Desde hace más de 30 años, el centro ocupacional de Santa Catalina, en el pueblo de Cornoces (Amoeiro), contribuye a mejorar la calidad de vida a decenas de adultos con alguna discapacidad psíquica.

Sobradamente capacitados

Un grupo de residentes del centro ocupacional Santa Catalina, en el pazo de Cornoces, posan para el fotógrafo durante un descanso de la clase de manualidades. (Foto: FOTOS: JOSÉ PAZ)
Después de ser residencia señorial, colegio femenino de las Hermanas de la Caridad e incluso albergar una comuna hippie, en 1978, el pazo de Cornoces, situado en el municipio de Amoeiro, fue adaptado para convertirse en una residencia que cubriese las necesidades de jóvenes deficientes del medio rural.
Denominado Centro Ocupacional Santa Catalina y gestionado por la Fundación San Rosendo, desde entonces ha sido el hogar de decenas de jóvenes y adultos en su mayoría con discapacidades psíquicas ligeras y medias, así como un lugar para su formación y habilitación laboral y un estímulo para el desarrollo de su autonomía personal.

Santa Catalina fue el primer centro asistencial del proyecto caritativo que años más tarde daría lugar a la citada fundación, marcó el inicio de una red que hoy supera los 60 centros que, repartidos por toda la comunidad gallega, prestan atención residencial, sanitaria y social a los colectivos más desfavorecidos, especialmente mayores y discpacitados.

En la actualidad, son 51 hombres los internos en el centro ocupacional de Cornoces. Su margen de edad va de los 25 y los 65 años, y la mayoría desarrollan ahí la mayor parte de su vida. De hecho, varios de ellos llevan en Santa Catalina desde que el centro abrió sus puertas.

'O normal é que desde que os traen queden aquí ata que pasan a outra residencia ou falezcan', explica el director del centro, José Luis Feijóo, quien añade que 'pódenlle dar algunha esperanza de recuperación pero a saída a unha vida independiente é moi difícil'.

Por eso, todo el personal del centro, que actualmente está conformado por 16 miembros, entre director, educador, psicólogo y monitores, están muy implicados en el día a día de los internos, en mejorar su calidad de vida, procurando su desarrollo y prestando todos los apoyos que precisen para que lleven una vida lo más autónoma y normalizada posible.

La relación entre trabajadores e internos supera el vínculo de lo laboral. El cariño y el respeto con el que se tratan es palpable y es evidente que se conocen a la perfección puesto que la mayor parte lleva años trabajando en el centro. 'Tantos anos permítenos prever como van reaccionar, ó igual que lle ocorre a eles', explica Feijóo.

El director, que lleva en el cargo alrededor de 30 años, explica que sólo una pequeña parte de los internos reciben visitas y disfrutan de vacaciones con sus familiares.

'Para a maioría, a familia somosche nós', lamenta José Luis Feijóo, quien dice estar empeñado en implicar a las familias en la vida de los internos, aunque en algunos casos no sea posible porque los padres ya son muy mayores. El director precisa que 'aunque máis dunha semana fóra non é convinte que estén, porque despois deshabitúanse e comezan a crear problemas na casa'.

Con la importancia de la implicación de las familias concuerda el psicólogo del centro, Antonio Saco, quien hace hincapié en la repercusión en el estado de ánimo de los internos. 'Ahora, sobre todo, que llega la Navidad, a los que se quedan les gustaría irse, pero lamentablemente está fuera de nuestro ámbito de acción'.

El día a día de los internos se basa en la participación en una serie de actividades que tienen asignadas y que realizan de acuerdo a un horario que comienza a las 9.30 horas y finaliza a las 18.30 horas, con las pausas para la comida y un posterior espacio de tiempo libre que suelen disfrutar en la cafetería del centro, en las dependencias exteriores de la residencia o en distintos lugares del pueblo, aquellos que tienen permitida la salida.

Al cumplir los 65 años, los internos se trasladan a un edificio contiguo, 'la casa de ancianos', donde solamente pernoctan, puesto queque ninguno se desvincula de las actividades del centro y el contacto con el entorno. Actualmente, este grupo no supera la decena y la convivencia con los más jóvenes es buena, según el director: 'Sempre hai problemiñas porque se trata de persoa con problemas mentales, pero nada grave, posto que viviron aquí e xa se coñecen'.

Feijóo explica que es difícil mantener en una residencia de ancianos 'a persoas que pasaron toda a vida libres, é sentencialos á tristeza', por lo que la mayoría de los internos continúa participando en las actividades del centro.

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