DRAMA A LAS PUERTAS DE EUROPA

Khan: "El maltrato fue terrible, las palizas y los golpes eran diarios"

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photo_camera Khan prefiere mantenerse en el anonimato.

“Quieres olvidar, mirar sólo hacia adelante, pero no puedes hacerlo", refugiado afgano que salió de su país con siete años y ahora reside en Ourense

Khan cree que tiene 40 años, no lo sabe. Su infancia, el nombre  de su madre, las caras de sus siete hermanos y sus recuerdos se fueron diluyendo entre su Afganistán natal, el internado en Uzbekistán, y el viaje a España. Todo se perdió al igual que su nombre, porque Khan no se llama Khan, pero entre traductores rusos y españoles lo renombraron y él se resignó porque ya le daba igual.
A mediados de los 80, con tan sólo siete años y el país en plena guerra civil, su madre viuda lo entregó a una organización que lo sacó de Parwan, en Afganistán, rumbo a un internado en el vecino Uzbekistán, donde permaneció más de ocho años. 


"El maltrato que sufrí allí fue terrible. Las palizas y los golpes eran diarios, fue durísimo todo lo que tuve que soportar", narra Khan con una voz que es un susurro. Él fue, en su momento, un niño de la guerra, como aquellos que durante la Guerra Civil fueron enviados a Rusia. Ahora, es un asilado político con nacionalidad española, porque la guerra en Afganistán continúa. 
Asegura que quiere mirar hacia adelante, dejar atrás todo el pasado, pero no siempre puede. "El tabique roto de mi nariz y las pérdidas de memoria hacen que no pueda dejar de preguntarme, ¿por qué me ha pasado esto a mí?", señala y añade  tajante que después de lo padecido, "hubiese preferido mil veces quedarme en mi país en guerra que pasar lo que pasé".


Tras diez años en Uzbekistán, y con una  guerra sin fin, se intentó devolver a aquellos niños, pero una ONG consideró que eso sería como enviarles a la muerte y los llevó a Noruega y España, país en el que Khan aterrizó con otros 17 afganos. Residió un año en un centro de acogida y a partir de ahí comenzó su lucha por sobrevivir en soledad. Hace tres años acabó en Ourense, donde tiene un trabajo temporal.
No fue hasta  2011 cuando supo del destino de su familia en Afganistán a través de la embajada. "No me acordaba ni del nombre de mi madre", asevera Khan, quien aún hoy se hace una dolorosa pregunta: "¿Qué madre da a un hijo pequeño a alguien que no conoce para que se lo lleve? ¿Por qué no pensó lo que podía pasarme?". Y se contesta a sí mismo: "Pensaría que era bueno para mí".  "La perdoné, no tengo odio", añade con un brillo especial en sus ojos. "Yo era un niño que no entendía lo que estaba pasando, no sabía lo que era la guerra", pero a pesar de los años y los kilómetros, hay miedos que no se pierden y Khan no quiere dejarse retratar: "Mejor no, puede ser peligroso". 


Aficionado a la electrónica, no desea volver: "Sólo de visita, pero no he podido". Tiene un sólo sueño asegura, "tener estabilidad económica y poder tener algún día mi propia casa", pero como no hay raíces para él en ningún lugar del mundo, no le importa donde esté. "Voy adonde sea, si hay trabajo, me da igual el lugar", añade.
No llegó en patera ni en masa a las fronteras, aunque Afganistán encabezó hasta el 2013 y por trigésimo tercer año consecutivo, el listado de países con más refugiados, 2.556.556, y  explica que "no hubo ayudas especiales por ser refugiado. La vida ha sido muy dura conmigo. Quieres olvidar, mirar sólo hacia adelante, pero no puedes, siempre vuelves a lo que te pasó".


Sigue sin saber cómo es su madre, "las mujeres no pueden ser retratadas en mi país". Sabe que allí las cosas están mal, y por ello uno de sus hermanos insiste en venir como turista, pero Khan no lo tiene claro:"Si se queda, no tengo capacidad para hacerme cargo de él".
Quedaron muchas preguntas en el aire, y sin duda, muchas más respuestas por ofrecer, algunas serán para siempre sólo suyas. Khan es refugiado de otra guerra más que ya hemos olvidado. n

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