesinato a este último. Concepción Cañas, la instructora del sumario, decretó en la mañana su libertad sin cargos si bien pasó toda la noche en el calabozo de la comisaría de As Lagoas. ‘De las diligencias practicadas aparece que Antonio M.G. no tuvo la participación que en principio se presumía ya que nada se deduce de su declaración ni se ha obtenido ningún dato objetivo concluyente de la entrada y registro de sus domicilios’, razona en el auto.

Antonio M.G., de 70 años, fue detenido en la mañana del martes, tal como adelantó ayer La Región, a raíz de la nueva declaración prestada en el Juzgado de Ribadavia por Fernández Álvarez, hasta el momento único imputado en el asesinato de la joven prostituta. Éste último aseguró que su convecino Antonio M.G., también con casa y bodega en Riobóo (Cenlle), mató a Socorro Silva por miedo a que ésta confesase que la había obligado a mantener relaciones sexuales sin preservativo. En una escena que Ramón Fernández aseguró presenciar. Según dijo, no lo había declarado antes porque su vecino le amenazó con hacer daño a su esposa, además de prometerle dinero y buenos abogados.

Los registros practicados en la tarde-noche del martes (se prolongaron hasta las 23,30 horas) en las viviendas de Antonio M.G. en Riobóo y Carballiño (donde vive con una hija y sus nietos) tampoco concluyeron nada significativo si bien la jueza ordenó la incautación de tres chaquetas de color verde y dos pares de botas de goma tipo katiuska. La comisión judicial buscaba una pistola con la que, según la versión de Ramón Fernández, siempre andaba en el bolsillo su vecino. Pero el arma no estaba.

Fernández Álvarez entró al detalle a la hora de describir cómo iba vestido su amigo el día del crimen: una chaqueta tipo militar de color verde, botas negras de caña baja y pantalón vaquero. Por eso la jueza pedirá el análisis por parte de la Policía Científica de las prendas aprehendidas en el domicilio así como el Peugeot color azul en el que supuestamente fue trasladado el cadáver en busca de alguna prueba biológica (huellas, pelos...) así como de la escopeta con la que se mató a la joven.

Antonio M.G., que ayer se mostraba tranquilo, negó su participación en el asesinato así como que subiese alguna vez al coche de la persona que ahora lo incrimina, con la cual -dijo- sólo le unía amistad de vecindad. Una embarazosa amistad.

’Ramón me contó que recibió amenazas de muerte’


Antonio M.G., quien según valoran fuentes judiciales se mostró en todo momento colaborador, comenzó su declaración mostrando lagunas sobre lo qué hizo el 10 de febrero, cuando murió la joven que ejercía la prostitución en Ourense. No recordaba haber visto a Ramón Fernández ese día. Este septuagenario, jubilado y viudo, suele ir a Riobóo sobre las 10 de la mañana y no regresa hasta las siete u ocho de la tarde a Carballiño, donde duerme. Y aunque reconoció que conoce la bodega de Ramón (a unos 200 metros de la suya) a partir de ahí, siguió con una retahíla de negaciones: no estuvo ese día en la bodega del crimen, no le vendió ni regaló el arma utilizada; no tiene botas negras, no recurre a los servicios de ‘chicas’ para mantener relaciones sexuales... Y la memoria comenzó a vislumbrar que sí estuvo en una viña en Riobóo y que regresó a Carballiño sobre las seis de la tarde.

El dato más curioso que aportó fue que conocía, porque se lo contó Ramón, que éste recibiera amenazas de muerte en el teléfono móvil, así como sus tentativas de suicidio a lo largo de este año.

Te puede interesar