Se tatúan las iniciales de su líder

E que chova o que queira entonces Intercambiamos el clásico “feliz año nuevo” un amigo y yo, cerrando él el breve saludo con un dardo: “Aunque aquí en Ourense nuevo hay poco”. Me das pie a que piense en eso, le dije. Y aquí estamos, con el 2023 recién sembrado y bien regado, jarreando agua desde las primeras horas, poniendo en evidencia a los arúspices que extendían la sequía al otoño y el invierno. En los medios damos la bienvenida a los primeros nacimientos y ahí muy sin novedad. La perezosa natalidad ourensana trajo al primer valdeorrés el día 5, una comarca que supera los 10.000 habitantes y que baja por la misma pendiente del resto. En mi aldea hace años que no se oye el llanto de un bebé, pero sí el relato de lo que hay en los pastilleros de los abuelos. De todo: ansiolíticos, hipotensores, antidepresivos, dislipémicos... Nada nuevo, entonces. Los únicos que alteran la paz del cementerio son los jabalíes, cada vez más cerca de ser mascotas en casa, avistados ya hasta en la ciudad, como recordaron estas páginas, mezclándose peligrosamente con otras faunas de dos patas hasta confundirnos sus gruñidos. Poco diferente a lo de costumbre en el maletero, ese cofre que trae de la aldea los grelos, los huevos y los tomates y que se abre el domingo por la noche en el garaje. Los ourensanos, los que más ahorramos de Galicia gracias a los alimentos de nuestra huerta. Sin matices tampoco en la batería de fiambreras que se llevan los vástagos para su condumio semanal. Ourensanos, siempre previsores, siempre previsibles. Los de los cartiños no peto, con 9.800 millones enmohecidos en el banco. E que chova. Bordarse PS Tampoco año nuevo en los datos de empleo conocidos esta semana, esos terribles números para los sindicatos cuando no gobierna la correa, correa cuando mandan los compañeiros e compañeiras do goberno de progreso. Es tan mejorable el flujo económico ourensano que todo es normotenso. Ni muchos parados más ni muchos desempleados menos, ni muchos afiliados más ni menos a la Seguridad Social. Parapetados detrás de 106.000 pensionistas y 20.000 funcionarios tenemos casi cubiertas las necesidades vitales de casi el 50% de los habitantes de la provincia. Como todo está tan bien, la gente respira aliviada, las exigencias no habitan en ninguna de las orillas del Miño. La Xunta, feliz, porque nadie alza la voz, de ahí que sus representantes vayan a sacarse fotos a unas bombillitas en los pasos de peatones. Los de Pedro Sánchez en Ourense, bordándose en sus camisas las iniciales PS como marca. Quién sabe si tatuándoselas en zonas inescrutables de sus anatomías. Diciendo que “gracias ao goberno de progreso” el sol sale cada día porque las nubes las pone el PP. Muy sin novedad lo de ser corifeo, turiferario y edecán en el año que arranca. Misma maqueta Arranca el año con un desfile de próceres representantes ourensanos escribiendo su carta a los Reyes Magos, todos llenos de buenas intenciones y propósitos, pidiendo paz en Ucrania y en la tierra a los hombres de buena voluntad. Progreso, infraestructuras y buena salud. No hay por qué ser más originales en las peticiones. Les cuento una maldad: en el periódico queda guardada la maqueta para el año que viene porque la mayoría volverán a decir lo mismo porque serán los mismos opinando. Idéntica nómina (casi) que el año pasado y que el anterior. Los mismos en el 24, seguro. Muy sin novedad. Tristes y tristón Por buscar algo nuevo, con cierta pereza podemos pensar en las elecciones municipales donde se la juegan los de la arruga es bella. El socialista Paco al frente del ejército de indomables conspiradores que ya están sembrando de minas la sede por si hiciese falta volarla el día de las elecciones por la noche. El popular Manuel, con su punto de melancolía, capitanea un comando que en vez de meterse lingotazos de ilusión se chuta cicuta ya a meses vista. Ya hay quien se deja mecer por el olfato del finísimo estratega que alimentó la hidra actual porque el pacto puede volver en mayo con la consabida renovación de los puestiños, que trabajar es duro. Sin novedad en esto. Tan nuevo el año no arranca entonces. Tenía razón mi amigo. Al poner la lupa MIGUEL ÁNGEL Lo de la ilusión y los ilusos, un año más Mucho antes de volvernos cínicos, interesados, ruínes y malvados hay una edad en la que esos síntomas aún son soportables, pese a que sabemos que esa tumoración crece sin posibilidad de cura. Los niños tienen su crueldad, incluso su punto de sadismo en sus relaciones entre iguales o con su familia, pero aún se guardan dosis más grandes de sinceridad que sus mayores y una sonrisa más natural, menos pensada para la pose y la impostura social. A los chavales cuesta cada vez más engatusarles porque tienen acceso a dispositivos que les abren los ojos demasiado pronto para casi todo lo de la vida. Lo que le tocaría en la adolescencia ya lo consumen antes de la primera comunión, si la hacen. Los niños que tienen de casi todo durante todo el año se agolpan en la cabalgata como si creyesen lo que ven sus ojos, cuando la mayoría sospechan que su mirada le traiciona. Ilusión infantil se llama, creo. Y cómo se la echa de menos cuando queda tan atrás. El portafotos Félix Rubial, xerente da área sanitaria ourensana. Xesús Fariñas Félix Rubial es gerente del área sanitaria ourensana desde el verano del 2019. Era entonces el cuarto directivo en dos años y medio. Posiblemente haya sillas eléctricas más confortables que la que ocupa el responsable de la sanidad pública de la provincia. Maneja un ingente presupuesto, trata de coordinar a cientos de profesionales de diferente pelaje y dispone de unos medios posiblemente mejorables pero que rayan a gran altura. Es muy difícil que la sanidad pública funcione como una máquina de precisión pero los que depositan en ella su vida no tienen otra. A Rubial le tienen que pitar los oídos todos los días porque no hay paz para los gestores sanitarios. El día de Reyes en Verín volvieron a salir a la calle a pedir pediatras, por los pasillos de los hospitales se oyen conversaciones de profesionales agotados. En Urgencias el paciente más joven está por encima de los 70 y las ambulancias no apagan las sirenas porque no da tiempo. Las facultades no dan parido los médicos que se necesitan. En pocos años se jubilará gran parte de la plantilla. Paralelamente, el discurso político se relame con las carencias del sistema, usándolo como tirachinas para el contrario. En medio de todo esto, Félix Rubial. Menuda silla eléctrica.