La tienducha clandestina del rural: “Váyanse de aquí”

Un bar clandestino en una aldea ourensana.
photo_camera Un bar clandestino en una aldea ourensana.
En un bajo de una casa, sin apenas luz, varios vecinos toman algo, son las tiendas que dan vida a los bares sin hostelería

La ruta continúa fuera del radar. En las entrañas del rural, sobreviven los “fuera de ley” que convierten su casa -antiguamente quizás tuvieron licencia de bar- en una tienda con cuatro o cinco productos contados en la que también se sirven copas de vez en cuando. Pero solo a los conocidos, claro. Son los negocios clandestinos que, en parte, también hacen su función social en aquellos lugares en los que, supuestamente, no queda ningún local en el que tomar el vermú. Un repartidor descarga refrescos en la tienducha, escondida en una aldea de la provincia. “¿Es aquí el bar?”. Se ríe y deja paso a los reporteros. En el gesto casi se puede adivinar un: “Suerte, la necesitaréis”.

Es el bajo de una casa. Apenas hay luz, pero bastante ambiente en el interior. La televisión está encima de la nevera y sobre el mostrador una infinidad de artículos. Un hombre apura una copa sentado en una mesa camilla y una mujer de edad avanzada invita a salir a los forasteros. Se reservan el derecho de admisión en este bodegón extraño. Una joven le acompaña detrás de la barra y, amablemente, le insiste a la “jefa” para que cuente su historia para el periódico. En el pueblo dicen que se niega a cerrar pese a sobrepasar ya los 80 años y no tener licencia de bar. “Bueno, es una tiendita pero ya sabes…Alguna copa pone”.

La mujer sabe lo que hace, pese a que su compañera le dé alas para salir en La Región: “No. Me gusta la soledad. Gracias. Váyanse”. El vecino de la mesa camilla y otro que está en la barra son algo más amables: “É que non quere saír para que non se lle encha isto. Xa lle chega con atendernos a nós”, bromean. Fuera del negocio, la furgoneta sigue descargando mercancía. También saben dónde están los “fuera de ley”. 

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